domingo, 20 de diciembre de 2009
Hace más de 2000 años que la humanidad se formula esta pregunta.
Pasó por esta tierra viviendo en una familia de artesanos.
Sabía leer y escribir, pero principalmente sabía hablar.
Ha sido el mejor educador que el mundo haya conocido y sus enseñanzas las hizo siempre caminando.
Alguna que otra vez arriba de un burro o una barca.
Una vez subió a una montaña para decirle a la multitud desde lo alto lo mismo que les había estado diciendo a sus discípulos.
Que el Reino de los Cielos está destinado a los pobres de espíritu, que los mansos poseerán la tierra, que quienes lloran serán consolados, que los limpios de corazón verán a Dios.
Cada piedra que pisa su sandalia es un escalón más que lo acerca a los desposeídos, a los que nada tienen, a los que son la sal de la tierra.
A esos los llamó bienaventurados.
También recorrió Galilea enseñando una doctrina que los escribas no entienden ni conocen, hablando en parábolas para aquellos que “viendo no ven” y “oyendo no oyen”.
Enseñando a separar el trigo de la cizaña. Multiplicando los panes y los peces. Curando por todas partes. Resucitando a los muertos.
A veces escandaliza y caen reproches sobre él. Igualmente la gente se arremolina en su entorno, los que sí oyen se maravillan de lo que dice, pues El tiene respuestas convincentes y aleccionadoras para todo.
Hoy a igual que en aquel entonces al pié del Sinaí la multitud sigue reunida.
Su sandalia continua pisando la piedra que lo acerca a los que sufren.
El trigo se sigue separando de la cizaña.
El hijo de Nazaret continua multiplicando panes, continua influyendo en toda vida de hombre, por eso el Jesús del Belén, el Jesús de la Cruz, el Jesús del Sepulcro Vacío sigue marcando la vida del hombre.
Por eso está siempre volviendo a nacer y volviendo a morir.
Y su sepulcro siempre está vacío, porque cada aurora nos regala su resurrección. Acuérdate, siempre después del Viernes Santo viene la Pascua de Resurrección.
Y pensar que todo empezó con un pesebre: por eso, millones de pesebres vuelven todos los años en un 25 de diciembre, todos regresamos al portal de Belén: millones de cristianos reconstruyen en sus casas el clásico pesebre,
y todo para que no pase inadvertido aquel Jesús niño, aquel Jesús hablador, aquel Jesús educador.
Y esa historia que se inicia en un pesebre, de algún modo, encierra todas las vivencias: la alegría y el miedo, la vida y la muerte, las sombras y la luz.
Allí se inicia una historia que trata de todo y de todos y es para todos. A todos les sirve.
Hay espacio para todo cuando el hombre sale al encuentro de Dios.
O, mejor dicho, cuando Dios se pone a caminar en dirección al hombre y el hombre lo encuentra, si quiere.
En el cristianismo, a diferencia de lo que ocurre en las otras tradiciones religiosas, la relación entre el hombre y su Creador se traduce en un prodigioso movimiento hacia abajo.
No sube el hombre: es el Señor el que baja, al menos así ocurrió en aquel pesebre.
Para los cristianos la figura de Jesús está en el centro mismo del universo cósmico de la fe.
Desde el pesebre la historia se dividió en dos. Un antes y un después.
Lo histórico y lo sobrenatural se entrelazan misteriosamente cuando se invoca al hombre que con un pequeño grupo de doce desarrapados desencadenó la más poderosa de las revoluciones que haya conocido la humanidad.
Su doctrina cambió definitivamente el mundo y logró que un nuevo espíritu prevaleciera sobre la mayor parte de la tierra. Espíritu fundado en el reconocimiento de la suprema dignidad de la persona humana.
A más de 2000 años de su paso por el mundo, Jesús sigue siendo la imagen del cambio y del hombre nuevo. Ese sólo hecho sobrecoge y conmueve a creyentes y a no creyentes.
No hace falta ir muy lejos para encontrarnos y rozarnos con El.
Basta con que nos acerquemos a la persona que tenemos más cerca y aprendamos a mirarla y a tocar su mano de una manera diferente.
Dicen que Jesús, al comienzo de su misión, volviéndose a los que le seguían, les dijo:
----¿Qué buscáis? Fueron sus primeras palabras públicas.
En verdad, son las que nos dice siempre.
También en la Noche de las Noches.
Salvador Casadevall
salvadorcasadevall@yahoo.com.ar
REFLEXIONES DESDE LA FAMILIA.....PARA ACOMPAÑAR A VIVIR
Galardonado con la GAVIOTA DE ORO-Mar del Plata 2007 “Día Internacional de la mujer”
Galardonado con la ROSA DE PLATA-Buenos Aires 2007 Programa “Navidad”
Galardonado con la GAVIOTA DE ORO-Mar del Plata 2006 Programa “Día del Niño”
Mención Especial Premio MAGNIFICAT-Buenos Aires 2005 Programa “Adultos Mayores”
FM.Parroquial 105.1 Jueves 14 a 15.30 Puede escucharse vía Internet
Algunas madrugadas 0.15 a 8.00 www.fmparroquial.com.ar
Lunes 21.30 a 0.30
FM-Vida Satelital 91.1 Lunes y Viernes 11 a 12 www.radiovidasatelital.com.ar
Florencio Varela (Gran Buenos Aires)
Los tres primeros libros están disponibles y se venden por correo a solicitud.
Estas reflexiones pueden ser encontradas en el portal:
www.mensajesdelalma.org
www.es.catholic.net
www.gruposmatrimonios.com.ar
Si son de su interés también abriendo YAHOO o GOOGLE y poniendo mi nombre en Buscar las encontrarán en múltiples páginas WEB
Los privilegiados cristianos que hemos tenido la suerte de nacer 2000 años después de aquella primera noche buena de Belén, nos es mucho más fácil creer en aquel pesebre y en todo lo que se le agregó después.
La historia de lo vivido ayuda a creer.
Claro que este creer es para los que oyen oyendo y ven viendo.
A igual que en aquel inicio hay quien no ve ni oye, a pesar que tiene ojos y orejas para ver y oír.
Por aquellos tiempos, el emperador Augusto, que era quién mandaba en Roma y todas sus tierras, quería que Palestina pagara tributo a cambio de la protección. Pues bien, para cobrar su tributo, Roma usó como artimaña levantar un censo, por eso José y María fueron a parar a Belén, lugar de la tribu de David, a la cual pertenecía José.
María empezó a sentir los síntomas de parto y en medio de aquel poblado que era Belén, atiborrado de gente, no encontraron lugar en posada alguna.
Fueron aparar, quizás por consejo de alguna persona de buena voluntad, a una gruta albergue para animales. De ahí la presencia de un burro y un buey y de la abundancia de paja.
En ese pesebre María comenzó su parto y también comenzó una nueva historia para la humanidad toda.
Comenzó a regir el Evangelio antes de su promulgación.
Allí se canceló un tiempo y empezó uno nuevo.
Los tiempos de la buena nueva.
Desde aquella noche que se llamó de la Natividad o Nochebuena han pasado muchísimas noches con sus costumbres y sus modalidades.
Se le fueron adosando confusos elementos paganos, veleidades de la modernidad.
A los muy estrictos esto no les gusta, a otros nos parece ver una forma de cristianizar las cosas, una manera que tiene Dios de meterse en las cosas.
Lo notable está en la renovada vigencia, en la fuerza que sigue teniendo aquel pobre pesebre, en un mundo paganizado y frívolo.
Este mundo sigue apelando a una festividad cristiana, renueva los antiguos ritos que mantuvieron la fe y la esperanza en medio de persecuciones y contiendas.
La Buena Nueva sigue en pie. Aunque es vieja, sigue siendo nueva y aunque es dada para todos, no todos alcanzan a verla y recibirla.
No se la impone a nadie. Hay que encontrarla.
Los soldados de Herodes no lo pudieron encontrar: traían la espada en sus manos y el odio en los corazones.
Pudieron si, encontrarlo, los pobres, los simples, los sabios, los solidarios.
Igual que sucede en el mundo de hoy.
¡Que poco ha cambiado el mundo!
Bernanos escribió que vino Jesús al mundo y los periodistas de su tiempo ni siquiera se enteraron. No era un chimento que valiera la plena.
No era una mala noticia. Claro que tampoco sabían que era una buena y grande noticia.
Años atrás escuché el mensaje navideño del rey de España. No se olvidó de nada de lo que hay que seguir arreglando.
Lástima que se olvidó de la persona principal. El niño del pesebre, el autor de la Navidad, ni siquiera mereció ser mencionado. Igual que hace más de 2000 años, los poderosos de aquel tiempo no se enteraron.
¡Qué poco ha cambiado el mundo!
Salvador Casadevall
salvadorcasadevall@yahoo.com.ar
REFLEXIONES DESDE LA FAMILIA..................para acompañar a vivir
Galardonado con la Gaviota de Oro-Mar del Plata 2006 Programa “Día del Niño”
Mención Especial Premio Magnificat-Buenos Aires 2005 Programa “Adultos Mayores”
FM-Parroquial 105.1 Jueves 14 a 15.30 Vía Internet:
Algunas madrugadas 0.15 a 8.00 www.fmradioparroquial.com.ar
Lunes 21.30 a 0.30
FM-Vida Satelital 91.1 Lunes y viernes 11 a 12 www.radiovidasatelital.com.ar
Florencio Varela (Gran Buenos Aires)
Ya están disponibles los tres primeros libros de estas reflexiones vendiéndose por correo.
Si son de tu interés puedes abrir YAHOO o GOOGLE y poniendo mi nombre en buscar las encontrarás en varias páginas WEB
Por poco que prestemos atención nos damos cuenta que la celebración de la Navidad es cada día más una celebración familiar.
Cada día es menos religiosa y más familiar.
Quizás deberíamos maravillarnos que a pesar de el gran materialismo que rodea la navidad del papá Noel la influencia de aquel niño que nació en Belén sigue estando, pues si se ha convertido en una fiesta familiar, no olvidemos que todo niño sigue naciendo en una familia.
Y si al mundo se le ha impregnado que la familia es bueno que se reúna, que se vea, será una manera de que el amor y la familia sigan existiendo por más gorditos vestidos de rojo pueblen los supermercados.
Sobre aquella humilde familia del pesebre se asienta y recibe la fuerza la familia de hoy.
La Navidad de Jesús es una Navidad religiosa, ¿pero acaso la familia no es una pequeña Iglesia Doméstica? ¿Acaso el amor no nos viene de la misma raíz del portal de Belén?
Alegrémonos que aun en medio de la navidad mercantil siga existiendo el amor entre nosotros y que la familia sea la cuna y el sostén de ese amor.
Donde reina el amor, reina la redención, aunque nos venga por caminos que muy bien no entendemos.
La Navidad sirve frecuentemente para hacer un alto en la vorágine de nuestra vida y a veces hasta cambiamos en algo. Lo bueno sería que este cambio se arraigara en nosotros.
Si el encuentro de Navidad sirve para amarnos un poco más, ya es Navidad en nuestro interior y si nos queremos más, también amamos más a Dios.
Si estamos atentos a los demás, a lo que necesitan los demás, será una forma de salirnos de nosotros mismos, el amor crecerá en nosotros y seremos de verdad una Navidad viva.
Una Navidad que el otro sentirá, que el otro vivirá como una fiesta para todos. Una Navidad que estará por encima de arbolitos, guirnaldas, banquetes y hasta por encima de aquel portal de Belén.
Porque el espíritu de aquel pesebre está en que todos estén en la Navidad.
La que tu quieras, pero que el otro ocupe un lugar en tu amar.
Para el cristiano la fiesta de la Navidad tiene tres dimensiones: mira hacía el pasado, mira hacia el presente y sobre todo mira hacia el futuro.
Navidad significa que el Redentor ya ha venido, que ya ha colmado las esperanzas del Antiguo Testamento, pero al mismo tiempo se ha abierto con su presencia entre nosotros, las esperanzas del Nuevo Testamento.
Esta nueva espera se expresa así: la venida del niño Jesús debe concretarse en el corazón de cada hombre, mientras la humanidad camina hacía el Paraíso. Ese paraíso que los creyentes sabemos que existe.
Decía el Cardenal Pironio: El mundo necesita del testimonio cotidiano del hombre simple, del hombre común, del hombre de su casa, del hombre normal, del hombre que pasa por la calle, del hombre de alma simple y sencilla, del hombre lleno de la alegría porque sabe que el Reino del más allá, ya comenzó.
Y todo comenzó desde que un día hubo un nacimiento en un pequeño portal en un pequeño pueblito llamado Belén.
Salvador Casadevall
salvadorcasadevall@yahoo.com.ar
------------------------------------------------------------------------
REFLEXIONES DESDE LA FAMILIA.......para acompañar a vivir
FM Parroquial 105.1 Jueves 14 a 15.30 Vía Internet
En las madrugadas 0.15 a 8.00 www.fmparroquial.com.ar
Lunes 21.30 a 0.30
FM-Vida Satelital 91.1 Lunes y viernes 11 a 12 www.radiovidasatelital.com.ar
Florencio Varela (Gran Buenos Aires)
Los tres primeros libros están a disposición de quien las quiera. Se venden por correo.
También podrán encontrar estas reflexiones en los portales:
www.es.catholic.net de México
www.mensajesdelalma.org de Argentina
www.gruposmatrimonio.com.ar de Argentina
Si abres YAHOO o GOOGLE y pones mi nombre en buscar las encontrarás en múltiples páginas WEB
jueves, 4 de diciembre de 2008
15 razones para vivir el Adviento
Amo el Adviento. Lo amó apasionadamente, y necesito contarles por qué.
1 El Adviento es un privilegio, o digo mejor: un acto precioso de condescendencia divina.
2 Es un despertador que revela los límites de lo que termina, para llamarnos hacia aquello que no tiene límite ni término.
3 Es el tiempo por excelencia para la esperanza.
4 Son semanas de genuina catequesis, sentados junto al fogón del amor de los profetas.
5 Es una escuela que tiene el estilo y la impronta de la Virgen de Nazareth.
6 Es como una metáfora gigantesca de lo que es la Iglesia entera en este mundo... hasta que el Señor vuelva.
7 Es un retiro espiriual para mil millones de personas.
8 Es el recordatorio del lugar irreemplazable de la ternura y la mansedumbre como casa que preparamos a Jesús.
9 Es el momento para sentirnos más hermanos que nunca de los judíos, y de todos aquellos que sabiéndolo o sin saber, aguardan al Mesías y su salvación.
10 Bien vivido, es una senda de profundo autoconocimiento a la luz de Dios.
12 Es tiempo para darnos cuenta de cuántas cosas ya no necesitamos, y por tanto, para hacer más liviana y generosa la vida.
12 Tiempo para "hacer hambre" de modo que el banquete del Pan de Vida--que es Cristo--nos encuentre preparados y alegres.
13 Es la época del año en que el Antiguo Testamento se hace diáfano, y el Nuevo Testamento, deslumbrante.
14 Son días de oración y de escucha, días sobre todo para aprender que ninguna presencia de Cristo será suficiente hasta que llegue el día en que él sea todo en todos.
15 Tiempo que condensa la experiencia del desierto y la alegría del Jordán.
Fray Nelson M.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
MARÍA EN EL NACIMIENTO DE JESUS
1. En la narración del nacimiento de Jesús, el evangelista Lucas refiere algunos datos que ayudan a comprender mejor el significado de ese acontecimiento.
Ante todo, recuerda el censo ordenado por César Augusto, que obliga a José, «de la casa y familia de David», y a María, su esposa, a dirigirse «a la ciudad de David, que se llama Belén» (Lc 2,4).
Al informarnos acerca de las circunstancias en que se realizan el viaje y el parto, el evangelista nos presenta una situación de austeridad y de pobreza, que permite vislumbrar algunas características fundamentales del reino mesiánico: un reino sin honores ni poderes terrenos, que pertenece a Aquel que, en su vida pública, dirá de sí mismo: «El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9,58).
2. El relato de San Lucas presenta algunas anotaciones, aparentemente poco importantes, con el fin de estimular al lector a una mayor comprensión del misterio de la Navidad y de los sentimientos de la Virgen al engendrar al Hijo de Dios.
La descripción del acontecimiento del parto, narrado de forma sencilla, presenta a María participando intensamente en lo que se realiza en ella: «Dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre» (Lc 2,7). La acción de la Virgen es el resultado de su plena disponibilidad a cooperar en el plan de Dios, manifestada ya en la Anunciación con su «Hágase en mí según tu voluntad» (Lc 1,38).
María vive la experiencia del parto en una situación de suma pobreza: no puede dar al Hijo de Dios ni siquiera lo que suelen ofrecer las madres a un recién nacido; por el contrario, debe acostarlo «en un pesebre», una cuna improvisada que contrasta con la dignidad del «Hijo del Altísimo». 3. El evangelio explica que «no había sitio para ellos en el alojamiento» (Lc 2,7). Se trata de una afirmación que, recordando el texto del prólogo de San Juan: «Los suyos no lo recibieron» (Jn 1,11), casi anticipa los numerosos rechazos que Jesús sufrirá en su vida terrena. La expresión «para ellos» indica un rechazo tanto para el Hijo como para su Madre y muestra que María ya estaba asociada al destino de sufrimiento de su Hijo y era partícipe de su misión redentora.
Jesús, rechazado por los «suyos», es acogido por los pastores, hombres rudos y no muy bien considerados, pero elegidos por Dios para ser los primeros destinatarios de la buena nueva del nacimiento del Salvador. El mensaje que el ángel les dirige es una invitación a la alegría: «Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo» (Lc 2,10), acompañada por una exhortación a vencer todo miedo: «No temáis».
En efecto, la noticia del nacimiento de Jesús representa para ellos, como para María en el momento de la Anunciación, el gran signo de la benevolencia divina hacia los hombres. En el divino Redentor, contemplado en la pobreza de la cueva de Belén, se puede descubrir una invitación a acercarse con confianza a Aquel que es la esperanza de la humanidad.
El cántico de los ángeles: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace», que se puede traducir también por «los hombres de la benevolencia» (Lc 2,14), revela a los pastores lo que María había expresado en su Magníficat: el nacimiento de Jesús es el signo del amor misericordioso de Dios, que se manifiesta especialmente hacia los humildes y los pobres.
4. A la invitación del ángel los pastores responden con entusiasmo y prontitud: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado» (Lc 2,15).
Su búsqueda tiene éxito: «Encontraron a María y a José, y al niño» (Lc 2,16). Como nos recuerda el Concilio, «la Madre de Dios muestra con alegría a los pastores (...) a su Hijo primogénito»(114). Es el acontecimiento decisivo para su vida.
El deseo espontáneo de los pastores de referir «lo que les habían dicho acerca de aquel niño» (Lc 2,17), después de la admirable experiencia del encuentro con la Madre y su Hijo, sugiere a los evangelizadores de todos los tiempos la importancia, más aún, la necesidad de una profunda relación espiritual con María, que permita conocer mejor a Jesús y convertirse en heraldos jubilosos de su Evangelio de salvación.
Frente a estos acontecimientos extraordinarios, San Lucas nos dice que María «guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19). Mientras los pastores pasan del miedo a la admiración y a la alabanza, la Virgen, gracias a su fe, mantiene vivo el recuerdo de los acontecimientos relativos a su Hijo y los profundiza con el método de la meditación en su corazón, o sea, en el núcleo mas íntimo de su persona. De ese modo, ella sugiere a otra madre, la Iglesia, que privilegie el don y el compromiso de la contemplación y de la reflexión teológica, para poder acoger el misterio de la salvación, comprenderlo más y anunciarlo con mayor impulso a los hombres de todos
domingo, 23 de noviembre de 2008
El Señor cuida de nosotros
Por mas escondido que parezca el bien o el mal que hacemos, sin embargo, siempre se descubre.
De la misma manera, aunque permanezcamos mudos ante las falsas acusaciones, no por eso quedaremos sin defensa.
EL MISMO SEÑOR RESPONDERA POR NOSOTROS..!!!!
No nos trata el Señor con el mismo rigor con que se trató a sí mismo...¡Nadie salio en su defensa estando en la cruz!
Cuando se trata de falsas acusaciones contra nosotros, el mueve los corazones para que alguien nos defienda. Y cuando no ocurre eso, quiere decir que no es necesario.
Lo que importa es alegrarse de ser reprendido sin motivo. Es muy grande el provecho que de esto nos viene. Se comienza a ganar libertad. Que digan bien o mal de nosotros sera igual. Ni se nos ocurrirá qué contestar aunque nos injurien o acusen en nuestra propia cara.
Al principio es algo muy dificultoso. Pero me consta que con la ayuda del Señor, se pueda alcanzar esta negación y desprendimiento de nosotros mismos.
Santa Teresa de Jesús
Sari
domingo, 16 de noviembre de 2008

El perdón
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
Queremos ayudarlo a que usted aprenda a perdonar, porque perdonando será una persona mucho más feliz. En la vida humana es normal que existan errores, defectos y roces que nos afectan. Estar preparados para vivir es aprender a decir ¡BORRÓN Y CUENTA NUEVA!, es comprender la naturaleza humana y saber que el fallo es parte de ella y que no todo el mundo siempre está dispuesto a hacer el bien.
Hacer el bien no es igual para todos. Sí, es cierto que hay un bien objetivo; la forma de realizarlo es diferente. Depende de tantos factores: experiencias, conocimientos, etc. Hay criterios diferentes, porque hay distintas maneras de pensar. Hay quienes creen hacer el bien y de hecho lo están realizando al nivel de su conciencia, pero en la forma de hacerlo están fallando. Aun cosas hechas con la mejor intención no son hechas objetivamente de acuerdo con el bien y la moral. Debemos ser realistas y estar preparados para comprender.
Lo ideal sería que las cosas negativas que nos ocurren pudiésemos borrarlas de nuestra mente y no permitir que nos hiciesen daño. El ser humano es mucho más delicado que una computadora; hay muchos condicionamientos y circunstancias externas que afectan nuestro comportamiento.
Dios, que sí conoce la naturaleza humana, comprende. Por eso en la cruz lanzó esta frase: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Lo que significa: A pesar de todo, sigue amándolos - a mis enemigos, asesinos, a aquellos que me están crucificando en estos momentos - sigue amándolos. Esta naturaleza humana nuestra está tan corrupta que es "normal", por desgracia, que el hombre haga daño. El ambiente social fácilmente contamina a cualquiera. Muchas de las cosas malas que hacemos son por ignorancia y por las circunstancias que nos llevan a ello. Dios nos perdona, pero también nos pide que perdonemos "70 veces 7".
Queremos sugerirle los siguientes pasos que lo ayudarán a perdonar:
1.- Sea realista y comprenda que la naturaleza humana está muy corrupta por el pecado y que los verdugos también son víctimas. Muchas veces no sabemos cómo luchar contra nuestros primitivismos: esos instintos no moldeados que a veces florecen y hacen daño. Pero pensemos que otras veces fuimos nosotros los que hicimos daño. Es el mundo en que vivimos y debemos efectuar la operación de "BORRÓN Y CUENTA NUEVA".
2.- Cuando le ofendan, sea muy fuerte. En este mundo el débil la pasa muy mal. ¿Sabía usted que cuando a uno le ofenden, es uno mismo el que permite que la ofensa llegue a lo más profundo del alma? Si usted quiere, la ofensa quedará en la periferia de su ser. No esté rumiando su resentimiento y golpeando su auto-imagen. Sea muy fuerte y olvide.
3.- Analice si en lo que le han dicho hay algo de cierto. Muchas veces nuestras grandes verdades vienen de quienes dicen ser nuestros enemigos. Algunos de ellos se hacen "especialistas" en encontrar nuestros defectos y sin ningún reparo nos lanzan nuestras fallas. Y, a veces, tienen mucha razón.
4.- Una prueba de amor es orar y bendecir a quien nos ha hecho daño. Bombardéelo a fuerza de oración. Así él no le hará daño y usted será santo gracias a él. Vea también lo positivo que tiene esa persona, sus cualidades, su parte buena. AME A PESAR DE TODO, COMO LO HACE DIOS CON NOSOTROS.
5.- ¡Olvide! Entierre eso ya. No esté comentando con todo el mundo lo que le hicieron. Jesús nos enseñó un camino maravilloso: perdonar y olvidar enteramente lo malo. Él nunca tuvo resentimientos. ¿Quiere conservar su paz y su salud mental, el amor en su corazón? En verdad, ¿quiere amarse? Olvide, tenga muy mala memoria.
6.- Usted tiene derecho a defender su dignidad, a hablar con la persona y aclarar las circunstancias, pedirle una explicación sin alterarse. Pero no caiga en la grosería.
7.- Ore al Señor. Pídale protección a Dios cuando el rencor venga a su mente. Jesús sana su corazón herido. Pídale que la sangre de Cristo limpie su corazón como si esto fuera una infección. Construya una barrera interior que rechace el pecado. Ore por su enemigo y... olvide para siempre.
El camino de la sabiduría tiene un nombre: el perdón. Y no se olvide, ¡CON DIOS, USTED ES INVENCIBLE!
jueves, 13 de noviembre de 2008
SUPERATE
http://es.youtube.com/watch?v=NiibzSU4sYw&feature=related
jueves, 6 de noviembre de 2008
Una reina vive las cosas del amor como toda una mujer

Una reina que vive las cosas del amor como toda mujer
Sofía la reina de España nos contó su vida en un libro muy interesante, pues con frecuencia uno se imagina que el ser reina no tiene que vivir como nosotros situaciones de mujer como en todo matrimonio.
El libro se titula "La Reina".
En el mismo nos cuenta sus relaciones con el rey y el amor entre rey y reina y leyéndolo nos damos cuenta que a ellos les pasan las mismas cosas que a cualquier matrimonio.
Sobre el amor nos dice:.........nace, crece, evoluciona, madura, cambia con el paso del tiempo de todos los colores como en un viaje que hagan dos personas, porque eso son los esposos: dos compañeros de viaje.
Nos dice que cuando tienen que discutir, discuten.
No hay incomunicación y nos señala que él, el esposo, es el monarca. Ella no se siente monarca; si se siente esposa de un rey y por ello soy la reina.
Pero lo de reina me viene porque él es el rey, no porque yo me sienta soberana. El monarca, el soberano es él.
Él toma decisiones de estado, yo no, pero la corona la llevamos los dos y también nuestros hijos.
Como se llevan las cosas, y como son las cosas en toda familia.
Cualquiera que los haya visto en la televisión notará que la transmisión de imagen de matrimonio y de familia respira un aire de autenticidad.
El amor que se tienen, lo manifiestan con sus actos, con sus gestos.
Son ejemplo de vida familiar a pesar de ser reyes.
En el mismo libro también relata, que no se parecen en nada.
No son nada iguales. Tienen caracteres totalmente distintos.
Ni siquiera les gustan las mismas cosas, ni tienen las mismas aficiones.
Señala que él es extravertido, en cambio ella es reservada.
El es un hombre atrevido, ella en cambio es tímida.
Y seguramente, como dice ella, el rey se morirá sin conocer la vergüenza, en cambio ella, morirá con miedo de abrir la boca.
Él es intuitivo y yo soy lógica.
Nos llama la atención esto último, porque por regla general la intuitiva acostumbra ser toda mujer. En cambio el hombre usa más la lógica para ordenar sus actos, es más razonable. Razona más las cosas.
En cambio la mujer se deja llevar más por el instinto.
Cuidado cuando la mujer te dice: este hombre no me gusta. Yo aprendí en carne propia hacerle caso a mi mujer.
Pues bien, los reyes de España, hasta en esto son originales. Es al revés.
El intuye y ella razona.
Con respecto a las bodas de sus hijos, esta señora nos dice que, las bodas pertenecen a las vidas propias de sus hijos.
Ellos deben ser los que eligen, ellos deben ser los que deciden.
Allí ni el padre, ni la madre, ni nadie puede forzar.
Si lo hacemos entramos a estropear la cosa.
Como verán este libro fue escrito antes que sus dos hijas e hijo se casaran. Y ahora que sabemos todos el como fue la elección del cónyuge vemos con claridad la firmeza de actitud de la reina Sofía.
Sus hijas y su hijo eligieron ellos con quien querían casarse.
Los tres eligieron libremente a su cónyuge.
Sus casamientos fueron testimonio de lo que antes su madre, la reina, ya nos había dicho en su libro.
Ese testimonio de un rey y una reina hace mucho bien, pues no podemos dejar de comparar con otras coronas, donde el testimonio de vida, nada es para ponerlo de ejemplo.
Un aire de autenticidad, un aire de cosa autentica, respira todo el libro.
Es para tenerlo en cuenta si en algún momento uno tiene que quedar bien con alguien. A veces uno no sabe que libro comprar.
Este hace quedar bien a cualquiera y además tiene lo interesante, lo original que lo escribe una mujer que además es reina.
Una reina que vive las cosas del amor como toda mujer.
Que enfrenta las cosas familiares, como toda mujer.
Que discute con su esposo, como toda mujer que se aprecie.
En una palabra "La Reina", es un libro lleno de vida.
Lleno de esa vida que cada uno de nosotros vive en su casa: sin ninguna corona, pero que lo vives como toda familia.
Bueno será que terminemos esta pequeña reflexión sobre una reina que es por encima de toda señora de si misma, que es como decir una señora mujer.
¿Saben cómo se conocieron Sofía y Juan Carlos?
Asistían a una boda real cuando eran dos jóvenes.
Al finalizar la fiesta algunos organizaron una salida nocturna y fueron a parar a un cabaret donde se ofrecían espectáculos de striptees.
En un momento dado la joven Sofía se levantó, pidió disculpas, manifestó que este lugar no era para ella y se dispuso a irse. En ese instante también el joven Juan Carlos se levantó y manifestó con voz firme, que él no podía permitir que una princesa se fuera sola.
Así se conocieron y así empezaron a enamorarse y terminaron amándose como se aman hoy.
Son un testimonio vivo del como debe vivirse el amor, aunque sean reyes.
Salvador Casadevall
salvadorcasadevall@yahoo.com.ar
LOS FRUTOS DE LA CRUZ

I. La Cruz es el símbolo y señal del cristiano porque en ella se consumó la Redención del mundo. El Señor empleó la expresión tomar la cruz en diversas ocasiones para indicar cuál había de ser la actitud de sus discípulos ante el dolor y la contradicción. En el Evangelio de la Misa Jesús nos dice: el que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo1. Y en otra ocasión, dirigiéndose a todos los presentes, les advirtió: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame2.
El dolor, en sus diversas manifestaciones, es un hecho universal. San Pablo compara el sufrimiento a los dolores de la madre en su alumbramiento: pues sabemos que la creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto3, y la experiencia nos enseña que todas las criaturas –pobres y ricos, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres– sufren por diversos motivos y causas. Por eso, San Pedro advertía a los primeros cristianos: Carísimos, cuando Dios os prueba con el fuego de las tribulaciones, no os extrañéis, como si os aconteciese una cosa muy extraordinaria4. Parece como si el dolor derivara de la misma naturaleza del hombre. Sin embargo, la fe nos enseña que el sufrimiento penetró en el mundo por el pecado. Dios había preservado al hombre del dolor por un acto de bondad infinita. Creado en un lugar de delicias, si hubiera sido fiel a Dios, habría sido trasladado de este paraíso terreno al Cielo para gozar eternamente de la más pura felicidad.
El pecado de Adán, transmitido a sus descendientes, alteró los planes divinos. Con el pecado, entraron en el mundo el dolor y la muerte. Pero el Señor asumió el sufrimiento humano a través de las privaciones de una vida normal (pasó hambre y sed, se cansó en el trabajo...) y de su Pasión y Muerte en la Cruz, y así convirtió los dolores y penas de esta vida en un bien inmenso. Es más, todos estamos llamados, con el sufrimiento y la mortificación voluntaria, a completar en nuestro cuerpo la Pasión de Jesús5.
La fe en esta participación misteriosa de la Cruz lleva consigo «la certeza interior de que el hombre que sufre completa lo que falta a los padecimientos de Cristo; que en la dimensión espiritual de la obra de la redención sirve, como Cristo, para la salvación de sus hermanos y hermanas. Por lo tanto, no solo es útil a los demás, sino que realiza incluso un servicio insustituible. En el Cuerpo de Cristo (...) precisamente el sufrimiento (...) es el mediador insustituible y autor de los bienes indispensables para la salvación del mundo. El sufrimiento, más que cualquier otra cosa, es el que abre el camino a la gracia que transforma las almas. El sufrimiento, más que todo lo demás, hace presente en la historia de la humanidad la fuerza de la Redención»6.
En nosotros está colaborar con generosidad con Cristo al aceptar con amor el dolor, las contrariedades, las dificultades normales de la vida, la enfermedad... que Él permite para nuestra santificación personal y la de toda la Iglesia. El dolor tiene entonces sentido y nos convertimos en verdaderos colaboradores del Señor en la obra de la salvación de las almas y, si participamos de sus sufrimientos en la tierra, compartiremos un día su gloria y de este modo la obra de nuestra santificación será completa7.
II. El árbol de la Cruz está lleno de frutos. Los sufrimientos nos ayudan a estar más desprendidos de los bienes de la tierra, de la salud... «Deus meus et omnia!», ¡Mi Dios y mi todo!8, exclamaba San Francisco de Asís. Teniéndole a Él no perdemos gran cosa. Por el contrario, «¡dichoso quien pueda decir de todo corazón: Jesús mío, Tú solo me bastas!»9.
Las tribulaciones son una gran oportunidad de expiar mejor nuestras faltas y pecados de la vida pasada. Enseña San Agustín que, especialmente en esas ocasiones, el Señor actúa como médico para curar las llagas que dejaron los pecados y emplea el medicamento de las tribulaciones10. Las dificultades y dolores que padecemos nos mueven a recurrir con más prontitud y constancia a la misericordia divina: En su angustia me buscarán11, dice el Señor por boca del Profeta Oseas. Y Jesús nos invita a que vayamos a Él en esas situaciones difíciles: Venid a Mí todos cuantos andáis fatigados y agobiados, y Yo os aliviaré12. ¡Tantas veces hemos experimentado este alivio! Verdaderamente, Él es nuestro refugio y nuestra fortaleza13 en medio de todas las tempestades de la vida, es el puerto donde hemos de acudir presurosos.
Las contrariedades, la enfermedad, el dolor... nos dan ocasión de practicar muchas virtudes (la fe, la fortaleza, la alegría, la humildad, la identificación con la voluntad divina...) y nos dan la posibilidad de ganar muchos méritos. «Al pensar en todo lo de tu vida que se quedará sin valor, por no haberlo ofrecido a Dios, deberías sentirte avaro: ansioso de recogerlo todo, también de no desaprovechar ningún dolor. —Porque, si el dolor acompaña a la criatura, ¿qué es sino necedad el desperdiciarlo?»14. Y existen épocas en la vida en las que se presenta abundantemente... No dejemos que pase sin que deje bienes copiosos en el alma.
El dolor llevado con sentido cristiano es un gran medio de santidad. Nuestra vida interior necesita también de contradicciones y de obstáculos para crecer. San Alfonso Mª de Ligorio afirmaba que así como la llama se aviva al contacto del aire, así el alma se perfecciona al contacto de las tribulaciones15. Incluso las tentaciones ayudan a progresar en el amor al Señor. Fiel es Dios, quien no permitirá que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas; antes bien, junto con la tentación os dará también la ayuda para soportarla16. Y la prueba sobrellevada junto al Señor nos atrae nuevas gracias y bendiciones.
III. Cuando nos veamos atribulados acudamos a Jesús, en quien siempre encontraremos consuelo y ayuda. Como el Salmista, también nosotros podremos decir: Clamé al Señor en mi congoja, y me escuchó17, pues carecemos de fuerza frente a esa gran multitud que se nos viene encima, y no sabemos qué hacer; mas en Ti tenemos puestos nuestros ojos18. En el Corazón misericordioso de Jesús encontramos siempre la paz y el auxilio. A Él es a quien primero debemos acudir con serenidad para no tener que oír las palabras que un día dirigió el Maestro a Pedro: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?19. «¡Oh, válgame Dios! –exclamaba Santa Teresa–. Cuando Vos, Señor, queréis dar ánimo, ¡qué poco hacen todas las contradicciones!»20. Pidamos siempre ese «ánimo» a Jesús cuando se haga presente el dolor o la tribulación.
Junto al Señor, todo lo podemos; lejos de Él no resistiremos mucho. «Con tan buen amigo presente –nuestro Señor Jesucristo–, con tan buen capitán, que se puso el primero en el padecer, todo se puede sufrir. Él ayuda y da esfuerzo, nunca falta, es amigo verdadero»21. Con Él, nos sabremos comportar con alegría, incluso con buen humor, en medio de las dificultades, como hicieron los santos. Abundantes ejemplos nos han dejado.
El Señor nos enseñará también a ver las pruebas y las penas con más objetividad, para no dar importancia a lo que de hecho no la tiene y para no inventarnos penas que, por falta de humildad, crea la imaginación, o bien aumentarlas de volumen cuando, con un poco de buena voluntad, podemos sobrellevarlas sin darles la categoría de drama o de tragedia.
Al terminar nuestra oración acudimos a Nuestra Señora para que Ella nos enseñe a sacar fruto de todas las dificultades que hayamos de padecer, o que estemos pasando en estos días. «“Cor Mariae perdolentis, miserere nobis!” —invoca al Corazón de Santa María, con ánimo y decisión de unirte a su dolor, en reparación por tus pecados y por los de los hombres de todos los tiempos.
»—Y pídele –para cada alma– que ese dolor suyo aumente en nosotros la aversión al pecado, y que sepamos amar, como expiación, las contrariedades físicas o morales de cada jornada»22.
Meditacion hablar con Dios