jueves, 7 de junio de 2012

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 28-34




Un escriba que oyó discutir a Jesús con los saduceos, al ver que les había respondido bien. se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?»
Jesús respondió: «El primero es: "Escucha. Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios. con todo tu corazón y con toda tu alma. con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas". El segundo es: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay otro mandamiento más grande que éstos».
El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios».
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Compartiendo la Palabra

El Evangelio, como los de los días pasados, recoge un diálogo entre Jesús y un letrado. Pero, todo hay que decirlo, por una vez no se centran en temas accidentales, legales y secundarios sino que el diálogo va a lo fundamental. ¿Cuál es el mandamiento principal? En su respuesta Jesús no se anda con rodeos –como en los días pasados– sino que va al núcleo de la relación con Dios –“amarás al Señor tu Dios con todo el corazón”– y con los demás –“amarás a tu prójimo como a ti mismo”–. Hay que señalar que a Jesús le habían preguntado por el mandamiento primero y que responde con dos mandamientos. Es importante tenerlo en cuenta porque debe ser que los dos tienen el mismo nivel.
Hay otra cuestión a subrayar. Está en la respuesta del letrado pero como ésta es aprobada por Jesús –“No estás lejos del Reino de Dios”– nos vale casi como si la hubiese pronunciado Jesús. El letrado alaba la respuesta de Jesús a su pregunta pero añade un interesante colofón: cumplir esos mandamientos de que habla Jesús “vale más que todos los holocaustos y sacrificios.”
Es importante este añadido. Nos dice que la vida cristiana no se juega en la liturgia ni dentro de las iglesias. No se juega en las horas de oración ni en los sacrificios y penitencias personales. La clave está en la relación con Dios y ésta se manifiesta en la relación con el hermano. Lo dice muy claro la primera carta de Juan: “Si alguno dice: ‘Amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4, 20-21).
Es importante tener en cuenta esta realidad sobre todo en una época en que a veces se nos va toda la fuerza en grandes espectáculos litúrgicos amplificados por el poder de los medios de comunicación. El humilde servicio al vecino enfermo vale más que todos los inciensos echados en los altares de las iglesias del mundo. Y manifiesta más el amor a Dios que todos los cánticos solemnes de las ceremonias de cualquier basílica.
La cuestión está en amar, a Dios y a los demás. Lo demás es puro accidente, pura transitoriedad que puede cambiar con los tiempos y las circunstancias. Que Dios nos dé a todos capacidad para distinguir lo fundamental de lo accidental en nuestra vida cristiana.

No hay comentarios: