domingo, 4 de septiembre de 2011

Estàs entre nosotros!



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18,15-20




Jesús dijo a sus discípulos:

Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos.




Compartiendo la Palabra
Por José Antonio Pagola

¿QUÉ HAGO YO?

«Donde están dos o tres reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos». La mejor manera de hacer presente a Cristo en su Iglesia es mantenernos unidos actuando «en su nombre» y movidos por su Espíritu. La Iglesia no necesita tanto de nuestras confesiones de amor o nuestras críticas cuanto de nuestro compromiso real. No son pocas las preguntas que nos podemos hacer.

¿Qué hago yo por crear un clima de conversión colectiva en el seno de esta Iglesia siempre necesitada de renovación y transformación? ¿Cómo sería la Iglesia si todos vivieran la adhesión a Cristo más o menos como la vivo yo? ¿Sería más o menos fiel a Jesús?

¿Qué aporto yo de espíritu, verdad y autenticidad en esta Iglesia tan necesitada de radicalidad evangélica para ofrecer un testimonio creíble de Jesús en medio de una sociedad indiferente y descreída?

¿Cómo contribuyo con mi vida a edificar una Iglesia más cercana a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, que sepa no sólo enseñar, predicar y exhortar, sino, sobre todo, acoger, escuchar y acompañar a quienes viven perdidos, sin conocer el amor ni la amistad?

¿Qué aporto yo para construir una Iglesia samaritana, de corazón grande y compasivo, capaz de olvidarse de sus propios intereses, para vivir volcada sobre los grandes problemas de la humanidad?

¿Qué hago yo para que la Iglesia se libere de miedos y servidumbres que la paralizan y atan al pasado, y se deje penetrar y vivificar por la frescura y la creatividad que nace del evangelio de Jesús?

¿Qué aporto yo en estos momentos para que la Iglesia aprenda a «vivir en minoría», sin grandes pretensiones sociales, sino de manera humilde, como «levadura» oculta, «sal» transformadora, pequeña «semilla de mostaza» dispuesta a morir para dar vida?

¿Qué hago yo por una Iglesia más alegre y esperanzada, más libre y comprensiva, más transparente y fraterna, más creyente y más creíble, más de Dios y menos del mundo, más de Jesús y menos de nuestros intereses y ambiciones? La Iglesia cambia cuando cambiamos nosotros, se convierte cuando nosotros nos convertimos.

sábado, 3 de septiembre de 2011

El Evangelio de hoy
Lucas 6, 1-5


Un sábado, Jesús iba atravesando unos sembrados y sus discípulos arrancaban espigas al pasar, las restregaban entre las manos y se comían los granos. Entonces unos fariseos les dijeron: "¿Por qué hacen lo que está prohibido hacer en sábado?"

Jesús les respondió: "¿Acaso no han leído lo que hizo David una vez que tenían hambre él y sus hombres? Entró en el templo y tomando los panes sagrados, que sólo los sacerdotes podían comer, comió de ellos y les dio también a sus hombres".

Y añadió: "El Hijo del hombre también es dueño del sábado".


Reflexión
El texto de hoy nos presenta de nuevo la actitud legalista de los Fariseos que no ven más allá de la letra de la ley. Están más preocupados del cumplimento de la ley del sábado, que de darle de comer al hambriento... han visto que los discípulos arrancaban espigas pero no se han dado cuenta de que lo hacían pues tenían hambre ya que nadie les había dado un bocado de pan ese día. Es triste ver que muchas veces esta escena se repite en nuestras vidas, cuando estamos más ocupados de no faltar a la liturgia del Domingo y descuidamos la caridad, muchas veces la más elemental, es decir, la que debemos practicar en nuestras propias casas. Nos preocupa si la gente llega o no tarde; si platica o no en la misa, etc. y pocas veces volteamos a ver las necesidades de esa gente. El evangelio de Jesús es claro que al centro de toda nuestra vida está la Caridad, lo cual no significa no cumplir la ley, sino darle a ésta el justo puesto que Dios le ha dado. No descuidemos el velar por los que menos tienen, por los que pasan necesidad, por los que, en definitiva, nos necesitan... por aquellos que para comer van cortando espigas por el camino. Ofrécete tú para que no tengan que cortar de esas espigas, hazte solidario con todo aquel que pasa necesidad, y habrás cumplido toda la ley.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.