jueves, 29 de diciembre de 2011

A pesar de todo es Navidad!

Por Mons. Juan José Aguirre


Son las 5 de la mañana en Zemio, una de las once misiones de la diócesis de Bangassou, al sur de la República Centroafricana. El gu-gú de madera toca diana y su repiqueteo de tronco hueco a dos tonos llama a la comunidad de la pequeña iglesita del pueblo. Se acerca la Navidad. Para nosotros será una Navidad ambivalente: Navidad de cal y Navidad de arena.
Llevo diez días recorriendo algunas de las 300 pequeñas comunidades que tiene la diócesis animándolas a vivir las fiestas con alegría a pesar de las amarguras de la vida.
Esta diócesis de 125.000 Km2 es muy pobre (la República Centroafricana es el segundo país por la cola en el ranking del Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas), aislada del resto del país por pistas de selva sin asfaltar, a veces impracticables. La esperanza de vida al nacer es de apenas 40 años. Toda esta zona es un inmenso campo de refugiados y desplazados.
En estos días me he movido por pistas en la selva, entre 250 y 300 kilómetros, acompañado por una representación de la parroquia, sin escolta militar, a pesar de que los ataques de los rebeldes del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, en siglas inglesas) son frecuentes. Somos cuatro animadores en esta visita de evangelización. Si nos ponen para protegernos, como quieren las autoridades, dos militares armados de kalasnikoff y una ristra de balas en las cartucheras, la magia de la proclamación del mensaje de la paz de Dios se rompe como un cristal antes de abrir la boca.
Llevo diez días en la zona de Zemio leyendo, en las capillas de paja y barro, el Evangelio, charlando, rezando y haciendo una lista de razones para la esperanza. Les digo que el milagro de Navidad es precisamente el de un Niño que saldrá victorioso a pesar de nacer en un olvidado portal de Belén. Ese niño debe llenar nuestra vida de alegría. Pero la gente mira al suelo y me dice que ponga los pies en la tierra y que el frío y la inseguridad del portal de Belén son a su vez el símbolo de las palizas impresionantes que lleva recibiendo este pueblo zande desde hace cinco años.
Su reacción es una cruda bofetada de realidad. La verdad es que más de la mitad de la diócesis, justamente Zemio está en el centro de esa zona, está "ocupada". Los rebeldes del LRA nos han invadido, han robado y sembrado la desolación y el miedo, han matado, violado y raptado jóvenes por centenares, y nos han hecho la vida casi imposible.
Es tremendamente agridulce hablar aquí de Navidad. Todo el camino está jalonado de cabañas en estado precario, techos de paja, lonas de plástico duro con el logotipo del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, chozas de quita y pon, abrevaderos y toldos azules para los desplazados a causa de la inseguridad de la región.
Aquí Jesús en la cuna aparece ya crucificado. Es la cara y la cruz de nuestra presencia en la diócesis de Bangassou. Gozo y miseria agarrados de la mano. Jesús de Navidad en todo su esplendor pero recostado sobre pajas nauseabundas. Jesús en el portal de Zemio, ciudad sitiada por la guerrilla, transida por el miedo y el recuerdo de sus niños todavía rehenes en la selva.
Intentamos dar razones de vida a gente que acaba de tener experiencias de muerte. Es Navidad, pero el campo de refugiados sigue tal cual. El catequista Pascal, hombre de Dios desde hace 30 años, me contaba ayer cómo un mísero soldado rebelde violaba a su mujer Angelina hace apenas unas semanas, a primeros de noviembre. Ella, su mujer de toda la vida, me vino a saludar con una sonrisa en los labios. Pienso que aquí en África las mujeres tienen agallas para afrontar con aplomo las experiencias más trágicas.
Selva habitada
Ayer tuvimos la Misa en un pueblo de la selva. Empezamos prontito para terminar antes del atardecer para que la gente pudiera recogerse o pasar la noche escondida en la selva antes del obligatorio toque de queda. En la iglesia no cabía un alfiler. Los cantos cercanos a la Navidad estallaron con alegría entre tambores y xilófonos de madera, una alegría, sin embargo, impregnada de tristeza, mirando de reojo la oscura espesura habitada de sombras.
Esos cantos fueron la mejor alegría que pudimos ponerle a esa Misa de parroquianos flotantes.
Vinieron algunos de los 4.500 refugiados congoleños que han pasado la frontera para huir del LRA, también ellos condenados a salvar el pellejo como pueden. Los cantos, el ritmo, la danza meditativa, la oración bulliciosa y las numerosas comuniones son el eco de la gran fe y paciencia de este pueblo.
Hace tan sólo dos meses que Zemio fue atacada por los rebeldes del LRA (Armada de Resistencia del Señor). Ese día este pueblo se convirtió en la antesala de la brutalidad y el desquiciamiento. Rebeldes que ni son un ejército, ni resisten a nada más que a su chiflada andadura, ni son del Señor, porque son simplemente unos vándalos asesinos que pisotean a esta pobre gente en la más completa impunidad. Es un grupo de chiflados que huyen por la selva de la República Democrática de Congo, la República Centroafricana y Sudán desde principios de siglo.
Entraron en un barrio de Zemio cogiendo a los gendarmes por sorpresa mientras se lavaban detrás de sus casas. Desnudos. Cuando éstos, entre los ramajes, vieron llegar a media tarde tres docenas de exaltados armados hasta los dientes, acicalados con una ristra de cascabeles mágicos "ahuyenta-balas" y gritando a todo pulmón, no se atrevieron a salir de las letrinas. El LRA arrasó el barrio como una apisonadora machaca la hierba del camino. Luego se llevaron a la fuerza a un grupo de jóvenes para hacer de porteadores y, de paso, abusaron de Angelina y de otras más…
En manos de desaprensivos
Dicen de un pueblo que cuanto más pobre es más religioso. Mi pueblo es pobre y aquí en Zemio esta regla se cumple. El pueblo autóctono con quien yo vivo desde hace 32 años es religioso por naturaleza, tiene el nombre de Dios en los labios, el nombre de sus hijos lleva implícito el nombre de Dios y para ellos acción y contemplación es un binomio unido, dos caras de la misma moneda. Los muchos que no saben leer aprenden versículos del Nuevo Testamento de memoria y los repiten como un mantra cuando la desgracia acecha.
El día en que abusaron de Angelina y el desaprensivo huyó como una comadreja en tierra quemada, ella pasó toda jornada recostada sobre su marido, la mirada perdida en la lejanía, recitando mantras para serenar su espíritu martirizado. Repetir: "no tengas miedo, que yo soy tu fortaleza" una y mil veces recargaba en su espíritu la paz que aquel sinvergüenza, ahíto de lujuria, había vaciado con la violencia.
El día a día de esta gente, que ha acogido a miles de refugiados congoleños sin pedirles papeles, sin cortapisas ni redadas policiales, que ha abierto sus casas y sus pertenencias a los sin techo de esta tierra, es muy duro. La vida de Angelina y de Pascal, es dura como una roca. Es como quien viste una camisa varias tallas más estrecha o un jersey al que se le han ido varios puntos (el de la seguridad, el de la salud, el del comer cada día, el de varios derechos fundamentales y esenciales…) y acaba deshilachándose.
Viven con menos de un euro al día pero se preparan a vivir la Navidad porque la fragilidad del Niño Dios es comparable a la suya, y las miserias compartidas se sobrellevan mejor.
El 18% de esta población está infectada de Sida. El sida comporta un reguero interminable de problemas: jóvenes que tienen por mañana un muro de hierro coronado de púas, huérfanos abandonados a su suerte, abuelas con cargas difíciles de llevar, ruptura de medicinas ARV (antirretrovirales) por robo en las aduanas del aeropuerto de la capital, Bangui… un volumen de sufrimiento que mi gente soporta con dignidad.
Torcer el destino
El año pasado fui testigo de cómo vivieron allí el día de Navidad. Después de una Misa coral supercantada, todos querían torcer el destino con gestos de amor. Los dos sacerdotes centroafricanos invitaron a la gente a continuar la fiesta fuera de la iglesia. Entonces una larga y heterogénea fila de pobres fue llevada lentamente hacia el lugar en donde la comunidad de la parroquia de Zemio había preparado para ellos la comida de Navidad. Las tres religiosas franciscanas latinoamericanas estaban también en primera fila. La fe concretizada en ágape.
Habían arañado en sus bolsillos y comprado carne de mono y antílope. Prepararon un sencillo menú del día porque querían vivir su fe dando de comer a los que menos suerte han tenido en la vida. En Centroáfrica hemos llegado a un nivel de pobreza nunca conocido antes. La presencia de numerosos organismos humanitarios no ha conseguido parar el efecto dominó que la crisis económica mundial provoca en África. Además, nos parece que muchos de estos organismos vienen a servirse antes que a servir. Para más de uno el LRA es un negocio.
La pobreza afecta a la mayoría de los 3,7 millones de habitantes del país, desigualmente repartidos en un territorio de 623.000 Km2. En la fila hay mendigos, desfigurados por la lepra, desahuciados en el corredor de la muerte de la fase terminal de sida, tocados por la demencia senil, huérfanos y viudas, cojos y amputados por el abuso de la caza furtiva con escopetas caseras, ancianos y desvalidos, desdentados y tuertos, pacíficos recalcitrantes en la mala suerte, madres solteras y viejecitas abandonadas debajo de un árbol… La flor y nata de la desventura humana se dio cita en esta comida de Navidad en Zemio, entrada libre para más de 100 comensales.
Se preparó debajo de un frondoso mango con la alegría del que vive su fe cristiana a través de Mateo 25: "Tuve hambre y me disteis de comer". Fue seguramente el único día del año en que este montón de viejitos, desgraciados y dementes pudieron comer a discreción. Zafarrancho de amor en lugar de zafarrancho de supervivencia. Y después de la barra libre de limonada, todos sacaron una bolsita de plástico para recoger los restos y rebañar los fondos de las marmitas. Por una vez, es Navidad: ¡viva la abundancia!
Mons. Juan José Aguirre. Desde Bangassou (R. Centroafricana)

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 22-35



Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor». También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz,
como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».

Compartiendo la Palabra


“Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas”, dice la 1ª lectura. La liturgia de hoy nos aporta un nuevo criterio: ¿dices que vives unido a Dios y eres de los de Jesús? Será verdad si lo dicen tus obras, tus hechos, la verdad de tu ejemplo. O con otras palabras: sabrán en qué Dios crees por cómo actúes en referencia a todo lo que no es Dios, a los demás, a ti mismo...
El evangelio recuerda hoy a Simeón y su oración ante Jesús Niño en el Templo: “ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. Esta oración se ha mantenido en la tradición de la Iglesia como el canto del “Nunc dimitis”, cada noche, en el rezo de Completas. Me gusta recitar esta oración cada día. Me gustaría mucho que esta oración fuera verdad en mi vida: ¿se puede pedir algo más que terminar la jornada reconociendo que mis ojos han visto a mi Salvador?
Unas veces me es más fácil reconocerLe y sentirLe... otras más difícil... unas veces mi Salvador se hace sentir en un rato de oración, otras veces en una conversación, otras veces en el cansancio de la misión, otras veces en la angustia o el vacío, otras en una sencilla sensación de estar donde tengo que estar y con quien debo estar... En fin... Lo más hermoso, en todo caso, es seguir celebrando cada día el misterio de la Encarnación, por el que Dios en persona quiere y hace posible que nuestros ojos sigan viendo a nuestro Salvador... cada día.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

"Dìa de los Santos Inocentes".

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 2, 13-18

Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta:
«Desde Egipto llamé a mi hijo».
Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías:
«En Ramá se oyó una voz,
hubo lágrimas y gemidos:
es Raquel, que llora a sus hijos
y no quiere que la consuelen,
porque ya no existen».


Compartiendo la Palabra



Cuando mi hermano pequeño tenía unos cuantos años menos, me preguntó por qué recordábamos hoy la matanza de los inocentes y la huida a Egipto de María, José y Jesús, si todavía no habían llegado los Reyes Magos (hay que esperar a Enero...!). No le faltaba razón. Pero mi hermano no sabía que la liturgia no siempre se rige por criterios cronológicos sino teológicos (aunque hemos de reconocer que tampoco vendría mal de vez en cuando...). Digo esto porque es fácil despistarse con la fiesta de hoy y perdernos en explicaciones más o menos históricas. Celebrar en la octava de Navidad la matanza injusta de niños inocentes y hacerlo encima, para proteger al mismo Dios, es una manera de recordarnos contundentemente que ningún adorno navideño puede hacernos olvidar la presencia del mal en el mundo: un mal que siempre es desproporcionado, doloroso, inexplicable... y si viene en nombre de Dios, peor aún.
La Navidad es tiempo de los mejores deseos, de luz, de calma... Cierto: “Dios es luz sin tiniebla alguna” y vivir en él y con Él es elegir la luz frente a las tinieblas. Pero las tinieblas existen... son reales, cotidianas... Y mientras nos alejemos de Dios (directa o indirectamente) nos acercaremos a las tinieblas. Como dice la primera lectura, “os digo esto para que no pequéis”, porque, ¿qué es pecar más que desechar la luz y arruinar todo lo luminoso frente a la oscuridad de la mentira, la violencia, la injusticia? Es fácil escandalizarse de la crueldad y la maldad de otros, pero “si decimos que no hemos pecado, hacemos mentiroso a Dios”, que afirma una y otra vez que es nuestro perdón.
En definitiva: ¿no te parece que adoraríamos al Niño de otra manera y nos estremeceríamos frente al misterio de Belén de otro modo si tomáramos en serio que la luz y la tiniebla conviven, nos rodean y ambas esperan nuestra colaboración y nuestra vida para extenderse por el mundo? Elijamos la luz... que el Niño Dios nos ayude y enseñe y empuje a elegir siempre la luz que es la Vida. Aunque en ese empeño, a veces tengamos que unirnos al cantor al decir: “soy feliz, soy un hombre feliz y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad” .

Cuando mi hermano pequeño tenía unos cuantos años menos, me preguntó por qué recordábamos hoy la matanza de los inocentes y la huida a Egipto de María, José y Jesús, si todavía no habían llegado los Reyes Magos (hay que esperar a Enero...!). No le faltaba razón. Pero mi hermano no sabía que la liturgia no siempre se rige por criterios cronológicos sino teológicos (aunque hemos de reconocer que tampoco vendría mal de vez en cuando...). Digo esto porque es fácil despistarse con la fiesta de hoy y perdernos en explicaciones más o menos históricas. Celebrar en la octava de Navidad la matanza injusta de niños inocentes y hacerlo encima, para proteger al mismo Dios, es una manera de recordarnos contundentemente que ningún adorno navideño puede hacernos olvidar la presencia del mal en el mundo: un mal que siempre es desproporcionado, doloroso, inexplicable... y si viene en nombre de Dios, peor aún.
La Navidad es tiempo de los mejores deseos, de luz, de calma... Cierto: “Dios es luz sin tiniebla alguna” y vivir en él y con Él es elegir la luz frente a las tinieblas. Pero las tinieblas existen... son reales, cotidianas... Y mientras nos alejemos de Dios (directa o indirectamente) nos acercaremos a las tinieblas. Como dice la primera lectura, “os digo esto para que no pequéis”, porque, ¿qué es pecar más que desechar la luz y arruinar todo lo luminoso frente a la oscuridad de la mentira, la violencia, la injusticia? Es fácil escandalizarse de la crueldad y la maldad de otros, pero “si decimos que no hemos pecado, hacemos mentiroso a Dios”, que afirma una y otra vez que es nuestro perdón.
En definitiva: ¿no te parece que adoraríamos al Niño de otra manera y nos estremeceríamos frente al misterio de Belén de otro modo si tomáramos en serio que la luz y la tiniebla conviven, nos rodean y ambas esperan nuestra colaboración y nuestra vida para extenderse por el mundo? Elijamos la luz... que el Niño Dios nos ayude y enseñe y empuje a elegir siempre la luz que es la Vida. Aunque en ese empeño, a veces tengamos que unirnos al cantor al decir: “soy feliz, soy un hombre feliz y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad” .

Murió el padre "Pichi", el sucesor de Mugica en la villa

UN HOMBRE CON COMPROMISO SOCIAL

El sacerdote José Meisegeier falleció a los 75 años por una septicemia, según informó la curia provincial de los jesuitas. Se desempeñó en la iglesia Cristo Obrero, en la villa de Retiro, hasta que en la dictadura fue trasladado a otro destino.

El cura villero José "Pichi" Meisegeier, quien reemplazó al sacerdote Carlos Mugica en la Villa de Retiro hasta 1980, cuando durante la última dictadura militar fue trasladado a otro destino, murió este martes, a los 75 años, por una septicemia, informó la curia provincial de la Orden de los Jesuitas.

"Siempre estuvo con nosotros los pobres, siempre", dijo a Télam Zulma Moreti, una vecina de la Villa 31 en un intento por definir quién era para ella el padre Pichi.

De origen alemán, el cura de la congregación de los jesuitas, optó por dedicarse a los pobres, lo que lo llevó a trabajar en la capilla de Saldías (un sector de la villa), y más tarde, tras el asesinato de Mugica el 11 de mayo de 1974, a reemplazarlo en la iglesia Cristo Obrero, de la misma villa.

Para Pichi, "el trabajo pastoral consistía en unir a los vecinos detrás de causas nobles y justas, como la defensa de los derechos humanos, y entre esos derechos, el de la vivienda", explicó la mujer de 49 años, que estuvo con él ayer pocas horas antes de morir.

Otra vecina, Amalia Aima, delegada de manzana, y representante de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) en la Villa 31, coincidió en definir al cura como un defensor de la vida.

"En plena dictadura ayudó a los vecinos que eran echados violentamente de esta villa. Más tarde, los ayudó a integrar cooperativas en localidades del conurbano como Derqui, San Miguel, José C.Paz, adonde habían sido arrojados, sin ningún tipo de asistencia. En estos últimos años colaboró con nosotros en la urbanización de algunas manzanas de la 31", contó la delegada.

Su preocupación junto a otros curas del movimiento villero fue la creación de cooperativas, como Copacabana, una organización autogestiva que logró que muchas familias consiguieran tener una vivienda por sus propios medios, explicó la vecina de la villa 31.

"Era muy sincero con nosotros, siempre venía con la verdad aunque fuera dolorosa", aseguró Aima al recordar la relación que el sacerdote mantenía hasta hace poco cuando se reunía con vecinos de la 31, y estudiantes de la universidad dedicados a la difícil tarea de urbanizar el enorme asentamiento de Retiro.

La mujer contó que "el último día que vino a la reunión lo acompañamos a tomarse un taxi. Ya no podía, tras la operación de cadera que tuvo, subir al colectivo para volver a su casa".

"Lo que puedo decir es que lo voy a extrañar, nos trataba de unir siempre y nos hablaba con un respeto...", dijo Aima entre sollozos.

El sacerdote murió este martes y a las 8.30 en el Sanatorio San José del barrio porteño de Palermo. Sus restos son velados hasta las 22 en la Casa de Nazaret, en Carlos Calvo 3121, a pasos de la Iglesia Santa Cruz, y la inhumación tendrá lugar en el Colegio Máximo, ubicado en la localidad bonaerense de San Miguel, después del mediodía.

Fuente: Télam

sábado, 24 de diciembre de 2011

Mensaje de Navidad 2011
“EL REGALO DE DIOS: EL NIÑO JESÚS”

Hermanas y hermanos:

En la noche de la primera Navidad, los pastores asustados, envueltos en una gran luz, escuchan la voz del ángel: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una alegría para todo el pueblo: Hoy les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc. 2, 10-11).

Ese signo sigue estando entre nosotros en tantos pesebres vivientes de nuestros barrios y ciudades, en los que armamos en nuestra casa o en nuestras vidrieras: un niño recién nacido en el pesebre. ¡Qué simplicidad y qué belleza! Es el milagro de la vida humana. Es el modo que Dios, Padre de toda bondad, eligió para darnos vida abundante y eterna: hacerse uno de nosotros. Es el gran regalo de Dios al hombre. Dios no está lejos del hombre, sino que se ha inclinado hacia él y se ha hecho carne (Jn 1,14), para que el hombre comprenda dónde reside el sólido fundamento de todo, el cumplimiento de sus aspiraciones más profundas: en Cristo (cfr Benedicto XVI. Verbum Domini , 10).

“No teman”, dice el ángel a los pastores. Eso quiere Dios en la Navidad : quitarnos el miedo. ¿Quién puede tener miedo a un niño que nace? Es fuente de alegría y no de temores. Ese es su mensaje para los hombres de todos los tiempos. Dios es amor. Quien permanece en su amor, lo recibe y lo ama, y vive la Buena Noticia en la alegría y la esperanza. Ante este Divino Niño nos podemos preguntar: ¿compartimos este proyecto de Dios, mostrándonos en la familia, en la comunidad cristiana, en el campo de la política y del trabajo, como Jesús en Belén, es decir, como una presencia que no despierta miedo o temor, sino que inspira paz, esperanza y alegría?

Frente a las realidades que nos llenan de miedo y de angustia, en la familia y en nuestra sociedad, mirando al Niño Jesús, nos preguntamos: ¿Buscamos cada día disipar los temores causados por el egoísmo, la ambición, la envidia, el rencor, la mentira, o sea, el pecado en todas sus formas, para que, en cambio, brille en nuestros corazones la luz de la gracia, de la verdad, del amor, de la justicia, del perdón y la paz?

El Niño Jesús es el gran regalo de Navidad. Es costumbre que intercambiemos regalos en esta fiesta de los cristianos. Para mí, ustedes, hermanas y hermanos de Quilmes, Berazategui y Florencio Varela, son el regalo que Dios me hace. Para mí son el Niño Jesús que nace en esta Navidad. Quiero regalarles, como ya lo he expresado, mi corazón.

Les invito a que, como el mensajero celestial del evangelio, digamos a quien sea: “te traigo una buena noticia, una gran alegría: ha nacido el Salvador. El Niño Jesús”. Somos mensajeros de alegría y de paz, porque anunciamos a Jesús, Vida nuestra. Así lo expresaba el Padre Obispo Jorge Novak, en su Carta Pastoral de Navidad de 1978: “¿Somos mensajeros de gozo o profetas decaídos que hacemos un mal servicio al Dios de la alegría y la esperanza? Un mensaje de gozo sin los correspondientes frutos de la paz y de la reconciliación no merece crédito; mucho menos el calificativo de cristiano. Y hablando de paz, evocamos ese bien mayor que es la vida, amenazada, no raras veces con apoyos legales y so pretexto de humanidad, desde el seno materno hasta los pasos vacilantes del anciano, que se arrastra desconcertado en un mundo que pareciera mezquinarle, con el espacio vital, las mínimas muestras de afecto que reclama con toda razón”.

Como los pastores que fueron a ver al recién nacido, tengo profundo deseo de verlos en sus comunidades, y en donde vivan, para compartir la alegría de encontrar juntos a Jesús, el Salvador.

De corazón: ¡FELIZ NAVIDAD Y FELIZ AÑO NUEVO!

¡Dios les bendiga!


+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes



NAVIDAD ES JESÙS!

YO SOY
SEÑOR
De señores
LUZ DEL MUNDO
ADMIRABLE VERDAD
ALFA Y OMEGA,PRINCIPIO Y FIN
EMANUEL, CRISTO, MESÌAS
SALVADOR, REY DE REYES, REDENTOR
EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA
DIOS FUERTE, CONSEJERO
LA RESURRECCIÒN, LA VID VERDADERA
HIJO DE DIOS, EL VERBO, LA PUERTA, AUTOR DE LA VIDA
CORDERO DE DIOS, PRINCIPE DE PAZ
BUEN PASTOR
LA PUERTA
MAESTRO
JESÙS


"EN NINGUN OTRO HAY SALVACIÒN, PORQUE NO HAY OTRO NOMBRE BAJO EL CIELO, DADO A LOS HOMBRES, EN QUE PODAMOS SER SALVOS".
HECHOS 4:























25 de diciembre

Estamos de fiesta, en Navidad, celebramos esta fiesta con singular alegría, nos reunimos los que más nos queremos, familia, amigos, compañeros de trabajo. Son las fiestas. Y ahora nos reunimos aquí en nuestra iglesia. Es también un encuentro de alegría. Nos preguntamos, qué esperamos de esta reunión. Qué esperamos de este recuerdo tan festivo y grato del nacimiento de Jesús. Qué esperamos de la Navidad.

Vamos a recibir un regalo precioso, Jesús nos lo trae, no nos preocupemos. Él no nos va a pedir que le devolvamos nada. A Jesús le importamos de una manera máxima. Jesús nunca pide nada, él es el que se da, su vida ha sido siempre solo ofrecer.

Este Niño Dios que nacido así, nos abre hoy a todos al misterio de Dios. Dios se hace hombre. Dios se nos manifiesta como es. Esta cercanía y proximidad de Jesús a lo humano, es lo que mejor nos revela y como mejor podemos comprender el verdadero misterio de Dios. Ahora sabremos lo que es importante para Dios. Lo que es importante de verdad en la vida.

Estas lecturas que hemos escuchado nos dicen que Dios entra en la historia vinculado no solo a la pobreza, le podemos encontrar en cualquier ser indefenso y débil, que tal vez necesita de nuestra acogida.

Posiblemente nosotros hubiéramos preferido un Dios fuerte y poderoso, omnipotente. Pero él prefiere la fragilidad de un niño débil, nacido en la mayor sencillez y pobreza, en la marginación, en la exclusión. El puede estar en las lágrimas de un niño, o en la soledad de un anciano en la angustia de un parado, en la tristeza de un inmigrante y sabemos que en ese encuentro él da alegría y paz.

Todo esto significa que en el mundo hay salvación en la medida en que nos acercamos a lo excluido, a lo que nadie quiere acercarse y con quien nadie quiere solidarizarse. Jesús tomó en serio desde el primer instante, que los últimos tienen que ser los primeros, para él son los primeros.

Porque en los últimos es donde se encuentre lo mínimamente humano, lo que es común a todos los seres humanos, aquello en lo que todos coincidimos y somos iguales; en lo mínimamente humano está lo que nos une, no lo que nos divide. La “buena noticia”, la “gran alegría”, la clave de la felicidad no se encuentra en lo que nos separa y nos distancia, sino lo que nos funde en la unidad. La felicidad está donde se encuentra lo más entrañablemente humano, un niño en pañales, esté donde esté, aunque se le encuentre donde menos podemos imaginarlo.

Cuando nosotros solemos decir que conocemos a Dios, lo que conocemos ya no es Dios, es un objeto que nosotros elaboramos. Lo que podemos conocer de Dios es lo que se nos ha revelado en el niño “envuelto en pañales y recostado en un pesebre”. La grandeza de Dios es la grandeza de este niño, su grandeza es su humanidad. En Jesús, Dios se nos manifiesta como es.

Nosotros colocamos lo grande y valioso casi siempre en lo extraordinario, maravilloso, sorprendente. Pero él se nos presenta en lo cotidiano, en lo normal y ordinario. Hay futuro y esperanza no en la exaltación y aumento del poder, sino en la dignificación de lo humano. Es la gran lección de la Navidad.

Este es el Dios que nosotros necesitamos junto a nosotros, esta cercanía y proximidad a lo humano es lo que mejor nos revela y como mejor podemos comprender el verdadero misterio de Dios.

La Navidad nos manifiesta que es así nuestro Dios, nuestro salvador, que se nos acerca con la ternura de un niño a quien podemos hacer sonreír o llorar, y que así ha de ser también nuestra alegría. Es la fe revolucionaria de la Navidad, expresada por San Pablo, "Cristo, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de siervo, haciéndose uno de tantos y presentándose como simple hombre".

En el fondo de cualquier ser humano podemos descubrir la presencia de ese Dios que ha querido encarnarse en lo humano y que ha preferido los pobres, los necesitados de pan, de salud, de compañía....es ahí y con ellos con los que preferentemente El está. El nos habla, nos invita, nos emplaza a vivir así, nos lo dice en su silencio.

Si acertamos a detenernos en silencio ante este niño y acoger desde el fondo de nuestro ser toda la cercanía y la ternura de Dios, entenderemos por qué la alegría de un creyente ha de tener características tan diferentes en estos días de Navidad.

Así es la fiesta de la Navidad, una fiesta para toda la humanidad, para todos, todos los que le aman y ponen su vida por Él y también por los que no saben nada de él, porque Jesús es el Salvador de todos.

Para quienes se sienten creyentes en el fondo de su corazón es una fiesta gozosa, que les recuerda que pueden contar siempre con un Dios cercano que solo busca nuestro bien. Será una fuerza comprometedora que nos recuerda hacia dónde deben mirar nuestros ojos, hacia dónde hemos de orientar nuestros valores, hacia dónde hemos de dirigirnos en la vida. Porque ese Niño nacido así es el punto de la creación donde la verdad, la bondad y la cercanía de Dios hacia sus criaturas aparece de una manera irrefutable y que además resulta tierna y bella.

Pero si queremos que todo esto vaya siendo verdad, no olvidemos la lección de María, que guardaba todo en su corazón, es el mejor modo para comprender quién y como es nuestro Dios. Contemplar en nuestro corazón cuanto vemos en estos días.
Misa del día: Se hizo carne

El prólogo del Evangelio de Juan, que la Iglesia lee cada día de Navidad, es, en verdad, impresionante. No en vano se ha visto en el águila (el águila de Patmos) el símbolo de este evangelista, pues el águila es único animal capaz de mirar al sol directamente. Juan pone ante nuestros ojos al Dios eterno, que es y existe desde siempre, pero que no es un monarca solitario y ensimismado, sino expresión, Palabra, tensión comunicativa. Juan nos habla de un Dios lleno de fuerza y de poder, pero de un poder positivo, creador, luminoso, que disipa las tinieblas de la nada, que, como dice también la carta a los Hebreos, sostiene al universo con su palabra poderosa, y al establecer el ser de todo por medio de esa Palabra eterna se comunica, se ofrece y busca entablar un diálogo.
El despliegue de poder divino nos lo presenta Juan en consciente contraste con el poder tal como lo entendemos nosotros: el poder o los poderes del mundo. En este mundo ser poderoso significa ante todo tener la capacidad de imponerse, amenazar y destruir, en último término, de matar. Por eso, el poder es, al mismo tiempo, algo deseado y odiado: deseado para sí, pero odiado cuando lo tienen otros. Hay un tono inevitable de oscuridad en estos poderes mundanos, por más que no estemos irremediablemente condenados a usarlos sólo para el mal. Pero, y esta es la cuestión, si de verdad eres poderoso, es necesario que se sepa que puedes, si quieres, arremeter destructivamente.
Nada de esto encontramos en la Omnipotencia divina que nos revela Juan, junto a la cual, desde el principio (es decir, de manera esencial, radical, originaria e inseparable) está la Palabra creadora de todo y, por lo tanto, destructiva de nada. Dios manifiesta paradójicamente su poder ilimitado y creador en la capacidad de despojarse, en el movimiento de abajarse, de ponerse a nuestro nivel, de ofrecerse y proponer un diálogo. Dios está empeñado en conversar con nosotros, lo ha intentado “en distintas ocasiones y de muchas maneras”. Por fin, ha hablado de manera clara y directa, mandándonos no misivas y emisarios, sino a su propio Hijo, su Palabra misma. Al asumir nuestra carne, nuestra concreción humana, que es también nuestra limitación, Dios se hace definitivamente cercano y accesible, pero también se hace débil y vulnerable. Dios asume riesgos para acercarse a nosotros humanamente, y nos ofrece un diálogo al que podemos responder sólo libremente: aceptando o rechazando. Podemos (este es nuestro poder) acoger o rechazar, abrir las puertas o expulsar de nuestro territorio al Dios que viene con la mano tendida.
Muchos son los signos que dicen que, pese a venir a “los suyos”, éstos no lo han recibido, no lo reciben, lo rechazan y expulsan. Así fue en tiempos de Jesús, así ha sido de múltiples formas a lo largo de la historia, así está siendo también en nuestros días, en que con mil excusas, con buenas palabras (políticamente correctas) o, también, con malos modos y violencia, no se quiere escuchar esta Palabra, no se quiere aceptar esta mano de carne, no se quiere ver esta luz. Preferimos nuestro poder aparente, poder destructivo y oscuro, que nos ofrece una seguridad engañosa pero que nos evita riesgos.
La Palabra poderosa por la que todo fue hecho se ha hecho niño, rostro, uno de los nuestros, se ha hecho carne, carne débil y trémula, aterida, hambrienta, necesitada de unos brazos que la acojan (los brazos de María, pero que también pueden ser los nuestros), y amenazada por manos que quieren acallarla y suprimirla, ha sometido su poder benéfico al riesgo de los poderes oscuros de este mundo. Sin embargo, la Palabra no se ha hecho carne en balde. Aunque encarnado, limitado, vulnerable y en situación de riesgo, el poder de Dios no deja de ser un poder real, positivo, creador, luminoso, comunicativo. Encuentra también eco, acogida y aceptación. Los que ven esta luz, tocan esta carne y escuchan esta Palabra se encuentran participando del poder mismo de Dios: no de un poder político, económico o militar, sino de ese poder propio de la Palabra por medio de la cual todo se ha hecho: es el poder de ser hijos de Dios en el Hijo Jesucristo, Palabra encarnada. Es un poder que nos purifica, nos renueva por dentro, nos devuelve la dignidad con la que Dios, en el principio creo todo muy bien, muy bueno, y que nosotros hemos debilitado y manchado por el pecado. Los que hemos recibido este poder por la fe y el bautismo adquirimos la capacidad, ni más ni menos, de actuar como el mismo Dios, con su mismo poder: la capacidad de inclinarnos ante el necesitado, de abajarnos sin violencia, de ir al encuentro y establecer un diálogo, de dar vida, dando la propia vida, de asumir riesgos sin temor a las consecuencias. Los que acogen esta Palabra hecha carne participan del poder creador de Dios que es el Amor, y por eso no se aíslan de los demás, sino que al contrario, se ponen en pie y van al encuentro de todos para hacerles partícipes de la gran noticia, realizando en sí la luminosa profecía de Isaías: “Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva”.

jueves, 22 de diciembre de 2011

La humildad de su esclava


Lucas 1, 46-56. Adviento. María sabía bien en quién había puesto su confianza y por eso no se derrumbó en su vida a pesar de las pruebas.



Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 46-56

Y dijo María: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador, porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso, desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como había anunciado a nuestros padres en favor de Abraham y de su linaje por los siglos." María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Oración introductoria

Jesús, tú conoces mi corazón mejor que nadie. Sabes cuan débil es mi fe, pero también conoces mis anhelos de creer y confiar más. Tú dijiste: «Todo es posible para el que cree» (Mc 9, 23), y por eso te pido como aquel padre cuando curaste a su hijo: «Creo, pero ayúdame porque tengo poca fe» (Mc 9, 24). Fe, Señor, eso te pido para iniciar esta oración. Pongo en tus manos mis más íntimas intenciones, tú las conoces y sabes qué es lo que necesito. María, ayúdame a creer confiadamente en Él para poder alegrarme en Dios mi Salvador como tú lo hacías.

Petición

Señor, que en este día sienta mayor necesidad de Ti.

Meditación

Es un canto que revela la espiritualidad (...) de aquellos fieles que se reconocían «pobres» no sólo por el desapego a toda idolatría de la riqueza y del poder, sino también por la humildad profunda del corazón, desnudo de la tentación del orgullo, abierto a la gracia divina salvadora. Todo el «Magnificat», que acabamos de escuchar interpretado por el Coro de la Capilla Sixtina, se caracteriza por esta «humildad», en griego «tapeinosis», que indica una situación de concreta humildad y pobreza. (...) Con frecuencia, su proyecto queda escondido bajo el terreno opaco de las vicisitudes humanas, en las que triunfan «los soberbios», «los poderosos» y «los ricos». Sin embargo, al final, su fuerza secreta está destinada a manifestarse para mostrar quiénes son los verdaderos predilectos de Dios: los «fieles» a su Palabra, «los humildes», «los hambrientos», «Israel, su siervo», es decir, la comunidad del pueblo de Dios que, como María, está constituida por quienes son «pobres», puros y sencillos de corazón. Es ese «pequeño rebaño» al que Jesús invita a no tener miedo, pues el Padre ha querido darle su reino (Cf. Lucas 12, 32). De este modo, este canto nos invita a asociarnos a este pequeño rebaño, a ser realmente miembros del Pueblo de Dios en la pureza y en la sencillez del corazón, en el amor de Dios. (Benedicto XVI, 20 de febrero de 2006)

Reflexión

¡Qué difícil es tener hambre de Dios cuando estamos rodeados de tanto materialismo y satisfacciones inmediatas; cuando todo nos invita a ser más egoístas! Nos vamos cerrando a la gracia divina y nos volvemos orgullosos. Parece ridículo hoy en día tener que depender de un Ser Supremo. Sin embargo, el cristiano se da cuenta que esta mentalidad del mundo contemporáneo no tiene fundamentos y se derrumba con las dificultades de la vida. María sabía bien en quién había puesto su confianza y por eso no se derrumbó en su vida a pesar de las pruebas. Siempre supo mantener esa sencillez de corazón y reconocerse pobre, necesitada de Dios. Cómo resalta ver gente que vive así, como María, alegres, sencillos y puros de corazón. Ojalá que nuestros corazones no se ensoberbezcan ni se vuelvan unas murallas de egoísmo a la acción amorosa de Dios.

Propósito

Agradecerle durante el día a Dios que tenga necesidad de Él: “Gracias, Señor, porque me haces sentir necesidad de Ti”

Diálogo con Cristo

Jesús, es más fácil vivir con la mentalidad del mundo materialista, olvidado de ti, soberbio, y Tú sabes cuánto me atrae y me dejo llevar por él. Pero, Señor, no soy feliz así. Mi mayor dicha es estar contigo, es tener tu paz y tu amor en mi corazón. Ayúdame a ser humilde y necesitado de Ti, a reconocerme pobre y volverme rico con tu presencia. No me dejes solo, te necesito.



"Mi dicha es estar cerca de Dios: yo he puesto mi refugio en ti, Señor, para proclamar todas tus acciones" (Salmo 73, 28)


Palabra de Dios.

Primera Lectura
1 Samuel 1, 24-28

Lectio
En aquellos días, Ana llevó a Samuel, que todavía era muy pequeño, a la casa del Señor, en Siló, y llevó también un novillo de tres años, un costal de harina y un odre de vino.

Una vez sacrificado el novillo, Ana presentó el niño a Elí y le dijo: "Escúchame, señor: te juro por mi vida que yo soy aquella mujer que estuvo junto a ti, en este lugar, orando al Señor. Este es el niño que yo le pedía al Señor y que él me ha concedido. Por eso, ahora yo se lo ofrezco al Señor, para que le quede consagrado de por vida". Y adoraron al Señor.


Meditatio
La liturgia hoy nos propone este pasaje del libro de Samuel para hacernos concientes de que Jesús, el niño esperado, el Salvador, ya es una realidad en el mundo.

Hace poco más de 2000 años, una hermosa Mujer, llena de gracia, hizo posible que el Salvador se encarnara y abriera para el mundo las compuertas celestes de la salvación, ahora nos toca a cada uno de nosotros hacer realidad este milagro; somos nosotros quienes debemos anunciar al mundo que Jesús debe ser una presencia activa en todos los hogares y en todos los corazones.

De la misma manera que María presentó a Jesús, presentémoslo nosotros también a nuestros familiares y amigos, para que la Navidad recobre toda la fuerza espiritual de la alegría de tener entre nosotros a Cristo.


Oratio
Señor, encárnate en mí, es decir, llena incluso mi carne de ti, que yo sea fiel imagen tuya, que pueda llevarte a donde quiera que vaya y que la gente en mi entorno pueda descubrirte gracias a mi manera de actuar, de hablar, de vivir.

Operatio

Hoy le presentaré a Jesús a alguna persona, le hablaré de lo bueno que es vivir con él.
El Evangelio de hoy
Lucas 1, 46-56

En aquel tiempo, dijo María:
"Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre,
y su misericordia llega de generación en generación
a los que lo temen.

Ha hecho sentir el poder de su brazo:
dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes

y a los ricos los despidió sin nada.

Acordándose de su misericordia,
vino en ayuda de Israel, su siervo,

como lo había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia,
para siempre."

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.


Reflexión
Este cántico retrata perfectamente el alma de María, sus sentimientos, pero sobre todo, la conciencia que tiene de Dios. Nos presenta a una mujer que sabe perfectamente "en quién ha puesto su confianza". María cree y espera en el Dios que salva a su pueblo, el Dios para el que nada es imposible, el Dios que cumple sus promesas, ante todo el Dios que es amor, ternura y comprensión y que se hace historia en nuestra propia historia.

Sería pues importante en estos últimos días antes de la Navidad que nos preguntemos, ¿cuál es la imagen que tengo de Dios? ¿es nuestra imagen parecida a la que tenía María Santísima? Navidad debe ser para cada uno de nosotros la celebración de la inserción de Dios en nuestra propia historia. ¿Nuestra experiencia de Dios y su salvación podría llevarnos a expresarnos de él de la misma manera que lo hace María Santísima?


Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
Jueves 2011-12-22
IV T. de Adviento

Ciclo B. Año Par
Feria: Sta. Francisca Javiera Cabrini
Lit. de las Horas: Tomo I
IV S. Salterio

Primera Lectura:
1 Samuel 1, 24-28

Salmo:
1 Samuel 2

Evangelio:
Lucas 1, 46-56

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Mons. Tissera asumió como obispo de QUILMES.




Quilmes (Buenos Aires) (AICA):



El pasado sábado 17 de diciembre en la catedral Inmaculada Concepción, monseñor Carlos José Tissera tomó posesión como obispo de Quilmes.

Antes del inicio de la celebración eucarística, monseñor Tissera junto con monseñor Luis Stöckler, obispo emérito de Quilmes, y el cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, realizó una oración frente a la tumba de los obispos Jorge Novak y Gerardo Farrell.

De esta manera el nuevo obispo de Quilmes se encomendaba al primer obispo de esta diócesis y a su obispo coadjutor.

El cardenal Bergoglio tuvo a su cargo el rito de toma de posesión en su calidad de arzobispo metropolitano de la región Buenos Aires.

Previamente, el padre Armando Dessy, canciller de la diócesis de Quilmes, leyó la bula del papa Benedicto XVI en la que nombra a monseñor Tissera como obispo de Quilmes.

Luego, el cardenal Bergoglio entregó el báculo a monseñor Stöckler, obispo saliente, quien se lo cedió a monseñor Tissera.

Acto seguido, el purpurado porteño y monseñor Stöckler acompañaron a monseñor Tissera a tomar asiento en la “sede” (asiento principal del altar de la Catedral, que pertenece al obispo), dando así por concluido el ritual de la toma de posesión.

A partir de ese momento, monseñor Tissera comenzó a presidir la misa.

“Hermanos de Berazategui, Florencio Varela y Quilmes, vengo a ofrecerles mi corazón; a unirme al camino pastoral que vienen realizando desde aquel 1976, cuando Pablo VI creó esta Iglesia particular y nos regaló a ese santo pastor: Mons. Jorge Novak. Qué iba a sospechar yo que tuviera que suceder a ese verdadero profeta, aquel día en el que los alumnos de la Facultad de Teología de Devoto, lo aplaudimos y saludamos en los pasillos cuando fue designado primer obispo de Quilmes. Eran días oscuros y tristes para el país. Estábamos desconsolados por los asesinatos y desaparición de compañeros nuestros y de insignes pastores. Su nombramiento fue una luz de esperanza. Su presencia de Padre, nos infundía serenidad y consuelo, como otros sacerdotes que nos contenían y pastoreaban”, expresó.

El prelado subrayó que “más que nunca ahora percibo que con su ministerio episcopal dejó gravada a fuego esta convicción: la misión de la Iglesia es evangelizar”.

Una decena de obispos, presbíteros y diáconos concelebraron esta celebración que fue multitudinaria. Cientos de fieles de la diócesis se acercaron a la catedral para darle la bienvenida al nuevo obispo.

También, un nutrido grupo de la diócesis de San Francisco, de la que procede el nuevo obispo, participó de esta Eucaristía, junto a familiares y amigos de monseñor Tissera.

Entre los presentes, hubo referentes de todas las instituciones, grupos y movimientos de la diócesis de Quilmes, como así también de las diferentes congregaciones religiosas y de las Iglesias evangélicas.

Entre las distintas autoridades que participaron de esta misa, se encontraban el director general de Culto Católico de la Nación, Luis Saguier Fonrouge; el director de Cultos de la provincia de Buenos Aires, Enrique Moltoni; el intendente de San Francisco, Martín Llaryora; y el intendente de Quilmes, Francisco Gutiérrez.

Culminando la celebración eucarística, monseñor Tissera caminó por el pasillo central de la catedral, hasta el atrio, donde bendijo a la feligresía que se acercó a darle la bienvenida.+

Texto completo de la homilía

Gran noche sin igual: Noche y cielo se mezclan.

1.- No hay momento tan especial en la liturgia de la Iglesia como esta misa de medianoche en la conmemoración de la Natividad del Señor. Y no me refiero tanto –aunque también—a la belleza de la celebración en sí y de sus textos, todos, desde las lecturas bíblicas hasta las diferentes oraciones de la misa. Y aun siendo todo ello de una gran belleza y fuerza en su contenido, tengo que decir que somos todos nosotros, los presentes en tan hermosa y alegre eucaristía, quienes damos un especial realce a lo que celebramos ahora. Estamos alegres, hay muchos jóvenes y no pocos niños entre nosotros, muchos hemos puesto nuestros mejores trajes y vestidos, como aquel que va a una gran fiesta. Otros, más confortables, han preferido que el espacio del templo fuese una continuación de su hogar, donde se acaba de celebrar la cena de Nochebuena y visten como si en su casa estuvieran. Hacen bien. La alegría emerge por doquier y, sin duda, también ha fluido alguna lágrima porque es imposible no recordar algún ser querido que ya no está entre nosotros y que otras veces nos acompañaba en esta formidable y alegre presencia de todos.

2.- Y no es poco importante –y mucho menos frívolo—dar la importancia que tiene a este protagonismo comunitario de todos los que asisten a esta Misa del Gallo, pues, si en condiciones habituales, la presencia de los fieles es lo que da especial significado a la celebración eucarística por lo que tiene de comunión fraterna, de asamblea de hermanos que se aman y de recuerdo de la hermosísima y prometedora frase de Cristo: “Cuando dos o más os reunáis en mi nombre ahí estaré Yo en medio de vosotros”, pues hoy mucho más, recién llegados de nuestras casas como vinieron los pastores en aquella noche, nos convertimos –para bien y en sana humildad—en protagonistas de la noche.

3.- Claro que no hay más que recordar bien el evangelio, la narración de San Lucas sobre el Nacimiento del Niño Jesús para entender que no puede haber más que un protagonista y ese no es otro que ese tierno bebé nacido en la cueva de Belén. Es un impresionante ir y venir de ángeles y pastores. La noche –la Gran noche—se convierte en algo sin igual. Cielo y tierra se mezclan y, sin duda, la Eternidad se ha abierto para dar paso a la entronización de la Humanidad. El mundo se abre a grandes expectativas de paz y de amor. Y mientras tanto María y José asisten a algo que, tal vez, no entienden, pero que les parece grandioso y, casi, incomprensible.

Y el texto de Isaías, del capítulo 9, refleja el antecedente al texto de Lucas: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierras de sombra, y una luz les brilló…” Esa es la luz que brilló durante la noche en la comarca de Belén, la que vieron los pastores y la gente humilde. Y que no fueron capaces de ver los ricos y los bien aposentados, tanto de Belén, como del resto del mundo. Pero quienes vieron la luz pudieran acudir a contemplar al Niño y sin saber tampoco muy bien lo que ocurría experimentaron una alegría, desconocida, misteriosa y sin límites. Y eso es lo que experimentamos todos nosotros, aquí esta Noche Buena, esta Buena Noche.

4.-Nuestra espera a lo largo de todo el Adviento toma todo su sentido. El Salvador del mundo ha llegado en forma de débil Niño. Y nosotros, aquí y ahora, intuimos que tenemos que esperar otra venida: un día el Niño Dios volverá envuelto de poder y majestad para hacer justicia en este mundo e iniciar la vida feliz, que no cesa, en esa Jerusalén celestial que también nos llegará plena de luz. No seamos tímidos. Demostremos nuestra alegría total: un Niño nos ha nacido.
Lecturas
Miércoles, 21 de Diciembre del 2011
Adviento


Primera Lectura
Cant 2, 8-14; Sof 3, 14-18
ELLA:

¡La voz de mi amado! Miren cómo viene saltando por los montes,
brincando por los cerros, mi amado, como una gacela o un cabrito. Ahora se detiene detrás de nuestra cerca, y se pone a mirar por las ventanas, a espiar por las rejas.
Mi amado empieza a hablar y me dice:

EL:
Levántate, compañera mía, hermosa mía, y ven por acá, paloma mía.
Acaba de pasar el invierno, y las lluvias ya han cesado y se han ido.
Han aparecido las flores en la tierra, ha llegado el tiempo de las canciones, se oye el arrullo de la tórtola en nuestra tierra.
Las higueras echan sus brotes y las viñas nuevas exhalan su olor. Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven.
Paloma mía, que te escondes en las grietas de las rocas, en apartados riscos, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz, porque tu voz es dulce y amoroso tu semblante.
¡Grita de gozo, oh hija de Sión, y que se oigan tus aclamaciones, oh gente de Israel! ¡Regocíjate y que tu corazón esté de fiesta, hija de Jerusalén!
Pues Yavé ha cambiado su suerte, ha alejado de ti a tus enemigos. No tendrás que temer desgracia alguna, pues en medio de ti está Yavé, rey de Israel.
Ese día le dirán a Jerusalén: "¡No tengas ningún miedo, ni te tiemblen las manos!
¡Yavé, tu Dios, está en medio de ti el héroe que te salva! El saltará de gozo al verte a ti y te renovará su amor. Por ti danzará y lanzará gritos de alegría como lo haces tú en el día de la Fiesta."
Apartaré de ti ese mal con el que te amenacé, y ya no serás humillada.
Salmo
Sal 33, 2-3; 11-12; 20-21


Denle gracias, tocando la guitarra, y al son del arpa entónenle canciones. Entonen para él un canto nuevo, acompañen la ovación con bella música.


Pero el proyecto del Señor subsiste siempre, sus planes prosiguen a lo largo de los siglos. Es feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él escoge como herencia.


En el Señor nosotros esperamos, él es nuestra defensa y nuestro escudo; en él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre tenemos confianza.


Evangelio
Lc 1, 39-45
MARÍA VISITA A SU PRIMA ISABEL

Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo
y exclamó en alta voz: "¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor?
Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas.
¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!"

Evangelio 21 de Diciembre. Natividad el Señor.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 39-45

Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».

Compartiendo la Palabra


Querido amigo/a:

Cuando el amor llega a tu vida, si es amor verdadero, sientes alegría. Amor de distintas formas y múltiples expresiones. Da igual que sea amor fraterno entre amigos, filial entre padres e hijos, erótico de pareja… Si el amor llega, te ilumina. Y digo amor, no enamoramiento, pues este último es una emoción, y las emociones son pasajeras, mientras que el primero es un sentimiento, y estos perduran y se anclan en el interior de la persona. Está llegando el Amor de Dios y la Palabra nos muestra dos bellos relatos.

En el Cantar de los Cantares, la amada está como loca pues viene su amado, y con este amor hasta la naturaleza cambia de estación: del invierno a la primavera. Las flores del campo, las higueras que despuntan, las viñas abultadas, la estación de los cánticos, el arrullo de la tórtola…, todo invita a celebrar el amor y a gozar de él. El oído despierto percibe la proximidad del amado, aunque no sea más que «un rumor... ». La mada se imagina cómo se acerca presuroso su amado, cómo mira y atisba por la ventana y por la reja. Oye su voz.

En el evangelio de Lucas, María no puede soportar más la alegría que lleva dentro y la tiene que compartir con alguien, con su prima Isabel. Su gozo es expansivo. No se lo puede guardar. Le resulta imposible permanecer callada, quiere alegrar con la alegría que lleva dentro de tal modo que hasta el otro niño, futuro Juan, salta de gozo en el seno de su madre. La alegría auténtica y verdadera, como sentimiento profundo, no como emoción pasajera, es contagiosa.

Pues bien, querido hermano/a, este amor llega. Ya queda menos. Ojalá lo esperemos con la misma expectación con que lo esperó la amada del Cantar y la Virgen María, nuestra Madre. Ojalá llegue a nuestra vida en la forma en la que el Espíritu considere más oportuna. De momento rezamos con la antífona de hoy que reza: “Oh Sol” (Oriens) ¡Que esta divina luz entre hasta el fondo del alma y nos enriquezca!

martes, 20 de diciembre de 2011

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 26-38



El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo:
«¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo:
«No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».
María dijo al Ángel:
«¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?»
El Ángel le respondió:
«El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios».
María dijo entonces:
«Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu palabra».
Y el Ángel se alejó.

Compartiendo la Palabra


Querido amigo/a:

Necesitamos señales para ver por dónde vamos. Para ver si por donde vamos, vamos bien; si este es el camino o nos hemos salido de él. Estas señales son las balizas que vemos en los caminos de montaña, los hitos, los mojones, los indicadores,…no sé cómo los llaman en tu región. Los que utilizan los actuales GPS para desplazarse, también los necesitan para no salirse de la ruta; se llaman “tracks” o “way points”. Cuando vas caminando por la montaña o por el bosque o por el páramo y llegas a uno de ellos, sientes un gran alivio, una gran tranquilidad, pues te confirman que vas en la dirección correcta, y al poco tiempo, ves el siguiente, a veces con levantar la mirada más allá.

¿Has encontrado estos indicadores durante este Adviento? Piénsalo despacio, porque si has trabajado este tiempo de esperanza, seguro que has pasado por ellos, aunque no siempre hayas sido consciente. Situaciones, acontecimientos ocurridos durante estas tres semanas anteriores, personas y relaciones, conversaciones, momentos de silencio y oración, de paz, de reflexión, de prueba…

El profeta Isaías hoy nos muestra una de estas señales o balizas que el rey Acaz necesitaba de Dios para asegurarse de que estaba con ellos ante la invasión asiria. Señal que le cuesta pedir porque Dios va a pensar que no se fía de él. La señal es el nacimiento de un niño llamado “Emanuel” cuyo nombre ya significa que Dios está con su pueblo y no lo abandona: “Dios con nosotros”.

El Evangelio de Lucas nos muestra la señal de las señales: la Anunciación. “Ahí tienes a tu pariente Isabel, que a pesar de su vejez…” María se fió de esta señal, siguió esta baliza y la siguiente, y la siguiente hasta el pie de la cruz. Pero allí no terminaban, habría más: Jerusalén, Pentecostés… No quedo defraudada, como ya sabemos.

¿Qué señales ves en este Adviento? ¿Qué te quiere decir el Señor? ¿Por dónde vas? No importa saber el final del camino ni a dónde nos lleva, sólo Dios lo sabe. Lo importante es caminar confiado, como el buen peregrino, siguiendo las señales del camino para no perderse. Nunca adelantándose al Espíritu Santo, siempre detrás, para ir seguro.
La antífona del Magníficat de las Vísperas de hoy es “Oh llave de David” (Clavis). Con lo que ya tenemos la palabra en latín: SARC

DIFICIL TODO.

Tan sólo mejor
que la mejor parte
que escogió María,
el difícil todo.
Acoger al Verbo,
dándose al silencio.
Vigilar Su Ausencia,
gritando Su Nombre.
Descubrir Su Rostro
en todos los rostros.
Hacer del silencio
la mayor escucha.
Traducir en actos
las Sagradas Letras.
Combatir amando.
Morir por la vida,
luchando en la paz.
Derribar los tronos
con las viejas armas
quebradas de ira,
forradas de flores.
Plantar la bandera
-la justicia libre
en los gritos pobres.
Cantar sobre el mundo
el Advenimiento
que el mundo reclama,
quizás sin saberlo.
El difícil todo
que supo escoger
...la otra María.

domingo, 18 de diciembre de 2011

ACOGER COMO MARÍA



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 26-38

El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo:
«¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo:
«No temas, María, porque Dios te ha favorecido., Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; El será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».
María dijo al Ángel:
«¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?»
El Ángel le respondió:
«El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios».
María dijo entonces:
«Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra».
Y el Ángel se alejó.

Compartiendo la Palabra


EL REGALO DE NAVIDAD

Alégrate

¿Cuántos son los que creen de verdad en la Navidad? ¿Cuántos los que saben celebrarla en lo más íntimo de su corazón? Estamos tan entretenidos con nuestras compras, regalos y cenas que resulta difícil acordarse de Dios y acogerlo en medio de tanta confusión.

Nos preocupamos mucho de que estos días no falte nada en nuestros hogares, pero a casi nadie le preocupa si allí falta Dios. Por otra parte, andamos tan llenos de cosas que no sabemos ya alegrarnos de la «cercanía de Dios».

Y una vez más, estas fiestas pasarán sin que muchos hombres y mujeres hayan podido escuchar nada nuevo, vivo y gozoso en su corazón. Y desmontarán «el Belén» y retirarán el árbol y las estrellas, sin que nada grande haya renacido en sus vidas.

La Navidad no es una fiesta fácil. Sólo puede celebrarla desde dentro quien se atreve a creer que Dios puede volver a nacer entre nosotros, en nuestra vida diaria. Este nacimiento será pobre, frágil, débil como lo fue el de Belén. Pero puede ser un acontecimiento real. El verdadero regalo de Navidad.

Dios es infinitamente mejor de lo que nos creemos. Más cercano, más comprensivo, más tierno, más audaz, más amigo, más alegre, más grande de lo que nosotros podemos sospechar. ¡Dios es Dios!

Los hombres no nos atrevemos a creer del todo en la bondad y ternura de Dios. Necesitamos detenernos ante lo que significa un Dios que se nos ofrece como niño débil, vulnerable, indefenso, sonriente, irradiando sólo paz, gozo y ternura. Se despertaría en nosotros una alegría diferente, nos inundaría una confianza desconocida. Nos daríamos cuenta de que no podemos hacer otra cosa sino dar gracias.

Este Dios es más grande que todos nuestros pecados y miserias. Más feliz que todas nuestras imágenes tristes y raquíticas de la divinidad. Este Dios es el regalo mejor que se nos puede hacer a los hombres.

Nuestra gran equivocación es pensar que no necesitamos de Dios. Creer que nos basta con un poco más de bienestar, un poco más de dinero, de salud, de suerte, de seguridad. Y luchamos por tenerlo todo. Todo menos Dios.

Felices los que tienen un corazón sencillo, limpio y pobre porque Dios es para ellos. Felices los que sienten necesidad de Dios porque Dios puede nacer todavía en sus vidas.

Felices los que, en medio del bullicio y aturdimiento de estas fiestas, sepan acoger con corazón creyente y agradecido el regalo de un Dios Niño. Para ellos habrá sido Navidad.