domingo, 22 de agosto de 2010

Reflexiòn espiritual.





Hay muchos momentos de nuestra vida que parecen una "tarde de invierno", oscura, triste, impaciente, etc. En muchos ojos no ha parado de "llover", las tristezas embargan su vida como si la esperanza no se avecinara. ¿Porque estamos así a veces? ¿Es necesario pasar por horas de amargura?.. Jesús nos consuela en el Getsemaní cuando dice “Padre mío, si no es posible evitar que yo sufra esta prueba, hágase tu voluntad” Mt 26,42.

Tal vez sea difícil comprender o evitar el sufrimiento, y más, cuando en esos momentos nos encerramos en la soledad y vemos las cosas negativamente. Todos nosotros estamos cerca del sufrimiento, ¿por qué? Por una sencilla razón, por el Amor, sí, porque sufrimos por amor y no por placer. Es el amor el que nos enseña a valorar el sufrimiento. Imagínese esa “tarde de invierno” y vívela con el Amor; por ejemplo: la lluvia ya no será señal de tristeza, sino de alegría porque la tierra queda fecunda, las nubes no serán grises, porque hay un gran destello de luz blanca escondido en ellas, la hierba reverdecería continuamente.


El Amor puede cambiarte la forma de ver las cosas. Dios es el Amor y está contigo en todas las “tardes de invierno” de tu vida. Es el Amor que empapa la tierra con el rocío de su Palabra y que no la hace regresar hasta que la haga germinar; Es el Amor que alumbra tu vida con la blanca luz de la esperanza; y es el Amor que reverdece tu alma para que sigas caminando.
¡Ha Pasado el invierno y la lluvia se ha ido, ha llegado el tiempo de cantar! (Cant 2,11-12)


Padre Luis alfonso Anaya

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