Esta mañan he asistido en directo a la liberaciòn de los cinco primeros mineros de Chile. Ha sido un sentimiento agridulce. Sin duda ha dominado la vivencia de una inmensa alegría. El sueño se estaba realizando ante mis ojos. Encerrados en el Fenix, esa cápsula de tamaño humano que se desliza por el tubo gracias a una polea, iban subiendo uno a uno estos seres humanos enterrados a setecientos metros bajo tierra. Se cumplía el milagro de solidaridad humana y tecnología que lo ha hecho posible. Los de “arriba” estaban salvando a los de “abajo” y emergían desde las tinieblas a la luz.Pero al mismo tiempo me invadía un cierto sentimiento de tristeza. ¿Por qué? El espectáculo mediático en directo estaba también minuciosamente preparado: la gran bandera de Chile, banderitas en la mano de los familiares, las televisiones de todo el mundo ocupándose de un desierto minero donde hasta ahora se ha vivido en situaciones tan precarias como para provocar este accidente. Incluso una microcámara servía las imágenes del interior en directo. Hasta el Real Madrid ha invitado a los mineros a ver un partido. La multinacional informática Apple tiene preparado 33 Iphone para estos pobres trabajadores que seguramente no pueden pagar ni la tercera parte de una tarifa plana. El show estaba servido.Es verdad que Chile es un gran país y merece que el mundo conozca esta gesta sin precedentes. Pero uno se pregunta qué va a ser la vida de estas familias de mineros cuando despierten de este montaje.Sin embargo lo que más me ha impresionado del rescate es el sentimiento común de fe de los que emergían. Fe humana para aguantar en aquel infierno, pese a las ayudas exteriores. Pero sobre todo fe religiosa. Todos hasta ahora daban gracias a Dios. Uno lo llevaba escrito en la camiseta. El presidente chileno se presignaba. ¿Que América Latina es un continente más religioso? Desde luego, pero hasta la locutora de CNN+ (De Prisa, con lo que lo digo todo) tuvo que reconocer en directo el fuerte componente religioso de estos mineros en su resistencia.En todo caso se me antoja que estos meses dentro de la mina han debido ser como una especie de ejercicios espirituales forzados. Las situaciones límite y el verse al borde de la muerte provocan siempre preguntas sobre la ultimidad, aparte de que sin duda Chile es un país mayoritariamente religioso. Por desgracia, entre nosotros, europeos de la secularización, provocaría escándalo un comportamiento así. No te digo nada si se persignara Zapatero.Por último me quedo con la parábola de mi primer comentario sobre los mineros. Cuando unos hombres se empeñan pueden salvar a otros hombres, por muy sepultados que estén. ¿Qué hay de los otros millones de sepultados por el hambre y la injusticia?
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