domingo, 30 de noviembre de 2008

RUEDA ROSARIO DE SAN NICOLÁS

Virgen del ROSARIO DE SAN NICOLÁS



De esto se trata la rueda. Cuando recibas esto, decí la oración abajo citada

Por la persona que te lo envía. Es todo lo que tenés que hacer.
Esto es muy poderoso, veras la respuesta de Dios

No pares la rueda, por favor. De todos los regalos gratis que podrás recibir,
una Oración es el mejor que existe. No tiene costo alguno, pero si tiene maravillosas recompensas.

La oración:



Padre, te pido que Bendigas a mis amigos mientras leen esto


en este instante. Donde hay dolor, Dales tu PAZ y Misericordia.

Donde duden de sí mismos, Bríndales renovada confianza en Tu capacidad para trabajar a través de ellos.

Donde hay cansancio o agotamiento te pido que les Des comprensión, paciencia,y fuerza.



Donde hay estancamiento espiritual, te pido que los Renueves Revelando Tu proximidad y Acercándolas a una mayor intimidad Contigo.


Donde hay temor, Revélales Tu amor, y Dales Tu coraje.

Donde existe el pecado como obstáculo, Revélalo y Rompe la garra que tenga sobre sus vidas.

Bendice sus finanzas, Dales amplitud de visión,


y Haz que sus amigos los apoyen y los alienten.

Dale a cada uno de ellos el discernimiento para reconocer las fuerzas de la maldad a su alrededor y el poder que tienen en Ti para derrotarla.


Te lo pido en nombre de JESÚS.

Pasar este mensaje a tus amigos, los bendecirá a todos.
Pasar este mensaje a alguien que no consideres tu amigo
es algo que haría JESÚS
.

La Medalla Milagrosa

Las apariciones
El 1830 es un año clave: tiene lugar en París la primera aparición moderna de la Virgen Santísima. Comienza lo que Pío XII llamó la "era de María", una etapa de repetidas visitaciones celestiales. Entre otras: La Salette, Lourdes, Fátima ... Y como en su visita a Santa Isabel, siempre viene para traernos gracia, para acercarnos a Jesús, el fruto bendito de su vientre. También para recordarnos el camino de salvación y advertirnos las consecuencias de optar por otros caminos.
Sta. Catalina Labouré
Catalina nació el 2 de mayo de 1806, en Fain-les-Moutiers, Borgoña ( Francia ). Entró a la vida religiosa con la Hijas de la Caridad el 22 de enero de 1830 y después de tres meses de postulantado, 21 de abril, fue trasladada al noviciado de París, en la Rue du Bac, 140.
El Corazón de San Vicente
La novicia estaba presente cuando trasladaron los restos de su fundador, San Vicente de Paul, a la nueva iglesia de los Padres Paules a solo unas cuadras de su noviciado. El brazo derecho del santo fue a la capilla del noviciado. En esta capilla, durante la novena, Catalina vio el corazón de San Vicente en varios colores. De color blanco, significando la unión que debía existir entres las congregaciones fundadas por San Vicente. De color rojo, significando el fervor y la propagación que habían de tener dichas congregaciones. De color rojo oscuro, significando la tristeza por el sufrimiento que ella padecería. Oyó interiormente una voz: " el corazón de San Vicente está profundamente afligido por los males que van a venir sobre Francia ". La misma voz añadió un poco mas tarde: " El corazón de San Vicente está mas consolado por haber obtenido de Dios, a través de la intercesión de la Santísima Virgen María, el que ninguna de las dos congregaciones perezca en medio de estas desgracias, sino que Dios hará uso de ellas para reanimar la fe ".
Visiones del Señor en la Eucaristía
Durante los 9 meses de su noviciado en la Rue du Bac, sor Catalina tuvo también la gracia especial de ver todos los días al Señor en el Santísimo Sacramento.
El domingo de la Santísima Trinidad, 6 de junio de 1830, el Señor se mostró durante el evangelio de la misa como un Rey, con una cruz en el pecho. De pronto, los ornamentos reales de Jesús cayeron por tierra, lo mismo que la cruz, como unos despojos desperdiciables. "Inmediatamente - escribió sor Catalina - tuve las ideas mas negras y terribles: que el Rey de la tierra estaba perdido y sería despojado de sus vestiduras reales. Sí, se acercaban cosa malas ".

Lapolémica celebración del cardenal Schonborn

http://la-buhardilla-de-jeronimo.blogspot.com/2008/11/la-polmica-celebracin-del-cardenal.html

Hace pocos días nos enterábamos por Rorate Caeli de la existencia de un video que muestra al cardenal arzobispo de Viena celebrando una Misa, al parecer, muy peculiar. También se hicieron eco de la noticia otros blogs y sitios católicos; entre ellos el popular blog del Padre Z. A raíz de las dimensiones que fueron tomando las críticas al cardenal Christoph Schönborn, y de la polémica que se desató, su vocero ha enviado una nota al Padre John Zuhlsdorf, en la cual afirma que la Misa presidida por el arzobispo de Viena fue celebrada conforme a las rúbricas litúrgicas.


Algunas personas se han sentido seriamente ofendidas por la Santa Misa para jóvenes celebrada el 16 de noviembre por el Cardenal de Viena Christoph Schönborn en Wolfsthal, un pueblo cercano a la frontera austríaco-eslovaca.




Contrariamente a lo que se presume, debido a la de muchas maneras amateur e irreal transmisión grabada por Gloria TV, debe ser claramente establecido que ningún tipo de especificaciones litúrgicas ha sido violado en esta celebración.



El pan eucarístico era sin levadura, y su forma seguía estrictamente la que ha sido usada en Medio Oriente desde el primer siglo. La “masa plana” es similar a la forma usada en estos días en Mossul – la metrópolis ubicada en el río Tigris donde los cristianos aún dan testimonio de la Verdad de Jesús con su propia sangre.


Werner Pirkner, consejero espiritual para la Santa Misa en Wolfsthal, y Stephan Bazalka, coordinador de la Juventud Católica, pusieron la más alta atención al hecho de que cuando se partiera el Pan, ningún pequeño pedazo tocase el suelo.



Aquellos que se han atrevido, tentados por una cobertura fragmentaria de las noticias, a presentar acusaciones contra el arzobispo de Viena, pueden reconsiderar, arrepentirse, y pedir a Dios por Su perdón. ¡Oremos todos juntos por la Santa Iglesia!


Erich Leitenberger
Vocero de S. E. Card. Schönborn



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Es probable, como dice el vocero del arzobispo, que en la celebración no se haya violado ninguna especificación litúrgica en forma directa. A nuestro entender, lo que sí se viola en este tipo de celebraciones es el espíritu mismo de la liturgia, privándola de su sacralidad. Por otra parte, ha de entenderse que las rúbricas no pueden contener una lista de prohibiciones que responda a todas las ocurrencias que la creatividad individual pudiera producir. Tal cosa sería ridícula. Pero algunos parecen conducirse con la consigna que reza: “todo lo que no está expresamente prohibido, está permitido”.

*

Finalmente, ¿creerán que actuando así ayudan a los jóvenes a profundizar en su fe, a respetar y amar el Sacramento Eucarístico, a despertar en ellos el espíritu de adoración? Nosotros pensamos que actuando así consiguen todo lo contrario.

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Espíritu de Adviento


miércoles, 26 de noviembre de 2008


MARÍA EN EL NACIMIENTO DE JESUS


1. En la narración del nacimiento de Jesús, el evangelista Lucas refiere algunos datos que ayudan a comprender mejor el significado de ese acontecimiento.
Ante todo, recuerda el censo ordenado por César Augusto, que obliga a José, «de la casa y familia de David», y a María, su esposa, a dirigirse «a la ciudad de David, que se llama Belén» (Lc 2,4).
Al informarnos acerca de las circunstancias en que se realizan el viaje y el parto, el evangelista nos presenta una situación de austeridad y de pobreza, que permite vislumbrar algunas características fundamentales del reino mesiánico: un reino sin honores ni poderes terrenos, que pertenece a Aquel que, en su vida pública, dirá de sí mismo: «El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9,58).
2. El relato de San Lucas presenta algunas anotaciones, aparentemente poco importantes, con el fin de estimular al lector a una mayor comprensión del misterio de la Navidad y de los sentimientos de la Virgen al engendrar al Hijo de Dios.
La descripción del acontecimiento del parto, narrado de forma sencilla, presenta a María participando intensamente en lo que se realiza en ella: «Dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre» (Lc 2,7). La acción de la Virgen es el resultado de su plena disponibilidad a cooperar en el plan de Dios, manifestada ya en la Anunciación con su «Hágase en mí según tu voluntad» (Lc 1,38).
María vive la experiencia del parto en una situación de suma pobreza: no puede dar al Hijo de Dios ni siquiera lo que suelen ofrecer las madres a un recién nacido; por el contrario, debe acostarlo «en un pesebre», una cuna improvisada que contrasta con la dignidad del «Hijo del Altísimo». 3. El evangelio explica que «no había sitio para ellos en el alojamiento» (Lc 2,7). Se trata de una afirmación que, recordando el texto del prólogo de San Juan: «Los suyos no lo recibieron» (Jn 1,11), casi anticipa los numerosos rechazos que Jesús sufrirá en su vida terrena. La expresión «para ellos» indica un rechazo tanto para el Hijo como para su Madre y muestra que María ya estaba asociada al destino de sufrimiento de su Hijo y era partícipe de su misión redentora.
Jesús, rechazado por los «suyos», es acogido por los pastores, hombres rudos y no muy bien considerados, pero elegidos por Dios para ser los primeros destinatarios de la buena nueva del nacimiento del Salvador. El mensaje que el ángel les dirige es una invitación a la alegría: «Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo» (Lc 2,10), acompañada por una exhortación a vencer todo miedo: «No temáis».
En efecto, la noticia del nacimiento de Jesús representa para ellos, como para María en el momento de la Anunciación, el gran signo de la benevolencia divina hacia los hombres. En el divino Redentor, contemplado en la pobreza de la cueva de Belén, se puede descubrir una invitación a acercarse con confianza a Aquel que es la esperanza de la humanidad.
El cántico de los ángeles: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace», que se puede traducir también por «los hombres de la benevolencia» (Lc 2,14), revela a los pastores lo que María había expresado en su Magníficat: el nacimiento de Jesús es el signo del amor misericordioso de Dios, que se manifiesta especialmente hacia los humildes y los pobres.
4. A la invitación del ángel los pastores responden con entusiasmo y prontitud: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado» (Lc 2,15).
Su búsqueda tiene éxito: «Encontraron a María y a José, y al niño» (Lc 2,16). Como nos recuerda el Concilio, «la Madre de Dios muestra con alegría a los pastores (...) a su Hijo primogénito»(114). Es el acontecimiento decisivo para su vida.
El deseo espontáneo de los pastores de referir «lo que les habían dicho acerca de aquel niño» (Lc 2,17), después de la admirable experiencia del encuentro con la Madre y su Hijo, sugiere a los evangelizadores de todos los tiempos la importancia, más aún, la necesidad de una profunda relación espiritual con María, que permita conocer mejor a Jesús y convertirse en heraldos jubilosos de su Evangelio de salvación.
Frente a estos acontecimientos extraordinarios, San Lucas nos dice que María «guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19). Mientras los pastores pasan del miedo a la admiración y a la alabanza, la Virgen, gracias a su fe, mantiene vivo el recuerdo de los acontecimientos relativos a su Hijo y los profundiza con el método de la meditación en su corazón, o sea, en el núcleo mas íntimo de su persona. De ese modo, ella sugiere a otra madre, la Iglesia, que privilegie el don y el compromiso de la contemplación y de la reflexión teológica, para poder acoger el misterio de la salvación, comprenderlo más y anunciarlo con mayor impulso a los hombres de todos

domingo, 23 de noviembre de 2008

EVANGELIO DEL DÍA 25 de Noviembre

MARTES 25

Evangelio según San Lucas 21,5-11.

Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.



Palabra del Señor

Santa Cecilia

Virgen, mártir de la Iglesia primitiva, patrona de los músicos.
Fiesta: Noviembre 22

Breve: El culto de santa Cecilia, bajo cuyo nombre fue construida en Roma una basílica en el siglo V, se difundió ampliamente a causa del relato de su martirio, en el que es ensalzada como ejemplo perfectísimo de la mujer cristiana, que abrazó la virginidad y sufrió el martirio por amor a Cristo.

Durante más de mil años, Santa Cecilia ha sido una de las mártires de la primitiva Iglesia más veneradas por los cristianos. Su nombre figura en el canon de la misa. Las "actas" de la santa afirman que pertenecía a una familia patricia de Roma y que fue educada en el, cristianismo. Solía llevar un vestido de tela muy áspera bajo la túnica propia de su dignidad, ayunaba varios días por semana y había consagrado a Dios su virginidad. Pero su padre, que veía las cosas de un modo diferente, la casó con un joven patricio llamado Valeriano. El día de la celebración del matrimonio, en tanto que los músicos tocaban y los invitados se divertían, Cecilia se sentó en un rincón a cantar a Dios en su corazón y a pedirle que la ayudase. Cuando los jóvenes esposos se retiraron a sus habitaciones, Cecilia, armada de todo su valor, dijo dulcemente a su esposo: "Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí." Valeriano replicó: "Muéstramelo. Si es realmente un ángel de Dios, haré lo que me pides." Cecilia le dijo: "Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el agua del bautismo verás al ángel." Valeriano accedió y fue a buscar al obispo Urbano, quien se hallaba entre los pobres, cerca de la tercera mojonera de la Vía Apia. Urbano le acogió con gran gozo. Entonces se acercó un anciano que llevaba un documento en el que estaban escritas las siguientes palabras: "Un solo Señor, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todo y en nuestros corazones." Urbano preguntó a Valeriano: "¿Crees esto?" Valeriano respondió que sí y Urbano le confirió el bautismo. Cuando Valeriano regresó a donde estaba Cecilia, vio a un ángel de pie junto a ella. El ángel colocó sobre la cabeza de ambos una guirnalda de rosas y lirios. Poco después llegó Tiburcio, el hermano de Valeriano y los jóvenes esposos le ofrecieron una corona inmortal si renunciaba a los falsos dioses. Tiburcio se mostró incrédulo al principio y preguntó: " ¿Quién ha vuelto de más allá de la tumba a hablarnos de esa otra vida?" Cecilia le habló largamente de Jesús. Tiburcio recibió el bautismo, y al punto vio muchas maravillas.

Desde entonces, los dos hermanos se consagraron a la práctica de las buenas obras. Ambos fueron arrestados por haber sepultado los cuerpos de los mártires. Almaquio, el prefecto ante el cual comparecieron, empezó a interrogarlos. Las respuestas de Tiburcio le parecieron, desvaríos de loco. Entonces, volviéndose hacia Valeriano, le dijo que esperaba que le respondería en forma más sensata. Valeriano replicó que tanto él como su hermano estaban bajo cuidado del mismo médico, Jesucristo, el Hijo de Dios, quien les dictaba sus respuesta. En seguida comparó, con cierto detenimiento, los gozos del cielo con los de la tierra; pero Almaquio le ordenó que cesase de disparatar y dijese a la corte si estaba dispuesto a sacrificar a los dioses para obtener la libertad. Tiburcio y Valeriano replicaron juntos: "No, no sacrificaremos a los dioses sino al único Dios, al que diariamente ofrecemos sacrificio." El prefecto les preguntó si su Dios se llamaba Júpiter. Valeriano respondió: "Ciertamente no. Júpiter era un libertino infame, un criminal y un asesino, según lo confiesan vuestros propios escritores."

Valeriano se regocijó al ver que el prefecto los mandaba azotar y hablaron en voz alta a los cristianos presentes: "¡Cristianos romanos, no permitáis que mis sufrimientos os aparten de la verdad! ¡Permaneced fieles al Dios único, y pisotead los ídolos de madera y de piedra que Almaquio adora!" A pesar de aquella perorata, el prefecto tenía aún la intención de concederles un respiro para que reflexionasen; pero uno de sus consejeros le dijo que emplearían el tiempo en distribuir sus posesiones entre los pobres, con lo cual impedirían que el Estado las confiscase. Así pues, fueron condenados a muerte. La ejecución se llevó a cabo en un sitio llamado Pagus Triopius, a seis kilómetros de Roma. Con ellos murió un cortesano llamado Máximo, el cual, viendo la fortaleza de los mártires, se declaró cristiano.

Cecilia sepultó los tres cadáveres. Después fue llamada para que abjurase de la fe. En vez de abjurar, convirtió a los que la inducían a ofrecer sacrificios. El Papa Urbano fue a visitarla en su casa y bautizó ahí a 400 personas, entre las cuales se contaba a Gordiano, un patricio, quien estableció en casa de Cecilia una iglesia que Urbano consagró más tarde a la santa. Durante el juicio, el prefecto Almaquio discutió detenidamente con Cecilia. La actitud de la santa le enfureció, pues ésta se reía de él en su cara y le atrapó con sus propios argumentos. Finalmente, Almaquio la condenó a morir sofocada en el baño de su casa. Pero, por más que los guardias pusieron en el horno una cantidad mayor de leña, Cecilia pasó en el baño un día y una noche sin recibir daño alguno. Entonces, el prefecto envió a un soldado a decapitarla. El verdugo descargó tres veces la espada sobre su cuello y la dejó tirada en el suelo. Cecilia pasó tres días entre la vida y la muerte. En ese tiempo los cristianos acudieron a visitarla en gran número. La santa legó su casa a Urbano y le confió el cuidado de sus servidores. Fue sepultada junto a la cripta pontificia, en la catacumba de San Calixto.

Esta historia tan conocida que los cristianos han repetido con cariño durante muchos siglos, data aproximadamente de fines del siglo V, pero desgraciadamente no podemos considerarla como verídica ni fundada en documentos auténticos. Tenemos que reconocer que lo único que sabemos con certeza sobre San Valeriano y San Tiburcio es que fueron realmente martirizados, que fueron sepultados en el cementerio de Pretextato y que su fiesta se celebraba el 14 de abril. La razón original del culto de Santa Cecilia fue que estaba sepultada en un sitio de honor por haber fundado una iglesia, el "titulus Caeciliae". Por lo demás, no sabemos exactamente cuándo vivió, ya que los especialistas sitúan su martirio entre el año 177 (de Rossi) y la mitad del siglo IV (Kellner).

E1 Papa San Pascual I (817-824) trasladó las presuntas reliquias de Santa Cecilia, junto con las de los santos Tiburcio, Valeriano y Máximo, a la iglesia de Santa Cecilia in Transtévere. (Las reliquias de la santa habían sido descubiertas, gracias a un sueño, no en el cementerio de Calixto, sino en el cementerio de Pretextato). En 1599, el cardenal Sfondrati restauró la iglesia en honor a la Santa en Transtévere y volvió a enterrar las reliquias de los cuatro mártires. Según se dice, el cuerpo de Santa Cecilia estaba incorrupto y entero, por más que el Papa Pascual había separado la cabeza del cuerpo, ya que, entre los años 847 y 855, la cabeza de Santa Cecilia formaba parte de las reliquias de los Cuatro Santos Coronados. Se cuenta que, en 1599, se permitió ver el cuerpo de Santa Cecilia al escultor Maderna, quien esculpió una estatua de tamaño natural, muy real y conmovedora. "No estaba de espaldas como un cadáver en la tumba," dijo más tarde el artista, sino recostada del lado derecho, como si estuviese en la cama, con las piernas un poco encogidas, en la actitud de una persona que duerme." La estatua se halla actualmente en la iglesia de Santa Cecilia, bajo el altar próximo al sitio en el que se había sepultado nuevamente el cuerpo en un féretro de plata. Sobre el pedestal de la estatua puso el escultor la siguiente inscripción: "He aquí a Cecilia, virgen, a quien yo vi incorrupta en el sepulcro. Esculpí para vosotros, en mármol, esta imagen de la santa en la postura en que la vi." De Rossi determinó el sitio en que la santa había estado originalmente sepultada en el cementerio de Calixto, y se colocó en el nicho una réplica de la estatua de Maderna.

Sin embargo, el P. Delehaye y otros autores opinan que no existen pruebas suficientes de que, en 1599, se haya encontrado entero el cuerpo de la santa, en la forma en que lo esculpió Maderna. En efecto, Delehaye y Dom Quentin subrayan las contradicciones que hay en los relatos del descubrimiento, que nos dejaron Baronio y Bosio, contemporáneos de los hechos. Por otra parte, en el período inmediatamente posterior a las persecuciones no se hace mención de ninguna mártir romana llamada, Cecilia. Su nombre no figura en los poemas de Dámaso y Prudencio, ni en los escritos de Jerónimo y Ambrosio, ni en la "Depositio Martyrum" (siglo IV). Finalmente, la iglesia que se llamó más tarde "titulus Sanctae Caeciliae" se llamaba originalmente "títulus Caecilia", es decir, fundada por una dama llamada Cecilia.

Santa Cecilia es muy conocida en la actualidad por ser la patrona de los músicos. Sus "actas" cuentan que, al día de su matrimonio, en tanto que los músicos tocaban, Cecilia cantaba a Dios en su corazón. Al fin de la Edad Media, empezó a representarse a la santa tocando el órgano y cantando.

Tomado del libro: Vida de los Santos de Butler, vol. IV.

El Señor cuida de nosotros
Por mas escondido que parezca el bien o el mal que hacemos, sin embargo, siempre se descubre.
De la misma manera, aunque permanezcamos mudos ante las falsas acusaciones, no por eso quedaremos sin defensa.
EL MISMO SEÑOR RESPONDERA POR NOSOTROS..!!!!
No nos trata el Señor con el mismo rigor con que se trató a sí mismo...¡Nadie salio en su defensa estando en la cruz!
Cuando se trata de falsas acusaciones contra nosotros, el mueve los corazones para que alguien nos defienda. Y cuando no ocurre eso, quiere decir que no es necesario.
Lo que importa es alegrarse de ser reprendido sin motivo. Es muy grande el provecho que de esto nos viene. Se comienza a ganar libertad. Que digan bien o mal de nosotros sera igual. Ni se nos ocurrirá qué contestar aunque nos injurien o acusen en nuestra propia cara.
Al principio es algo muy dificultoso. Pero me consta que con la ayuda del Señor, se pueda alcanzar esta negación y desprendimiento de nosotros mismos.
Santa Teresa de Jesús
Sari

"Una perlita para tu corazón".

"Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame".
San Marcos 8:34.
Se acuerdan en el evangelio de San Marcos 10:1-22, que nos narra la historia de un joven rico que seguía a Jesús; y por lo que nos cuenta el relato sabemos que cumplía en todo lo que mandaba la LEY, y hasta se interesaba por saber qué debía hacer para heredar la vida eterna. Aparentemente todo estaba bien en su vida, y Jesús lo amó; pero cuando el Señor le dijo: "Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz, se afligió por lo que había escuchado, y con tristeza se alejó de Jesús.
Hermano hoy quiero animarte, a que salgas de tu comodidad, como le pasaba a este joven rico, prefirió continuar con sus viejas costumbres, con sus viejas tradiciones y de seguir disfrutando de su gran bienestar, antes de aceptar la palabra del Señor y obedecerla.
Sí realmente estamos dispuesto a seguir al Señor, debemos vivir una vida de abnegación, de desinterés por lo efímero y transitorio. Te animo que en este día le digas a Jesús que lo seguís, con todo tu corazón con todas tus fuerzas, que lo amas y que esperas en Él su perfecta voluntad.

sábado, 22 de noviembre de 2008

"Palabra de bendición para este día".

"TE BASTA CON MI GRACIA, PUES MI PODER SE PERFECCIONA EN LA DEBILIDAD".
2 Corintios 12:9.

Oración al buen Pastor



¿Dónde pastoreas, pastor bueno, tú que cargas sobre hombros a toda la grey?; (toda la humanidad, que car­gaste sobre tus hombros, es, en efecto, como una sola oveja). Muéstrame el lugar de reposo, guíame hasta el pasto nutritivo, llámame por mi nombre para que yo, oveja tuya, escuche tu voz, y tu voz me dé la vida eterna: Avísame, amor de mi alma, dónde pastoreas.
Te nombro de este modo, porque tu nombre supera cualquier otro nombre y cualquier inteligencia, de tal manera que ningún ser racional es capaz de pronun­ciarlo o de comprenderlo. Este nombre, expresión de tu bondad, expresa el amor de mi alma hacia ti. ¿Cómo puedo dejar de amarte, a ti que de tal manera me has amado, a pesar de mi negrura, que has entregado tu vida por las ovejas de tu rebaño? No puede imaginarse un amor superior a éste, el de dar tu vida a trueque de mi salvación.
Enséñame, pues –dice el texto sagrado–, dónde pasto­reas, para que pueda hallar los pastos saludables y sa­ciarme del alimento celestial, que es necesario comer para entrar en la vida eterna; para que pueda asimismo acudir a la fuente y aplicar mis labios a la bebida divina que tú, como de una fuente, proporcionas a los sedientos con el agua que brota de tu costado, venero de agua abierto por la lanza, que se convierte para todos los que de ella beben en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
Si de tal modo me pastoreas, me harás recostar al me­diodía, sestearé en paz y descansaré bajo la luz sin mez­cla de sombra; durante el mediodía, en efecto, no hay sombra alguna, ya que el sol está en su vértice; bajo esta luz meridiana haces recostar a los que has pastoreado, cuando haces entrar contigo en tu refugio a tus ayudan­tes. Nadie es considerado digno de este reposo meridia­no si no es hijo de la luz y del día. Pero el que se aparta de las tinieblas, tanto de las vespertinas como de las matutinas, que significan el comienzo y el fin del mal, es colocado por el sol de justicia en la luz del mediodía, para que se recueste bajo ella.
Enséñame, pues, cómo tengo que recostarme y pacer, y cuál sea el camino del reposo meridiano, no sea que por ignorancia me sustraiga de tu dirección y me junte a un rebaño que no sea el tuyo.
Esto dice la esposa del Cantar, solícita por la belleza que le viene de Dios y con el deseo de saber cómo al­canzar la felicidad eterna.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Magníficat anima mea Dominum!(Lc 1,46)


Mes de Maria)

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

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Queridos hermanos y hermanas: 1. María, inspirándose en la tradición del Antiguo Testamento, celebra con el cántico del Magníficat las maravillas que Dios realizó en ella. Ese cántico es la respuesta de la Virgen al misterio de la Anunciación: el ángel la había invitado a alegrarse; ahora María expresa el jubilo de su espíritu en Dios, su salvador. Su alegría nace de haber experimentado personalmente la mirada benévola que Dios le dirigió a ella, criatura pobre y sin influjo en la historia.

Con la expresión Magníficat, versión latina de una palabra griega que tenía el mismo significado, se celebra la grandeza de Dios, que con el anuncio del ángel revela su omnipotencia, superando las expectativas y las esperanzas del pueblo de la alianza e incluso los mas nobles deseos del alma humana.

Frente al Señor, potente y misericordioso, María manifiesta el sentimiento de su pequeñez: «Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava» (Lc 1, 46­48). Probablemente, el término griego tapeinosis esta tomado del cántico de Ana, la madre de Samuel. Con él se señalan la «humillación» y la «miseria» de una mujer estéril (cf. 1S 1, 11), que encomienda su pena al Señor. Con una expresión semejante, María presenta su situación de pobreza y la conciencia de su pequeñez ante Dios que, con decisión gratuita, puso su mirada en ella, joven humilde de Nazaret, llamándola a convertirse en la madre del Mesías.

2. Las palabras «desde ahora me felicitaran todas las generaciones» (Lc 1, 48) toman como punto de partida la felicitación de Isabel, que fue la primera en proclamar a María «dichosa» (Lc 1, 45). E1 cántico, con cierta audacia, predice que esa proclamación se irá extendiendo y ampliando con un dinamismo incontenible. Al mismo tiempo, testimonia la veneración especial que la comunidad cristiana ha sentido hacia la Madre de Jesús desde el siglo I. El Magníficat constituye la primicia de las diversas expresiones de culto, transmitidas de generación en generación, con las que la Iglesia manifiesta su amor a la Virgen de Nazaret.

3. «El Poderoso ha hecho obras grandes por mí, su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (Lc 1, 49­50).

¿Que son esas «obras grandes» realizadas en María por el Poderoso? La expresión aparece en el Antiguo Testamento para indicar la liberación del pueblo de Israel de Egipto o de Babilonia. En el Magníficat se refiere al acontecimiento misterioso de la concepción virginal de Jesús, acaecido en Nazaret después del anuncio del ángel.

En el Magníficat, cántico verdaderamente teológico porque revela la experiencia del rostro de Dios hecha por María, Dios no sólo es el Poderoso, pare el que nada es imposible, como había declarado Gabriel (cf. Lc 1, 37), sino también el Misericordioso, capaz de ternura y fidelidad para con todo ser humano.

4. «Él hace proezas con su brazo; dispersa a los soberbios de corazón; derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos» (Lc 1, 51­53).

Con su lectura sapiencial de la historia, María nos lleva a descubrir los criterios de la misteriosa acción de Dios. El Señor, trastrocando los juicios del mundo, viene en auxilio de los pobres y los pequeños, en perjuicio de los ricos y los poderosos, y, de modo sorprendente, colma de bienes a los humildes, que le encomiendan su existencia (Redemptoris Mater, 37).

Estas palabras del cántico, a la vez que nos muestran en María un modelo concreto y sublime, nos ayudan a comprender que lo que atrae la benevolencia de Dios es sobre todo la humildad del corazón.

5. Por ultimo, el cántico exalta el cumplimiento de las promesas y la fidelidad de Dios hacia el pueblo elegido: «Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia por siempre» (Lc 1, 54­55).

María, colmada de dones divinos, no se detiene a contemplar solamente su caso personal, sino que comprende que esos dones son una manifestación de la misericordia de Dios hacia todo su pueblo. En ella Dios cumple sus promesas con una fidelidad y generosidad sobreabundantes.

El Magníficat, inspirado en el Antiguo Testamento y en la espiritualidad de la hija de Sión, supera los textos proféticos que están en su origen, revelando en la «llena de gracia» el inicio de una intervención divina que va mas allá de las esperanzas mesiánicas de Israel: el misterio santo de la Encarnación del Verbo.
Juan Pablo

miércoles, 19 de noviembre de 2008

¿Enseña la Biblia la doctrina de la Trinidad?

. Las referencias trinitarias en el NT Por todo lo que hemos visto en las páginas precedentes no debería resultarnos chocante que el Nuevo Testamento una de manera repetida al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Tal conducta sería ilógica de no creer sus autores en la Trinidad, porque, ¿cuál sería la razón para justificar la presentación conjunta del Dios omnipotente, un mini-dios y una fuerza sin personalidad? No vamos a tratar este tema de manera exhaustiva, pero sí podemos ver algunos ejemplos antes de concluir este capítulo:
Los primeros cristianos utilizaban fórmulas trinitarias. "La bondad inmerecida del Señor Jesucristo y el amor de Dios y la participación en el Espíritu Santo estén con todos ustedes" (2Cor 13,13) (en la VNM aparece numerado por razones desconocidas como versículo 14).
"Pero ustedes han sido lavados, pero ustedes han sido santificados, pero ustedes han sido declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios" (1Cor 6,11) (VNM).
"Un cuerpo hay y un espíritu, así como ustedes fueron llamados en una sola esperanza a la cual fueron llamados; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, que es sobre todos y por todos y en todos" (Ef 4,4-6) (VNM).
Aquellos primeros cristianos no se sentían avergonzados de concluir sus cartas, como la Segunda a los Corintios, con una triple invocación en la que se unían el Padre, el Hijo y el Espíritu; tampoco les avergonzaba recordar que toda la labor de salvación en su vida era fruto del Padre, del Hijo y del Espíritu, y sentían un especial orgullo al poder decir que en su vida estaba presente un solo Señor, un solo Espíritu y un solo Padre. Ésa era su experiencia vital y su fe, y jamás se les hubiera podido pasar por la cabeza que el Espíritu que movía a la Iglesia era una simple fuerza activa sin personalidad, y que el Hijo no era sino un dios, un arcángel encarnado.
Los primeros cristianos creían que los carismas entregados a la Iglesia procedían de la Trinidad. No era sólo el testimonio de los apóstoles lo que movía a los primeros cristianos a confirmarse en aquella fe trinitaria, sino también la propia experiencia cotidiana de vida eclesial. Existía en ellos la absoluta convicción de que su vida de fe edificada por los carismas divinos era alimentada por las tres personas de la Trinidad: "Ahora bien, hay variedades de dones, pero hay el mismo Espíritu, y hay variedades de ministerios, y sin embargo hay el mismo Señor, y hay variedades de operaciones, y sin embargo es el mismo Dios quien ejecuta todas las operaciones en todos" (1Cor 12,4-6).
El bautismo en el nombre de la Trinidad. A fin de cuentas, todo lo que hemos visto con anterioridad no tenía nada de extraño para los primeros cristianos. En la enseñanza de los apóstoles se había transmitido la orden dada por el propio Jesús en el sentido de que el sacramento de entrada en la comunión de los creyentes, el bautismo, se celebrara en el nombre común del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: "Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo" (Mt 28,19) (VNM).
Fíjese bien el lector que Jesús no atribuyó nombres distintos a cada una de las tres personas de la Trinidad, sino que enseñó la existencia de un nombre común a los tres. Pero ¿es siquiera verosímil que Dios iba a tener un nombre común con un arcángel y una fuerza que ni siquiera tiene personalidad? Resulta patente que no; como también le resultará seguramente claro al lector, tras la lectura de las evidencias bíblicas indicadas en las páginas anteriores, que la Biblia sí enseña la doctrina de la Trinidad.
3. Conclusión
Al autor de estas líneas, y no dice esto con petulancia, le parece que el concepto de la divinidad que aparece en el Nuevo Testamento es con mucho el más grandioso que podría captar la atención del ser humano. Frente a la grosería de los politeísmos o la frialdad del panteísmo, surge la grandeza moral del monoteísmo. Pero no se trata de un monoteísmo como el islámico (y, en buena medida, el del judaísmo), en el que Dios es un ser lejano e inaccesible a nosotros. El Nuevo Testamento enseña que ese Dios se hizo carne y habitó entre nosotros, que creció como un ser humano, que conoce hasta la fibra más íntima de nuestro ser y que, por ello, hace posible que nos acerquemos a él con toda confianza (Heb 2,17-18; 4,15-16). Este mismo Dios, lleno de amor y compasión, no retrocedió ante nada en favor nuestro, hasta el punto de verse injustamente juzgado, escarnecido, escupido, torturado, condenado y, finalmente, muerto en uno de los suplicios más terribles que ha ideado el ser humano: la cruz.
Pero la muerte no podía contener al autor de la vida (He 3,15) y, vuelto de entre los muertos, provocó entre sus discípulos una convicción más firme aún de que era su Señor y su Dios (Jn 20,28).
Aquello no era el final, sino casi el principio. El Espíritu Santo enviado por el Padre ha guiado desde entonces a la Iglesia redimida por la sangre del Hijo. La ha impulsado, le ha dado dones y carismas, ha intercedido por ella. La misma vida eclesial sería inconcebible sin su presencia continua.
Frente a estas realidades gloriosas, las sectas ofrecen un panorama que, en realidad, arranca de concepciones paganas: Jesús fue sólo un hombre o, como mucho, un arcángel, un dios. Su obra fue de mucho menos valor del que señalan las Escrituras, e incluso necesita ser enmendada por las revelaciones de los profetas o mesías de turno.
El Espíritu Santo es una mera fuerza, como la electricidad. Un impulso desprovisto de razón o personalidad que, en la mayoría de las teologías de las sectas, ya no actúa en medio del pueblo de Dios.
Puede que a alguien le resulte consoladora una visión tan patética, tan capitidisminuida, tan tergiversada del Dios de la Biblia. Al que escribe estas líneas, sin embargo, le atrae más la gloriosa realidad que sólo hemos podido ver a vuelo de pájaro en las páginas anteriores. Le convence más el Dios de amor encarnado que el arcángel enviado en sustitución de Dios a salvarnos. Le conmueve más el Dios-Espíritu Santo que intercede por él con gemidos indecibles (Rom 8,26-27) que esa fuerza activa impersonal que, a semejanza de la electricidad, ni siente ni padece y se mueve ciega y sin saber adónde la llevan. A ese Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sea la gloria por los siglos de los siglos.

Vivid vuestra consagración



MI CORAZÓN SERÁ VUESTRO REFUGIO
9 de noviembre de 1975.

"(...) Has sido elegido por Mí misma para hacer comprender a todos _sobre todo a tus hermanos Sacerdotes_ las riquezas y las maravillas de mi Corazón Inmaculado.

En Fátima he señalado mi Corazón Inmaculado como medio de salvación para toda la Humanidad. He trazado el camino del retorno a Dios. No he sido escuchada.

Ahora quiero ofreceros mi Corazón Inmaculado como vuestro único refugio en los momentos tan dolorosos que os esperan.

Día tras día aumentarán vuestros sufrimientos: la crisis actual de mi Iglesia se acentuará hasta la abierta rebelión por parte, sobre todo, de uchos hijos míos que participan en el Sacerdocio de mi Hijo Jesús. La oscuridad, que ya ha aumentado tanto, se hará noche profunda sobre el mundo.

El ateísmo marxista lo contaminará todo; niebla venenosa penetrará en todos los ambientes y llevará a muchos hijos míos a la muerte en la fe.

Subvertirá las verdades contenidas en el Evangelio. Negará la naturaleza divina de mi Hijo y el origen divino de la Iglesia; sobre todo, amenazará su estructura jerárquica e intentará derribar la Piedra sobre la que el edificio de la Iglesia está construido.

Éste es el momento en que quiero derramar sobre todos mis hijos la misericordia de mi Corazón Inmaculado para salvarlos con mi amor materno, que siempre comprende, socorre y perdona.

Yo misma quiero actuar a través de vosotros, mis Sacerdotes predilectos.
Para que pueda hacerlo, debéis ofrecerme vuestra plena disponibilidad. Podré obrar tanto más en vosotros cuanto más os dejéis poseer por mi dulce acción de Madre.

Esto lo hacéis con vuestra consagración a mi Corazón Inmaculado; es el único acto necesario para formar parte de mi Movimiento Sacerdotal.

Hacedla, renovadla a menudo, pero sobre todo, hijos, vivid vuestra consagración.

¡Cuánto consuelo dais a mi Corazón dolorido cuando en vuestros encuentros, reunidos en la Concelebración, todos juntos renováis el acto de Consagración a mi Corazón Inmaculado!

Si vivis vuestra Consagración, vuestra vida será verdaderamente transformada: os habituaré a mi modo de ver, de sentir, de orar, de amar.
Os comunicaré mi espíritu y os haré cada vez más pequeños, sencillos y humildes.
Os llevaré a confiar siempre y sólo en Dios. Y cuanto más aumente la duda y la negación, tanto más encontraréis solo en Él vuestra certeza y seréis sus testigos.
Os haré amar mucho a la Iglesia. Hoy la Iglesia atraviesa momentos de grandes sufrimientos porque cada vez es menos amada por sus hijos.
Muchos la quieren renovar y purificar sólo con la crítica, con ataques violentos a su institución. ¡Nada se renueva ni se purifica sin amor!
Os haré amar al Papa con un amor filial y profundo; la Madre os conducirá a llevar con Él la Cruz yi a compartir sus sufrimientos.
¿Dónde están ahora los Sacerdotes cercanos a este primer Sacerdote, a este primer hijo que la Madre ama con ternura particular?
Sed vosotros, Sacerdotes consagrados a mi Corazón Inmaculado, los más cercanos al corazón del Papa.
Orad por Él, sufrid con Él, estad siempre con Él. Escuchadlo, praticad cuanto os indique, propagad su desoída enseñanza.
En la hora de la noche más profunda será ella la única Luz encendida. Vosotros seréis iluminado por esa Luz, y conducidos por Mí, la difundiréis en todo el mundo invadido por las tinieblas.
Y será también con el arma de vuestra fidelidad con la que Yo combatiré y vencerá en la batalla.

Por esto, hijos, os invito a refugiaros completamente en mi Corazón Inmaculado."

EL VERDADERO AMOR

AMATE, AMA, Y DEJATE AMAR
RESPETATE Y RESPETA
PEDÍ PERDÓN Y PERDONÁ
NO LLENES DE RENCOR EL CORAZÓN DE LOS DEMÁS.
NO TE DEJES GANAR POR EL ORGULLO, NI POR TU AMOR PROPIO HERIDO.
SONREÍ.
NO TE DE VERGUENZA DECIRLE A LOS QUE AMAS, QUE LOS AMAS.
NO TE DE VERGUENZA DARLE UN BESO A TUS PADRES, A TUS HIJOS.
SI TENÉS NOVIO/A CUIDALO/A. DATE TIEMPO PARA APRENDER A AMARLE COMO CORRES-PONDE. NO TE APURES, PORQUE HAY TIEMPO. NO USES A LOS DEMÁS Y NO TE DEJES USAR, PORQUE NI VOS NI ELLOS SON OBJETOS, SINO PERSONAS.
NO TE VIOLENTES NI VIOLENTES A LOS DEMÁS.
SI NO TE SENTISTE AMADO NO POR ESO TENÉS QUE VENGARTE SINO DEJARTE AMAR Y VOS TAMBIÉN VAS A AMAR.
INTENTALO.

domingo, 16 de noviembre de 2008

María en la Anunciación


El Padre de las Misericordias quiso que precediera a la Encarnación la aceptación de parte de la Madre predestinada, para que así como la mujer contribuyó a la muerte, así también contribuirá a la vida. Lo cual vale en forma eminente de la Madre de Jesús, que dio al mundo la vida misma que renueva todas las cosas y que fue adornada por Dios con dones dignos de tan gran oficio. Por eso, no es extraño que entre los Santos Padres fuera común llamar a la Madre de Dios toda santa e inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura. Enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular, la Virgen Nazarena es saludada por el ángel por mandato de Dios como "llena de gracia" (cf. Lc., 1,28), y ella responde al enviado celestial "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc., 1,38). Así María, hija de Adán, aceptando la palabra divina, fue hecha Madre de Jesús, y abrazando la voluntad salvífica de Dios con generoso corazón y sin impedimento de pecado alguno, se consagró totalmente a sí misma, cual, esclava del Señor, a la Persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la Redención con El y bajo El, por la gracia de Dios omnipotente. Con razón, pues, los Santos Padres estima a María, no como un mero instrumento pasivo, sino como una cooperadora a la salvación humana por la libre fe y obediencia. Porque ella, como dice San Ireneo, "obedeciendo fue causa de la salvación propia y de la del género humano entero". Por eso, no pocos padres antiguos en su predicación, gustosamente afirman "El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; lo que ató la virgen Eva por la incredulidad, la Virgen María lo desató por la fe" ; y comparándola con Eva, llaman a María Madre de los vivientes, y afirman con mayor frecuencia "La muerte vino por Eva; por María, la vida". (Lumen Gentium, 56) .



Dios te salve, llena de gracia. Y en verdad que es llena de gracia, porque a los demás se da con medida, pero en María se derramó al mismo tiempo toda la plenitud de la gracia. Verdaderamente es llena de gracia aquella por la cual toda criatura fue inundada con la lluvia abundante del Espíritu Santo (SAN JERÓNIMO, Sermón sobre la Asunción de la Virgen). Estas palabras, el Señor es contigo, son las más excelsas que se le podían haber dicho. Con razón, pues, el Ángel reverencia a la Virgen, por ser Madre del Señor, y Señora por tanto. Y le es muy propio el nombre de María, que en siríaco quiere decir «Señora» (SANTO TOMÁS, Sobre el Avemaría, 1. c., p. 183). Porque sólo Ella conjuró la maldición, trajo la bendición y abrió la puerta del paraíso. Por este motivo le va el nombre de «María», que significa «estrella del mar»; como la estrella del mar orienta a puerto a los navegantes, María dirige a los cristianos a la gloria (SANTO TOMÁS, Sobre el Avemaría, 1. c., p. 185). Fue enviado el Ángel, dice el Evangelio, a la Virgen. Virgen en su cuerpo, virgen en su alma, virgen por su decisión, virgen, finalmente, santa en el cuerpo y en el alma; no hallada recientemente y por casualidad, sino elegida desde la eternidad, predestinada y preparada por el Altísimo para El mismo, guardada por los ángeles, designada anticipadamente por los padres antiguos, prometida por los profetas (SAN BERNARDO, Homilía. sobre la Virgen Madre, 2).

El perdón

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Queremos ayudarlo a que usted aprenda a perdonar, porque perdonando será una persona mucho más feliz. En la vida humana es normal que existan errores, defectos y roces que nos afectan. Estar preparados para vivir es aprender a decir ¡BORRÓN Y CUENTA NUEVA!, es comprender la naturaleza humana y saber que el fallo es parte de ella y que no todo el mundo siempre está dispuesto a hacer el bien.

Hacer el bien no es igual para todos. Sí, es cierto que hay un bien objetivo; la forma de realizarlo es diferente. Depende de tantos factores: experiencias, conocimientos, etc. Hay criterios diferentes, porque hay distintas maneras de pensar. Hay quienes creen hacer el bien y de hecho lo están realizando al nivel de su conciencia, pero en la forma de hacerlo están fallando. Aun cosas hechas con la mejor intención no son hechas objetivamente de acuerdo con el bien y la moral. Debemos ser realistas y estar preparados para comprender.

Lo ideal sería que las cosas negativas que nos ocurren pudiésemos borrarlas de nuestra mente y no permitir que nos hiciesen daño. El ser humano es mucho más delicado que una computadora; hay muchos condicionamientos y circunstancias externas que afectan nuestro comportamiento.

Dios, que sí conoce la naturaleza humana, comprende. Por eso en la cruz lanzó esta frase: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Lo que significa: A pesar de todo, sigue amándolos - a mis enemigos, asesinos, a aquellos que me están crucificando en estos momentos - sigue amándolos. Esta naturaleza humana nuestra está tan corrupta que es "normal", por desgracia, que el hombre haga daño. El ambiente social fácilmente contamina a cualquiera. Muchas de las cosas malas que hacemos son por ignorancia y por las circunstancias que nos llevan a ello. Dios nos perdona, pero también nos pide que perdonemos "70 veces 7".

Queremos sugerirle los siguientes pasos que lo ayudarán a perdonar:

1.- Sea realista y comprenda que la naturaleza humana está muy corrupta por el pecado y que los verdugos también son víctimas. Muchas veces no sabemos cómo luchar contra nuestros primitivismos: esos instintos no moldeados que a veces florecen y hacen daño. Pero pensemos que otras veces fuimos nosotros los que hicimos daño. Es el mundo en que vivimos y debemos efectuar la operación de "BORRÓN Y CUENTA NUEVA".

2.- Cuando le ofendan, sea muy fuerte. En este mundo el débil la pasa muy mal. ¿Sabía usted que cuando a uno le ofenden, es uno mismo el que permite que la ofensa llegue a lo más profundo del alma? Si usted quiere, la ofensa quedará en la periferia de su ser. No esté rumiando su resentimiento y golpeando su auto-imagen. Sea muy fuerte y olvide.

3.- Analice si en lo que le han dicho hay algo de cierto. Muchas veces nuestras grandes verdades vienen de quienes dicen ser nuestros enemigos. Algunos de ellos se hacen "especialistas" en encontrar nuestros defectos y sin ningún reparo nos lanzan nuestras fallas. Y, a veces, tienen mucha razón.

4.- Una prueba de amor es orar y bendecir a quien nos ha hecho daño. Bombardéelo a fuerza de oración. Así él no le hará daño y usted será santo gracias a él. Vea también lo positivo que tiene esa persona, sus cualidades, su parte buena. AME A PESAR DE TODO, COMO LO HACE DIOS CON NOSOTROS.

5.- ¡Olvide! Entierre eso ya. No esté comentando con todo el mundo lo que le hicieron. Jesús nos enseñó un camino maravilloso: perdonar y olvidar enteramente lo malo. Él nunca tuvo resentimientos. ¿Quiere conservar su paz y su salud mental, el amor en su corazón? En verdad, ¿quiere amarse? Olvide, tenga muy mala memoria.

6.- Usted tiene derecho a defender su dignidad, a hablar con la persona y aclarar las circunstancias, pedirle una explicación sin alterarse. Pero no caiga en la grosería.

7.- Ore al Señor. Pídale protección a Dios cuando el rencor venga a su mente. Jesús sana su corazón herido. Pídale que la sangre de Cristo limpie su corazón como si esto fuera una infección. Construya una barrera interior que rechace el pecado. Ore por su enemigo y... olvide para siempre.

El camino de la sabiduría tiene un nombre: el perdón. Y no se olvide, ¡CON DIOS, USTED ES INVENCIBLE!

jueves, 13 de noviembre de 2008

María



La Madre del Mesías en el Antiguo Testamento


Noviembre mes de Maria( en el Hemisferio su)



La Sagrada Escritura del Antiguo y del Nuevo Testamento y la venerable Tradición, muestran en forma cada vez más clara el oficio de la Madre del Salvador en la economía de la salvación y, por así decirlo, lo muestran ante los ojos. Los libros del Antiguo Testamento describen la historia de la Salvación en la cual se prepara, paso a paso, el advenimiento de Cristo al mundo. Estos primeros documentos, tal como son leídos en la Iglesia y son entendidos bajo la luz de una ulterior y más plena revelación, cada vez con mayor claridad, iluminan la figura de la mujer Madre del Redentor; ella misma, bajo esta luz es insinuada proféticamente en la promesa de victoria sobre la serpiente, dada a nuestros primeros padres caídos en pecado (cf. Gen., 3,15). Así también, ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre será Emmanuel (Is., 7,14; Miq., 5,2-3; Mt., 1,22-23). Ella misma sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de El esperan con confianza la salvación. En fin, con ella, excelsa Hija de Sión, tras larga espera de la primera, se cumple la plenitud de los tiempos y se inaugura la nueva economía, cuando el Hijo de Dios asumió de ella la naturaleza humana para librar al hombre del pecado mediante los misterios de su carne. (Lumen Gentiun, 55)

IMPRECIONANTE

El Corazon de Jesus palpita por vos a cada momento en el Sagrario,no dejos hoy de visitarlo

SUPERATE

Supérate y lucha por tus ideales. No decaigas por un error. Hazte fuerte y sigue adelante. De los tropiezos has de aprender y con ellos te has de fortalecer. No detengas tu caminata por una piedra que por tu vida puede pasar. Cumple tus metas, realiza tus sueños y no te rindas por un perdedor que te quiso decir que lo blanco es negro. No mires los fracasos ya vividos. No vivas del pasado perdido. Ocúpate del presente que está en tus manos y no dejes pasar el tiempo por estar esperando. Observa que el futuro se acerca, en un abrir y cerrar de ojos está a la vuelta. Esfuérzate en esta vida que te acecha con la vista en lo alto, persiguiendo tus metas. Sólo quien es capaz de superarse a sí mismo puede conseguir lo que se propone.
http://es.youtube.com/watch?v=NiibzSU4sYw&feature=related

Tu puedes

Supérate y lucha por tus ideales. No decaigas por un error. Hazte fuerte y sigue adelante. De los tropiezos has de aprender y con ellos te has de fortalecer. No detengas tu caminata por una piedra que por tu vida puede pasar. Cumple tus metas, realiza tus sueños y no te rindas por un perdedor que te quiso decir que lo blanco es negro. No mires los fracasos ya vividos. No vivas del pasado perdido. Ocúpate del presente que está en tus manos y no dejes pasar el tiempo por estar esperando. Observa que el futuro se acerca, en un abrir y cerrar de ojos está a la vuelta. Esfuérzate en esta vida que te acecha con la vista en lo alto, persiguiendo tus metas. Sólo quien es capaz de superarse a sí mismo puede conseguir lo que se propone.
http://es.youtube.com/watch?v=NiibzSU4sYw&feature=related

San Martín de Tours

San Martín de Tours, Santo Patrono de la Ciudad de Buenos Aires
11 de Noviembre


El Santo Obispo de Tours poseyó los tres modelos de santidad conocidos en el Mundo Antiguo, la del asceta que se despoja de todo lo mundano para entregarse por entero a Dios, la del hombre de gobierno que ordena todo en procura del reino de Cristo y lo demás lo recibe por añadidura, y la del celo apostólico y misional. Todas sus obras las realizó en permanente unión a los misterios del Señor por medio de la vía más eficiente: la oración.
Hijo de un tribuno romano, San Martín de Tours nació en Sabaria, actual territorio de Hungría, hacia el año 316. Siendo todavía niño, su familia regresó a la península itálica para establecerse en la ciudad de Pavía, donde fue inscripto como catecúmeno. Sin embargo, al igual que su padre, sintió la vocación militar, razón por la cual, a los 15 años de edad se enroló en el ejército de Roma, siendo destinado a la caballería de la Guardia Imperial.
De soldado del César a soldado de Cristo
Habiendo sido enviado su regimiento a la Galia, atravesaba en una fría noche de invierno las puertas de la ciudad de Amiens, cuando un individuo extremadamente pobre se acercó a su caballo y le pidió una moneda. San Martínbuscó en sus alforjas y al no encontrar ninguna, desmontó y tomando su capa, la cortó en dos pedazos con su espada, dándole uno al mendigo y quedándose el otro para sí. Una vez en las barracas del cuartel romano, Martín debió soportar las burlas de sus compañeros, pero esa misma noche tuvo su recompensa: en sueños se le apareció Nuestro Señor Jesucristo vistiendo el trozo de capa que había entregado como limosna.

El Greco - San Martín y el Mendigo - 1597-99 - Galería Nacional de arte, Wahington DC
A los 18 años, el joven soldado sintió la necesidad de ser bautizado y, poco después, un hecho asombroso lo llevó a abandonar la milicia para abrazar la vida religiosa.Era emperador de Roma por esos días el césar Juliano, conocido en la historia por el apodo de “Apóstata”, ya que habiendo conocido el cristianismo por intermedio de los herejes arrianos, intentó instaurar nuevamente el culto pagano. Corría el año 356, cuando las hordas bárbaras de salios y camavios penetraron en territorio galo, arrasando todo a su paso. Los romanos concentraron sus fuerzas en Worms y hasta allí se encaminó Juliano, para entregar a sus tropas el incentivo en dinero con el que las mismas eran animadas. Al llegar el turno de San Martín, éste miró al emperador y sin aceptar la dádiva exclamó: “Hasta ahora, César, he luchado siempre a tu servicio, permíteme hacerlo a partir de ahora por Dios. Quien desee continuar a tu servicio acepte entonces tu donativo; yo soy soldado de Cristo. No me es lícito seguir en el ejército.” A ello respondió el emperador: “Tu actitud, mi querido Martín, más parece miedo a la batalla que convicción religiosa; tu sabes que los bárbaros nos atacarán mañana. Sabes que debemos responder con contundencia porque la seguridad del imperio peligra. Dices ser cristiano, es decir que eres un cobarde. Tienes miedo de enfrentar al enemigo.”
Martín sabía que además de buen comandante, Juliano era enemigo del cristianismo y que si titubeaba, sus compañeros no sólo se reirían de él sino del mismo Cristo, razón porla cual, solicitó que le permitiesen formar en la primera fila, sin armas ni escudo ni yelmo. “... así mi internaré tranquilo entre los bárbaros, demostrándote mi valor y fidelidad y que lo único que temo es derramar sangre de otros hombres.” Por la mañana, cuando la batalla estaba a punto de comenzar, los bárbaros enviaron un parlamentario y pidieron la paz. Los anales atribuyeron la victoria a Juliano, pero algunos legionarios manifestaron que el enemigo había entrado en pánico al enterarse que, seguros del triunfo, había soldados que marcharían a combatir sin armamentos.
Sus primeros pasos sacerdotales
Obtenida su licencia y liberado del ejército, Martín se trasladó a Poitiers para unirse a losseguidores de San Hilario, a quien ayudó a exorcizar a numerosos poseídos en aquella ciudad. Fue el mismo Santo el que le ordenó sacerdote y le indicó, con su ejemplo, el camino a seguir.
San Martín regresó por un tiempo a su ciudad natal y desde allí pasó a Milán primero, y a una isla cercana a Génova después, para llevar vida de ermitaño, en silencio y oración. Al cabo de un tiempo, regresó a Poitiers llamado por San Hilario. En la ciudad cercana de Ligugé fundó el que sería el primer monasterio de Francia y un verdadero semillero de obispos y sacerdotes defensores de la ortodoxia católica, desde donde su fama comenzó a extenderse por toda la Galia mientras se le unían los primeros discípulos.
Apóstol y misionero de las Galias
Ordenado Obispo de Tours en el año 371, fijo allí su residencia fundando el monasterio Marmontier, al tiempo que emprendía numerosos viajes misionales evangelizando la regióny poniendo en funciones las primeras parroquias rurales. Simultáneamente emprendió una ardua lucha contra el paganismo, la adoración de símbolos falsos y los cultos druídicos, sumamente extendidos por aquellas comarcas. En su afán de difundir el Cristianismo debió enfrentar a numerosos enemigos que intentaron obstaculizar su accionar, en especial los amantes de las riquezas y el lujo, que no veían con buenos ojos su ejemplo de austeridad.
Al ser nombrado obispo de Tours, San Martín intentó rechazar el nombramiento por considerarse indigno, escondiéndose de quienes lo buscaban en el interior de un granero. Ocurrió que un ganso comenzó a dar fuertes graznidos, delatando la presencia del Santo. Otro día intentó cortar una encina adorada por los paganos y estos le dijeron que se lo permitirían siempre y cuando el árbol cayese sobre él. Así lo hizo el sacerdote y cuando hubo terminado de cortar, viendo que la encina se le venía encima, alzó su brazo, hizo la señal de la cruz y el árbol cayó sin tocarlo.
Su muerte, veneración y culto
San Martín de Tours falleció el 8 de Noviembre en Candes, Turena, en el año 397, a los 81 años de edad. Murió apaciblemente, recostado en el suelo sobre cenizas, confortable cama ante los ojos del Altísimo, y supo rechazar violentamente al demonio que intentó en aquel trance tentar su trasparente alma. Sus restos fueron conducidos al sepulcro en solemne procesión, escoltados por una guardia de honor de más de 2000 de sus monjes. Suepiscopado marca el triunfo del cristianismo en el Oeste de las Galias y su tumba no tardó en convertirse en centro de peregrinación. Su fiesta se celebra el 11 de Noviembre. Es santo de los soldados, de los artistas, de los tejedores y fabricantes textiles –junto a San Francisco de Asís– y Patrono de Francia y Hungría, además de varias ciudades, entre ellas Amiens, París, Utrech, Aviñon y Buenos Aires.
Su biografía fue reseñada por su discípulo Sulpicio Severo en su célebre “Vida de San Martín”. Allí nos habla de su talla fuera de lo normal, de su apostura marcial y su forma de predicar, que más perecían arengas militares que homilías. Con ellas acusó a emperadores, reprimió a herejes y defendió a menesterosos, obrando varios milagros, entre ellos la resurrección de algunos muertos. El propio San Martín solía mostrar orgulloso las numerosasheridas adquiridas en el campo de batalla durante sus veinticinco años de servicios y ese temperamento militar fue el que le ganó el apodo de “Apóstol de las Galias” ya que nadie había hecho tanto por la Francia Católica hasta entonces. Por esa causa San Gregorio de Tours lo invoco como “Patrón especial del mundo entero”.
Patrono de Buenos Aires
La Iglesia de San Martín de Tours en Buenos Aires, ubicada en la calle y al lado del colegio que llevan su nombre
Un hecho sumamente curioso llevó a que San Martín fuera designado patrono de la capital argentina. En junio de 1580, a poco de fundada la ciudad por segunda vez, sus autoridades, encabezadas por los cabildantes, los alcaldes de Hermandad, y los representantes del clero, se reunieron en el Cabildo para designar al Santo bajo cuya protección iban a colocar al incipiente poblado.
En la oportunidad, se pusieron los nombres de los “candidatos” dentro de una galera y llamaron a un niño para que extrajera uno. El nombre que salió fue el de San Martín de Tours, a lo que las autoridades hispanas pusieron “peros”. “¡Un santo francés jamás!”. La operación se repitió y el nombre de Martín volvió a salir consecutivamente dos veces más. No quedaron dudas de que el Santo de las Galias debía ser el patrono de Buenos Aires.
Como dice el poeta Francisco Luis Bernárdez en su Oración a San Martín, éste, “no teniendo con qué socorrer al mendigo, como aquella causa era justa, desenvainó la espada que llevaba al cinto, rasgó por el medio su capa, le alargó la mitad y siguió su camino, llevando la otra mitad para cubrir espiritualmente al pueblo argentino, que, con el andar de los años, había de nacer aquí, donde nacimos”.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Una reina vive las cosas del amor como toda una mujer



Una reina que vive las cosas del amor como toda mujer
Sofía la reina de España nos contó su vida en un libro muy interesante, pues con frecuencia uno se imagina que el ser reina no tiene que vivir como nosotros situaciones de mujer como en todo matrimonio.
El libro se titula "La Reina".
En el mismo nos cuenta sus relaciones con el rey y el amor entre rey y reina y leyéndolo nos damos cuenta que a ellos les pasan las mismas cosas que a cualquier matrimonio.
Sobre el amor nos dice:.........nace, crece, evoluciona, madura, cambia con el paso del tiempo de todos los colores como en un viaje que hagan dos personas, porque eso son los esposos: dos compañeros de viaje.
Nos dice que cuando tienen que discutir, discuten.
No hay incomunicación y nos señala que él, el esposo, es el monarca. Ella no se siente monarca; si se siente esposa de un rey y por ello soy la reina.
Pero lo de reina me viene porque él es el rey, no porque yo me sienta soberana. El monarca, el soberano es él.
Él toma decisiones de estado, yo no, pero la corona la llevamos los dos y también nuestros hijos.
Como se llevan las cosas, y como son las cosas en toda familia.
Cualquiera que los haya visto en la televisión notará que la transmisión de imagen de matrimonio y de familia respira un aire de autenticidad.
El amor que se tienen, lo manifiestan con sus actos, con sus gestos.
Son ejemplo de vida familiar a pesar de ser reyes.
En el mismo libro también relata, que no se parecen en nada.
No son nada iguales. Tienen caracteres totalmente distintos.
Ni siquiera les gustan las mismas cosas, ni tienen las mismas aficiones.
Señala que él es extravertido, en cambio ella es reservada.
El es un hombre atrevido, ella en cambio es tímida.
Y seguramente, como dice ella, el rey se morirá sin conocer la vergüenza, en cambio ella, morirá con miedo de abrir la boca.
Él es intuitivo y yo soy lógica.
Nos llama la atención esto último, porque por regla general la intuitiva acostumbra ser toda mujer. En cambio el hombre usa más la lógica para ordenar sus actos, es más razonable. Razona más las cosas.
En cambio la mujer se deja llevar más por el instinto.
Cuidado cuando la mujer te dice: este hombre no me gusta. Yo aprendí en carne propia hacerle caso a mi mujer.
Pues bien, los reyes de España, hasta en esto son originales. Es al revés.
El intuye y ella razona.
Con respecto a las bodas de sus hijos, esta señora nos dice que, las bodas pertenecen a las vidas propias de sus hijos.
Ellos deben ser los que eligen, ellos deben ser los que deciden.
Allí ni el padre, ni la madre, ni nadie puede forzar.
Si lo hacemos entramos a estropear la cosa.
Como verán este libro fue escrito antes que sus dos hijas e hijo se casaran. Y ahora que sabemos todos el como fue la elección del cónyuge vemos con claridad la firmeza de actitud de la reina Sofía.
Sus hijas y su hijo eligieron ellos con quien querían casarse.
Los tres eligieron libremente a su cónyuge.
Sus casamientos fueron testimonio de lo que antes su madre, la reina, ya nos había dicho en su libro.
Ese testimonio de un rey y una reina hace mucho bien, pues no podemos dejar de comparar con otras coronas, donde el testimonio de vida, nada es para ponerlo de ejemplo.
Un aire de autenticidad, un aire de cosa autentica, respira todo el libro.
Es para tenerlo en cuenta si en algún momento uno tiene que quedar bien con alguien. A veces uno no sabe que libro comprar.
Este hace quedar bien a cualquiera y además tiene lo interesante, lo original que lo escribe una mujer que además es reina.
Una reina que vive las cosas del amor como toda mujer.
Que enfrenta las cosas familiares, como toda mujer.
Que discute con su esposo, como toda mujer que se aprecie.
En una palabra "La Reina", es un libro lleno de vida.
Lleno de esa vida que cada uno de nosotros vive en su casa: sin ninguna corona, pero que lo vives como toda familia.
Bueno será que terminemos esta pequeña reflexión sobre una reina que es por encima de toda señora de si misma, que es como decir una señora mujer.
¿Saben cómo se conocieron Sofía y Juan Carlos?
Asistían a una boda real cuando eran dos jóvenes.
Al finalizar la fiesta algunos organizaron una salida nocturna y fueron a parar a un cabaret donde se ofrecían espectáculos de striptees.
En un momento dado la joven Sofía se levantó, pidió disculpas, manifestó que este lugar no era para ella y se dispuso a irse. En ese instante también el joven Juan Carlos se levantó y manifestó con voz firme, que él no podía permitir que una princesa se fuera sola.
Así se conocieron y así empezaron a enamorarse y terminaron amándose como se aman hoy.
Son un testimonio vivo del como debe vivirse el amor, aunque sean reyes.

Salvador Casadevall
salvadorcasadevall@yahoo.com.ar

LOS FRUTOS DE LA CRUZ



I. La Cruz es el símbolo y señal del cristiano porque en ella se consumó la Redención del mundo. El Señor empleó la expresión tomar la cruz en diversas ocasiones para indicar cuál había de ser la actitud de sus discípulos ante el dolor y la contradicción. En el Evangelio de la Misa Jesús nos dice: el que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo1. Y en otra ocasión, dirigiéndose a todos los presentes, les advirtió: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame2.

El dolor, en sus diversas manifestaciones, es un hecho universal. San Pablo compara el sufrimiento a los dolores de la madre en su alumbramiento: pues sabemos que la creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto3, y la experiencia nos enseña que todas las criaturas –pobres y ricos, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres– sufren por diversos motivos y causas. Por eso, San Pedro advertía a los primeros cristianos: Carísimos, cuando Dios os prueba con el fuego de las tribulaciones, no os extrañéis, como si os aconteciese una cosa muy extraordinaria4. Parece como si el dolor derivara de la misma naturaleza del hombre. Sin embargo, la fe nos enseña que el sufrimiento penetró en el mundo por el pecado. Dios había preservado al hombre del dolor por un acto de bondad infinita. Creado en un lugar de delicias, si hubiera sido fiel a Dios, habría sido trasladado de este paraíso terreno al Cielo para gozar eternamente de la más pura felicidad.

El pecado de Adán, transmitido a sus descendientes, alteró los planes divinos. Con el pecado, entraron en el mundo el dolor y la muerte. Pero el Señor asumió el sufrimiento humano a través de las privaciones de una vida normal (pasó hambre y sed, se cansó en el trabajo...) y de su Pasión y Muerte en la Cruz, y así convirtió los dolores y penas de esta vida en un bien inmenso. Es más, todos estamos llamados, con el sufrimiento y la mortificación voluntaria, a completar en nuestro cuerpo la Pasión de Jesús5.

La fe en esta participación misteriosa de la Cruz lleva consigo «la certeza interior de que el hombre que sufre completa lo que falta a los padecimientos de Cristo; que en la dimensión espiritual de la obra de la redención sirve, como Cristo, para la salvación de sus hermanos y hermanas. Por lo tanto, no solo es útil a los demás, sino que realiza incluso un servicio insustituible. En el Cuerpo de Cristo (...) precisamente el sufrimiento (...) es el mediador insustituible y autor de los bienes indispensables para la salvación del mundo. El sufrimiento, más que cualquier otra cosa, es el que abre el camino a la gracia que transforma las almas. El sufrimiento, más que todo lo demás, hace presente en la historia de la humanidad la fuerza de la Redención»6.

En nosotros está colaborar con generosidad con Cristo al aceptar con amor el dolor, las contrariedades, las dificultades normales de la vida, la enfermedad... que Él permite para nuestra santificación personal y la de toda la Iglesia. El dolor tiene entonces sentido y nos convertimos en verdaderos colaboradores del Señor en la obra de la salvación de las almas y, si participamos de sus sufrimientos en la tierra, compartiremos un día su gloria y de este modo la obra de nuestra santificación será completa7.

II. El árbol de la Cruz está lleno de frutos. Los sufrimientos nos ayudan a estar más desprendidos de los bienes de la tierra, de la salud... «Deus meus et omnia!», ¡Mi Dios y mi todo!8, exclamaba San Francisco de Asís. Teniéndole a Él no perdemos gran cosa. Por el contrario, «¡dichoso quien pueda decir de todo corazón: Jesús mío, Tú solo me bastas!»9.

Las tribulaciones son una gran oportunidad de expiar mejor nuestras faltas y pecados de la vida pasada. Enseña San Agustín que, especialmente en esas ocasiones, el Señor actúa como médico para curar las llagas que dejaron los pecados y emplea el medicamento de las tribulaciones10. Las dificultades y dolores que padecemos nos mueven a recurrir con más prontitud y constancia a la misericordia divina: En su angustia me buscarán11, dice el Señor por boca del Profeta Oseas. Y Jesús nos invita a que vayamos a Él en esas situaciones difíciles: Venid a Mí todos cuantos andáis fatigados y agobiados, y Yo os aliviaré12. ¡Tantas veces hemos experimentado este alivio! Verdaderamente, Él es nuestro refugio y nuestra fortaleza13 en medio de todas las tempestades de la vida, es el puerto donde hemos de acudir presurosos.

Las contrariedades, la enfermedad, el dolor... nos dan ocasión de practicar muchas virtudes (la fe, la fortaleza, la alegría, la humildad, la identificación con la voluntad divina...) y nos dan la posibilidad de ganar muchos méritos. «Al pensar en todo lo de tu vida que se quedará sin valor, por no haberlo ofrecido a Dios, deberías sentirte avaro: ansioso de recogerlo todo, también de no desaprovechar ningún dolor. —Porque, si el dolor acompaña a la criatura, ¿qué es sino necedad el desperdiciarlo?»14. Y existen épocas en la vida en las que se presenta abundantemente... No dejemos que pase sin que deje bienes copiosos en el alma.

El dolor llevado con sentido cristiano es un gran medio de santidad. Nuestra vida interior necesita también de contradicciones y de obstáculos para crecer. San Alfonso Mª de Ligorio afirmaba que así como la llama se aviva al contacto del aire, así el alma se perfecciona al contacto de las tribulaciones15. Incluso las tentaciones ayudan a progresar en el amor al Señor. Fiel es Dios, quien no permitirá que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas; antes bien, junto con la tentación os dará también la ayuda para soportarla16. Y la prueba sobrellevada junto al Señor nos atrae nuevas gracias y bendiciones.

III. Cuando nos veamos atribulados acudamos a Jesús, en quien siempre encontraremos consuelo y ayuda. Como el Salmista, también nosotros podremos decir: Clamé al Señor en mi congoja, y me escuchó17, pues carecemos de fuerza frente a esa gran multitud que se nos viene encima, y no sabemos qué hacer; mas en Ti tenemos puestos nuestros ojos18. En el Corazón misericordioso de Jesús encontramos siempre la paz y el auxilio. A Él es a quien primero debemos acudir con serenidad para no tener que oír las palabras que un día dirigió el Maestro a Pedro: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?19. «¡Oh, válgame Dios! –exclamaba Santa Teresa–. Cuando Vos, Señor, queréis dar ánimo, ¡qué poco hacen todas las contradicciones!»20. Pidamos siempre ese «ánimo» a Jesús cuando se haga presente el dolor o la tribulación.

Junto al Señor, todo lo podemos; lejos de Él no resistiremos mucho. «Con tan buen amigo presente –nuestro Señor Jesucristo–, con tan buen capitán, que se puso el primero en el padecer, todo se puede sufrir. Él ayuda y da esfuerzo, nunca falta, es amigo verdadero»21. Con Él, nos sabremos comportar con alegría, incluso con buen humor, en medio de las dificultades, como hicieron los santos. Abundantes ejemplos nos han dejado.

El Señor nos enseñará también a ver las pruebas y las penas con más objetividad, para no dar importancia a lo que de hecho no la tiene y para no inventarnos penas que, por falta de humildad, crea la imaginación, o bien aumentarlas de volumen cuando, con un poco de buena voluntad, podemos sobrellevarlas sin darles la categoría de drama o de tragedia.

Al terminar nuestra oración acudimos a Nuestra Señora para que Ella nos enseñe a sacar fruto de todas las dificultades que hayamos de padecer, o que estemos pasando en estos días. «“Cor Mariae perdolentis, miserere nobis!” —invoca al Corazón de Santa María, con ánimo y decisión de unirte a su dolor, en reparación por tus pecados y por los de los hombres de todos los tiempos.

»—Y pídele –para cada alma– que ese dolor suyo aumente en nosotros la aversión al pecado, y que sepamos amar, como expiación, las contrariedades físicas o morales de cada jornada»22.



Meditacion hablar con Dios

sábado, 1 de noviembre de 2008

RESPONSABILIDAD EN EL APOSTOLADO


I. Después de haber hablado Jesús sobre la necesidad de estar vigilantes, Pedro le preguntó si se refería a ellos, a los más íntimos, o a todos. Y el Señor volvió a insistir en lo imprevisible del momento en que Dios nos llamará para rendir cuentas de la herencia que dejó en nuestras manos: puede venir en la segunda vigilia o en la tercera..., a cualquier hora. Por otro lado, respondiendo a Pedro, señala que su enseñanza se dirige a todos, pero Dios pedirá cuentas a cada uno según sus circunstancias personales y las gracias que recibió. Todos tenemos que cumplir una misión aquí en la tierra, y de ella hemos de responder al final de la vida. Seremos juzgados según los frutos, abundantes o escasos, que hayamos dado. San Pablo lo recordará más tarde a los cristianos de los primeros tiempos: Es forzoso que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba el pago debido a las buenas o malas obras que haya hecho mientras ha estado revestido de su cuerpo.

El Señor termina sus palabras con esta consideración: A todo el que se le ha dado mucho, mucho se le exigirá, y al que le encomendaron mucho, mucho le pedirán. ¿Cuánto nos ha encomendado a nosotros? ¿Cuántas gracias, destinadas a otros, ha querido que pasen por nuestras manos? ¿Cuántos dependen de mi correspondencia personal a las gracias que recibo?... Este pasaje del Evangelio, que leemos en la Misa, es una fuerte llamada a la responsabilidad, pues a todos se nos ha dado mucho. «Cada hombre y cada mujer –señala un literato– es como un soldado que Dios coloca para custodiar una parte de la fortaleza del Universo. Unos están en las murallas y otros en el interior del castillo, pero todos han de ser fieles a su puesto de centinela y no abandonarlo nunca, o de lo contrario el castillo quedaría expuesto a los asaltos del infierno».

El hombre, la mujer responsable no se deja anular por un falso sentimiento de poquedad. Sabe que Dios es Dios, y él, en cambio, un montón de flaquezas, pero esto no lo retrae de su misión en la tierra, que, con la ayuda de la gracia, se convierte en una bendición de Dios: la fecundidad de la familia, que se prolonga más allá de lo que los padres pueden divisar con su mirada; la paternidad y la maternidad espiritual, que se cumple de una manera del todo particular en aquellos que recibieron de Dios una llamada a una entrega total, indiviso corde, y que tiene una inmensa trascendencia para toda la Iglesia y para la humanidad..., y todos, en la plena realización de su propia vocación en medio de sus quehaceres diarios. «Eres, entre los tuyos –alma de apóstol–, la piedra caída en el lago. —Produce, con tu ejemplo y tu palabra un primer círculo... y este otro... y otro, y otro... Cada vaz más ancho.

»¿Comprendes ahora la grandeza de tu misión?».

II. La responsabilidad –poder dar una respuesta a Dios– es signo de la dignidad humana: solo la persona libre puede ser responsable, eligiendo en cada momento, entre múltiples posibilidades, la que es más conforme con el querer divino y, por tanto, con su propia perfección.

La responsabilidad en una persona que vive en medio del mundo ha de referirse, en buena parte, a su trabajo profesional, con el que da gloria a Dios, sirve a la sociedad, consigue los medios necesarios para el sostenimiento de la propia familia y realiza su apostolado personal. Contaba Juan Pablo I en una catequesis, durante su corto pontificado, lo que le sucedió a un hombre de prestigio, profesor de la Universidad de Bolonia. Una tarde le llamó el ministro de Educación y, después de hablar con él, le invitó a quedarse un día más en Roma. El profesor le contestó: «No puedo, tengo mañana clase en la Universidad, y los alumnos me esperan». El ministro le contestó: «Le dispenso yo». Y el profesor: «Usted puede dispensarme, pero yo no me dispenso». Era sin duda un hombre responsable, que no se limitaba a cumplir y a dar el menor número posible de clases. Era de aquellos, comentaba el Pontífice, que podían decir: «Para enseñar el latín a John, no basta conocer el latín, sino que es necesario conocer y amar a John». Y también: «tanto vale la lección cuanto la preparación». Probablemente era un hombre que amaba mucho su trabajo, ¡Cuántas veces tendremos que decir también nosotros «yo no me dispenso»..., aunque nos dispensen las circunstancias!

El sentido de responsabilidad llevará al cristiano a labrarse un prestigio profesional sólido si está aún estudiando o formándose en su oficio, a conservarlo si se encuentra en el pleno ejercicio de la profesión, y a cumplir y a excederse en esas tareas. Esto vale igualmente para la madre de familia, para el catedrático, para el oficinista o para el dependiente. «Cuando tu voluntad flaquee ante el trabajo habitual, recuerda una vez más aquella consideración: “el estudio, el trabajo, es parte esencial de mi camino. El descrédito profesional –consecuencia de la pereza– anularía o haría imposible mi labor de cristiano. Necesito –así lo quiere Dios– el ascendiente del prestigio profesional, para atraer y ayudar a los demás”.

»—No lo dudes: si abandonas tu tarea, ¡te apartas –y apartas a otros– de los planes divinos!».

III. A todo el que se le ha dado mucho... Pensemos en las incontables gracias que hemos recibido a lo largo de la vida, larga o corta, aquellas que conocimos palpablemente, y esa infinidad de dones que nos son desconocidos. Todos aquellos bienes que habíamos de repartir a manos llenas: alegría, cordialidad, ayudas pequeñas pero constantes... Meditemos hoy si nuestra vida es una verdadera respuesta a lo que Dios espera de nosotros.

En la parábola que leemos en este pasaje del Evangelio, el Señor habla de un siervo irresponsable que tenía como justificación de su mala administración una idea falsa: Mi amo tarda en venir. El Señor ha llegado ya y está todos los días entre nosotros. Es a Él a quien en cada jornada dirigimos nuestra mirada para comportarnos como el hijo delante de su Padre, como el amigo delante del Amigo. Y cuando, dentro de un tiempo no muy largo, al fin de la vida, le demos cuenta de la administración que hicimos de sus bienes, se llenará nuestro corazón de alegría al ver esa fila interminable de personas que, con la gracia y nuestro empeño, se acercaron a Él. Comprenderemos que nuestras acciones fueron como «la piedra caída en el lago», con una resonancia inmensa a nuestro alrededor; y esto gracias a la fidelidad diaria a nuestros deberes, quizá no muy brillantes externamente, a la oración y al sencillo pero firme y constante apostolado con los amigos, con los parientes, con aquellos que pasaron cerca de nuestra vida.

De hecho, el mismo Jesús anunció a sus discípulos: En verdad, en verdad os digo: el que cree en Mí, también él hará las obras que Yo hago, y las hará mayores que estas porque Yo voy al Padre. San Agustín comenta así estas palabras del Señor: «No será mayor que yo el que en mí cree; sino que yo haré entonces cosas mayores que las que ahora hago; realizaré más por medio del que crea en mí, que lo que ahora realizo por mí mismo». ¡Tantas maravillas lleva a cabo a través de nuestra pequeñez cuando le dejamos! Las obras mayores «consisten esencialmente en dar a los hombres la vida divina, la fuerza del Espíritu y, por lo tanto, en su adopción como hijos de Dios (...). De hecho, Jesús dice: porque Yo voy al Padre. La marcha de Jesús no interrumpe su actividad de salvación del mundo, sino que asegura su crecimiento y expansión; no significa la separación de los suyos, sino su presencia en ellos, real aunque invisible. La unidad con Él, resucitado, es lo que les hace capaces de hacer obras mayores, de reunir a los hombres con el Padre y entre ellos (...). De nosotros depende que Jesús vuelva a pasar por la tierra para cumplir su obra: Él obra a través de nosotros, si le dejamos hacer a Él.

»También para venir por vez primera a la tierra, Dios pidió consentimiento a María, una de nosotros. María creyó: dio su adhesión total a los planes del Padre. Y ¿qué obra dio como fruto su fe? Por su “sí” el Verbo se hizo carne (Jn 1, 14) en Ella y se hizo posible la salvación de la humanidad». A Nuestra Señora también le pedimos nosotros que nos ayude a cumplir todo aquello que su Hijo nos ha encomendado: un apostolado eficaz en el ambiente en el que nos encontramos.

ESPÍRITU SANTO EN ACCIÓN (los carismas del Espíritu Santo)

Al Espìtu Santo no le ata nadie la mano y prodiga sus dones en abundancia insospechada...




Era en una reunión de líderes católicos, y llevaba la batuta, como siempre, el amigo Miguel, que dijo con desenfado al final:

- ¿Para qué Dios me dio buen oído y he aprendido música? Viviré y moriré tocando y dirigiendo el canto en el culto. Éste es mi servicio a la Iglesia de Dios. Ustedes saben que así la he servido siempre. El día en que no lo haga, mándenme fuera, y que Dios se me lleve pronto. Si no “sirvo”, ¿para qué estoy en el mundo?...

Unas palabras muy sencillas, pero que todos entendimos muy bien. Miguel empleaba intencionadamente la palabra “servir”, de un significado tan hondo en la Iglesia desde los tiempos de San Pablo. ¿Y queremos saber cuál era el servicio de Miguel en la parroquia? ¡Director del coro!... A esto se reducía toda su acción.

Sin embargo, no podía Miguel expresarse mejor. Dotado singularmente para la música, no faltó nunca en una función ante las teclas del órgano y al frente de los cantores. Un ensayo, una celebración, eran para él tan importantes como la mujer y los hijos. Vivía con profunda convicción lo del apóstol San Pedro:

“Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios. Si alguno habla, sean palabras de Dios; si alguno presta un servicio, hágalo en virtud del poder recibido de Dios, para que Dios sea glorificado en todo por Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los siglos” (1Pe 10-11)

Fuera de San Pablo, que habla de los “carismas” tan abundantemente, nadie en el Nuevo Testamento los ha mencionado sino el apóstol San Pedro con esas palabras que hemos escuchado, tan acertadas, tan estupendas, tomadas indiscutiblemente de su colega Pablo.

Hoy en la Iglesia hablamos mucho de los carismas. Es algo que está felizmente de moda y que hace tanto bien. Porque ha despertado la conciencia en muchos cristianos de que los dones que se han recibido de Dios hay que ponerlos a disposición de todos.

No todos valemos para todo. Pero todos valemos para algo. Y puesto al servicio de los demás aquello para lo cual cada uno vale, es cuando todo el Pueblo de Dios está perfectamente servido y camina con facilidad y alegría hacia el Señor.

Pasamos sin más a San Pablo, y nos preguntamos: ¿Qué son, y cuántos son los carismas en San Pablo?

Para el Apóstol, carismas son esos dones o gracias, cualidades o aficiones, que Dios da a cada uno para que los pueda poner al servicio de los demás. Y cita dos o tres listas en las tres cartas a los de Corinto, Roma y Éfeso (1Co 12-14; Ro 12,3-8; Ef 4, 11-12)

Cita, entre otros, los siguientes carismas como más significativos:

Sabiduría y ciencia, con las que se penetra en los misterios de Dios y se saben exponer.

Fe entusiasta, capaz de emprender obras grandes fiados sólo en Dios.

Curaciones y milagros, para sanar enfermos.

Profecía es el don de enseñar y predicar para edificar, exhortar y consolar.

Discreción de espíritus, que ve en las almas y capacita para dar consejos acertados.

Apostolado y evangelización, para difundir la fe y hacer conocer al Señor.

Pastoreo y gobierno, propio de los que Dios elige y pone al frente de la Iglesia.

Doctorado, que enseña con gran competencia la doctrina de Dios.
Revelaciones de misterios o verdades de Dios para bien de la Iglesia.

Ejercicio de la misericordia, con tantas obras a favor de los necesitados.

Caridad, que reparte los propios bienes.

Como se ve, son muchos y se pueden añadir otros y otros. Al Espíritu Santo no le ata nadie la mano y los prodiga en abundancia insospechada.

Sin embargo, ¿qué es lo que ocurría en tiempos de Pablo, en las Iglesias que él había fundado, y lo que ha ocurrido hoy en las asambleas carismáticas?

Pues, una equivocación que Pablo se encargó de aclarar. Se entusiasmaron los cristianos con carismas llamativos, como el don de lenguas, que era el menos importante.

Valían mucho más otros carismas menos espectaculares y que se ejercitan con mucha humildad, como el ejercicio de la caridad o misericordia y el servicio en las cosas materiales de la Iglesia.

Para Pablo, era un carisma muy bueno la profecía, o sea, el hablar, predicar o enseñar de parte de Dios las verdades de la fe, que instruyen, edifican, exhortan y reparten consuelo. Como lo es también el carisma de gobierno, tan propio de los pastores y de quienes dirigen grupos o comunidades.

Estos dones y gracias no son de santificación personal, sino de servicio social y eclesial. Se emplean y se ejercen para bien de los demás. El que los ejerce se santifica por el amor a Dios y al hermano con que los realiza.

Ponemos un ejemplo que vale por muchas explicaciones: el de la catequista que enseña a los niños la doctrina cristiana.

La catequista desempeña un carisma extraordinario y magnífico. El fruto es todo para los niños a los que ilustra y forma y lleva hacia Jesús. Y ella, ¿no gana nada para sí misma? Con el carisma, no. Pero crece mucho en santidad y en mérito para la gloria, por el amor a Dios, a la Iglesia y a los niños con que lo ejercita.

El Espíritu Santo reparte los carismas para bien de todos. A unos les da unos y a otros les da otros. Y entre los carismas de todos se llega a conseguir el bien de la Iglesia entera.

¡Qué rica es la Iglesia con tanto carisma como el Espíritu reparte entre sus miembros!

Unos carismas son extraordinarios, como el de Karol Wojtyla para convertirse en Papa Juan Pablo II, o el de Margarita María para ver al Corazón de Jesús y enseñar su devoción.

Otros carismas son bien ordinarios, como el del amigo Miguel, para dirigir con amor el coro de la parroquia.

Pero todos son y sirven para hacer que la Iglesia crezca en santidad ante Dios y aparezca ante el mundo como la esposa privilegiada de Jesucristo.

Pablo intuyó esto como nadie; y él, que estaba cargado de carismas, pudo decirnos:

- Ponga cada uno al servicio de la Iglesia sus cualidades.

¡Aspiren a tener los mayores carismas!
Y háganme caso cuando les enseñe yo el camino mejor: ¡Amen! ¡Tengan un corazón abrasado en amor! Que con mucho amor dentro, harán maravillas…


Autor: P.Pedro Garcìa Cmf.