lunes, 1 de noviembre de 2010

La Iglesia hoy celebra la Fiesta de todos los Santos.



SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOSPor Fr. Santiago Agrelo Martínez

Lo escribió Juan, el vidente de Patmos; lo escribió para una Iglesia sumida en la oscuridad de la prueba, verdadera noche sobrevenida a los fieles ante la demora en el retorno del Señor y la experiencia amarga de la persecución sufrida y de la muerte. Los ojos del vidente fueron para aquella Iglesia testigos del futuro: “Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar… vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos”.Él vio con los ojos para que nosotros viéramos con la fe. La de hoy es una fiesta para la contemplación, para “ver” la obra de Dios en los hombres, la muchedumbre inmensa de los redimidos, la gloria del cielo.Hoy, a la luz de la fe, contemplamos el futuro de la Iglesia: la bienaventuranza de los Santos es la nuestra en esperanza.Hoy la voz de la Iglesia que aún peregrina en la tierra se une en un solo cántico de alabanza a la voz de la Iglesia que ya goza de Dios en el cielo: “¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!” De Dios y del Cordero son la gracia y la misericordia, la justicia y la santidad, la paz, la dicha y la gloria.Ya sabes de dónde viene la luz que hace blancos los vestidos. Pero, ¿quiénes son ésos que has visto iluminados por la salvación? “Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero”.Estos son los que vienen de la noche en la que tú peregrinas; estos fueron Iglesia de los caminos antes de ser Iglesia del cielo; estos fueron y son hijos de la noche e hijos de Dios, pobres a los que Dios regala su Reino, pequeños a los que Dios consuela, pecadores a los que Dios perdona, leprosos a los que Dios limpia, hambrientos saciados de justicia y de misericordia, operadores de paz reconocidos como nacidos de Dios.Para esta Iglesia que conoce de cerca la noche de su pasión, la impotencia frente a la injusticia, el grito de los pobres, la fatiga de buscar un pan que llevar a la mesa del hambriento; para esta Iglesia que da la vida por poner dignidad, humanidad, respeto y justicia en la vida de los humillados; para ella son las palabras de su Señor, del que es su salvación: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”.A él, a Cristo, han ido los hoy contemplas como multitud en la gloria del cielo. A él, a Cristo, vamos en la eucaristía los que hoy celebramos la salvación que en Cristo se nos ha dado. A él vamos, en él descansamos, para volver a llevar pan a las mesas y dignidad a las vidas.Feliz día de Todos los Santos, Iglesia peregrina. Feliz contemplación de lo que tu Señor prepara para ti, para tus pobres. Feliz encuentro con Cristo, feliz descanso en Cristo.
Una forma de vivir

Posted: 31 Oct 2010 08:32 PM PDT
Solemnidad de Todos los Santos, 1 de noviembre de 2010Por José Mª CastilloEvangelio: Mt 5, 1-12a

Jesús dijo en las bienaventuranzas pensando en su comunidad de discípulos y, por tanto, dirigiéndose a ellos. Las bienaventuranzas, dichas a todo el mundo, o sea a personas que ni conocen el proyecto de Jesús, ni eso les interesa, son un mensaje que carece de sentido. Es más, no sólo no tienen sentido, sino que las bienaventuranzas, como mensaje para quien no coincide con lo criterios que configuran las comunidad cristiana, son un contra-sentido. ¿Qué sentido puede tener decir a los pobres, a los que sufren, lloran y se ven perseguidos, que ellos son los “dichosos”, los que se deben sentir felices en este mundo?Las bienaventuranzas expresan los efectos sorprendentes y las inesperadas consecuencias que produce el mensaje del Evangelio cuando éste llega a ser la “convicción” que determina la vida de un grupo humano. Un grupo que se rige y organiza su vida a partir de lo que vivió y dijo Jesús, es un espacio humano en el que se producen hechos increíbles: los pobres dejan de ser unos desgraciados y se sienten felices, los que sufren y lloran encuentran el remedio para sus males. Los perseguidos y calumniados se dan cuenta de que el odio y la maldad de los demás no les hacen daño y que vale la pena pasar por encima de todo eso. Porque la dicha que se vive en la comunidad de discípulos vale más que cualquier otra cosa.Si efectivamente las bienaventuranzas expresan los frutos que se producen en una comunidad de personas que creen en Jesús y los siguen entonces hay que llegar a la conclusión de que Jesús no pensó ni pudo pensar, en que su mensaje podría (y tendría que) abarcar a toda la sociedad. Porque es absurdo pensar que toda la sociedad va a pensar así y va a vivir así. Una religión puede configurar a una sociedad entera, a una cultura, a millones de personas. Las bienaventuranzas no pueden abarcar tanto. Para eso sería necesario modificar la condición humana. El cristianismo y la iglesia han preferido la “extensión” a costa de la “autenticidad”. Hablamos de más de mil millones de cristianos. Pero, realmente, ¿somos tantos? Los pobres “cristianos”, ¿son felices?; ¿y los que sufren y lloran?, ¿qué hemos hecho del Evangelio? Mera palabrería vacía de contenido.

1 de Noviembre: Fiesta de todos los Santos
Posted: 31 Oct 2010 07:44 PM PDT

Publicado por Evangelio del Día

La fiesta de hoy se dedica a lo que san Juan describe como «una gran muchedumbre que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus y lenguas»; los que gozan de Dios, canonizados o no, desconocidos las más de las veces por nosotros, pero individualmente amados y redimidos por Dios, que conoce a cada uno de sus hijos por su nombre y su afán de perfección.Hay quien pone reparos a éste o aquél, reduce el número de las legiones de mártires, supone un origen fabuloso para tal o cual figura venerada. La Iglesia puede permitirse esos lujos, un solo santo en la tierra bastaría para llenar de gozo al universo entero, y hay carretadas.¡Aquellos veinticuatro carros repletos de huesos de mártires que Bonifacio IV hace trasladar al Panteón del paganismo para fundarlo de nuevo sobre cimientos de santidad! Montones, carretadas de santos, sobreabundancia de cristianos de quienes ni siquiera por aproximación conocemos el número, para los que faltan días en el calendario.Por eso hoy se aglomeran en la gran fiesta común. Los humanamente ilustres, Pedro, Pablo, Agustín, Jerónimo, Francisco, Domingo, Tomás, Ignacio, y los oscuros: el enfermo, el niño, la madre de familia, un oficinista, un albañil, la monjita que nadie recuerda, gente que en vida parecía tan gris, tan irreconocible, tan poco llamativa, la gente vulgar y buena de todos los tiempos y todos los lugares.Cualquiera que en cualquier momento y situación supo ser fiel sin que a su alrededor se enterara casi nadie, cualquiera sobre quien, al morir, alguien quizá comentó en una frase convencional: Era un santo. Y no sabíamos que se había dicho con tanta propiedad. Cristianos anónimos que a su manera, a escala humana, se parecían a Cristo.La solemnidad de Todos los Santos nació en el siglo Vlll entre los celtas la Iglesia nos propone esta Visión de gloria al comienzo del invierno, para invitarnos a vivir en la esperanza de una primavera, más allá de la muerte. Quiere también que caigamos en la cuenta de nuestra solidaridad con cuantos han pasado al mundo invisible.Festejamos con alegría a los Santos, pues creemos «que gozan de la gloria de la inmortalidad», en donde interceden por nosotros. Cada Santo vive intensamente la visión de Dios y su amor, mas su conjunto forma una ciudad, «la Jerusalén celeste», un Reino abierto a cuantos vivan de acuerdo con las Bienaventuranzas. Son la Iglesia del cielo.La Gloria de los «Santos, nuestros hermanos», procede de Dios, cuya imagen reproduce cada uno de ellos de una manera única. Por consiguiente, al venerarlos, proclamamos a Dios «admirable y solo Santo entre todos los Santos». Todos fueron salvados por Cristo, todos nacieron de su costado abierto. Este es el motivo por el que el lugar por excelencia de comunión con los Santos es la Eucaristía.En ella les santificó el Señor Jesús con la plenitud de su amor»; en ella podemos también nosotros suplicarle con humildad a Dios que nos haga pasar «de esta mesa de la Iglesia peregrina al banquete del Reino de los cielos».

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