lunes, 9 de julio de 2012
El Evangelio de hoy
Mateo 9, 18-26
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un jefe de la sinagoga, se postró ante él y le dijo: "Señor, mi hija acaba de morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir".
Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orilla del manto, pues pensaba: "Con sólo tocar su manto, me curaré". Jesús, volviéndose, la miró y le dijo: "Hija, ten confianza; tu fe te ha curado". Y en aquel mismo instante quedó curada la mujer.
Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a los flautistas, y el tumulto de la gente y les dijo: "Retírense de aquí. La niña no está muerta; está dormida". Y todos se burlaban de él. En cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta se levantó. La noticia se difundió por toda aquella región.
Reflexión
La carta a los Hebreos dice: "Jesucristo es el mismo de ayer, de hoy y por siempre". Sin embargo, nuestro mundo tecnificado y lleno de agitación y de autosuficiencia nos ha llevado a crear una imagen reducida del Señor.
El evangelio de hoy, con dos pasajes en los cuales Jesús, por medio de dos grandes milagros, nos muestra no solo su poder sino su identidad como Hijo de Dios, como verdadero Dios, debía llevarnos de nuevo a reflexionar en la imagen que tenemos sobre Jesús. Muchas veces pensamos que trabajamos solos, que debemos resolver todos nuestros problemas solos, que debemos recurrir a Jesús sólo cuando las cosas han llegado a tal grado que no podemos más (enfermedad, crisis económica, etc.). Sin embargo, Jesús nos acompaña con su poder y su amor a lo largo de todo nuestro día. Él es capaz de cambiar el rumbo de nuestra actividad y de toda nuestra vida, es Dios, es el Emmanuel, el "Dios con nosotros".
El elemento común en estos dos episodios es la fe: tanto el Jefe de la Sinagoga como la mujer con el flujo de sangre, fueron capaces de reconocer en Jesús, al verdadero Dios, al Dios que cambia la historia y la lleva a la plenitud. Dejemos que Jesús tome el control de nuestra vida cotidiana; nos SORPRENDEREMOS de ver el poder de Dios todos los días.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario