martes, 13 de julio de 2010

Confiar para Subsistir
1.1 La imagen de héroe que solemos encontrar en las películas de cine o en las aventuras de novela es la de una persona que se enfrenta en solitario contra el mundo entero y sale victorioso. Toda su fuerza está en él mismo y sólo apela a sus convicciones y a sus recursos, que parecen casi infinitos. La Biblia nos presenta un mensaje distinto, que puede bien sintetizarse en la frase que hemos oído hoy de Isaías: "sino confían no subsistirán." La fuerza no es la de quien pone su confianza en sí mismo sino en el Señor.

1.2 Claro que este mensaje no es obvio y nadie ha dicho que sea fácil de entender. Hay ocasiones en que las circunstancias nos muestran nuestros límites de tal manera que casi nos vemos "obligados" a confiar, por la sencilla razón de que casi no hay otra cosa que pueda hacerse sino abandonarse.

1.3 Algo así fue lo que vivió Ajaz, rey de Judá, cuando supo que sus enemigos del Norte se habían aliado y hacían ya campamento de guerra cerca de Jerusalén, como nos cuenta la primera lectura. En semejantes circunstancias, la voz segura y lúcida de Isaías hace una predicción asombrosa: no sólo será salvada Jerusalén sino que los enemigos serán aniquilados.

1.4 Humanamente hablando, allí no había nada que hacer. Al respecto es interesante comparar las actitudes de los hebreos del reino del Norte, aquí llamado "Efraín" y las de los reino del sur, es decir, Judá. La presión venía de más arriba, de Siria. Los de Efraín, con su rey Pécaj a la cabeza, caen en la desesperación y lo que hacen es aliarse con los opresores para convertirse ellos mismos en opresión hacia el sur, o sea, hacia Judá. Los del reino del sur, en cambio, inspirados por la serenidad de Isaías no hacen pactos con los enemigos sino que resisten en Dios. Los hechos le dan la razón al profeta: los del Norte, los de Efraín, de hecho desaparecieron como pueblo; los del sur, los judíos, subsisten incluso hasta el día de hoy.

2. Los que se Resistieron

2.1 Uno tiende a pensar que una buena tanda de milagros será suficiente para convertir a cualquiera. El evangelio de hoy muestra que no es así.

2.2 Las ciudades que nombra Jesucristo en este breve texto, Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm, tienen probablemente el mayor índice de milagros por kilómetro cuadrado del mundo entero. Y sin embargo, ya hemos oído el reproche del Señor: no se convirtieron. La primera conclusión es que la conversión no sucede a fuerza de cosas extraordinarias.

2.3 Los milagros no son "pruebas," en el sentido de una demostración de geometría, que te obliga a aceptar lo que se te está diciendo. Los milagros son señales, y en cuanto tales, pueden ser aceptados o no.

2.4 De donde sacamos otra enseñanza: si los milagros son señales, es evidente que no son las únicas. El mundo entero está lleno de señales, sólo que las consideramos poco interesantes o significativas por la única razón de que nos hemos acostumbrado a ellas. Un atardecer, la paz de un arroyo, el parpadear de las estrellas o la inmensidad del océano son señales y también a su modo están proclamando a su Hacedor. Lo importante, en últimas, no es el tamaño de la señal sino la docilidad de la mirada que las lee, reconoce y agradece.

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