Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 18, 1-8
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
«En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: "Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario".
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: "Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme"».
Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.
Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?»
Queridos hermanos, paz y bien.
Hoy las lecturas nos presentan diversos puntos para la reflexión. La justicia y la fe, por ejemplo.
Sobre la justicia, independientemente de lo que pensemos del juez inicuo, hay que decir que era un hombre práctico. Sus motivaciones no eran muy puras, pero al final se produce un resultado justo. Todo por la insistencia de la pobre viuda, una persona sin derechos en Israel. No estaría de más preguntarnos hoy por qué hacemos las cosas, por qué participamos de la liturgia, o mejor, cómo participamos. ¿Vamos a la Eucaristía porque toca, o porque de verdad es algo importante para nosotros? ¿Nos falta algo, cuando no podemos asistir, o sólo vamos cuando nos llevan a rastras, y además vamos con cara de entierro? Si nuestra motivación está al 50%, no vamos mal. Otro ejemplo. ¿Rezamos porque queremos estar en relación con un Amigo que nos ama, o lo hacemos porque tenemos miedo de que nos castigue, si no cumplimos con lo prescrito? Ya veis, es un buen día para pensar en la motivaciones, en por qué hacemos las cosas.
Y luego está la fe. Terrible pregunta. ¿Encontrará Cristo fe en la tierra cuando vuelva? Quiero pensar que sí, a pesar de lo que se puede ver en las estadísticas, sobre el descenso de creyentes en algunos países. En Rusia se mantuvo la fe, a pesar de los pesares y del comunismo, gracias a la gente sencilla, las babushkas, las abuelas que se encargaron de bautizar a los hijos, primero, y a los nietos, después. Gracias a ellas, estamos hoy aquí. Dice el refrán que Dios aprieta, pero no ahoga. Parece que es así. Cuando hay alguna catástrofe, terremoto, maremoto o algún otro “oto”, es increíble la generosidad con que la gente responde. La sensibilidad ante la desgracia ajena sigue activada.
Tenemos también hoy la posibilidad de mirar nuestra fe. Pasarla por el filtro de la Palabra de Dios y comprobar si nos hace falta algún cambio. Comprobando nuestras motivaciones y revisando nuestra fe, podemos seguir avanzando por el camino de la vida espiritual. No hay motivo para enorgullecerse, si estamos muy avanzados, y no se puede perder la esperanza, si sentimos que estamos muy atrasados. En todo caso, la fe y la vida espiritual son regalos de Dios. Y a veces, a Dios le gusta esconderse, para luego mostrarse de nuevo, y mostrándose, despierta en nosotros el deseo de seguir buscando. Como lo hace en los santos.
A lo largo de la semana hemos tenido el recuerdo de muchos santos, y terminamos con otro, San Josafat. El Papa ha declarado a San Josafat patrono de los que trabajan por la unión de los cristianos. La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos (Tertuliano). Para los que vivimos en el este, en países de minoría católica, es un buen ejemplo a seguir. Lo del martirio, no sé, lo de trabajar por la unión de los cristianos, sí. Porque por la unión de los cristianos hay que rezar no sólo del 18 al 25 de enero, sino todos los días del año. Que lo valiente no quita lo cortés.
«En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: "Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario".
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: "Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme"».
Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.
Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?»
Compartiendo la Palabra
Por Alejandro Carbajo, cmf
Por Alejandro Carbajo, cmf
Queridos hermanos, paz y bien.
Hoy las lecturas nos presentan diversos puntos para la reflexión. La justicia y la fe, por ejemplo.
Sobre la justicia, independientemente de lo que pensemos del juez inicuo, hay que decir que era un hombre práctico. Sus motivaciones no eran muy puras, pero al final se produce un resultado justo. Todo por la insistencia de la pobre viuda, una persona sin derechos en Israel. No estaría de más preguntarnos hoy por qué hacemos las cosas, por qué participamos de la liturgia, o mejor, cómo participamos. ¿Vamos a la Eucaristía porque toca, o porque de verdad es algo importante para nosotros? ¿Nos falta algo, cuando no podemos asistir, o sólo vamos cuando nos llevan a rastras, y además vamos con cara de entierro? Si nuestra motivación está al 50%, no vamos mal. Otro ejemplo. ¿Rezamos porque queremos estar en relación con un Amigo que nos ama, o lo hacemos porque tenemos miedo de que nos castigue, si no cumplimos con lo prescrito? Ya veis, es un buen día para pensar en la motivaciones, en por qué hacemos las cosas.
Y luego está la fe. Terrible pregunta. ¿Encontrará Cristo fe en la tierra cuando vuelva? Quiero pensar que sí, a pesar de lo que se puede ver en las estadísticas, sobre el descenso de creyentes en algunos países. En Rusia se mantuvo la fe, a pesar de los pesares y del comunismo, gracias a la gente sencilla, las babushkas, las abuelas que se encargaron de bautizar a los hijos, primero, y a los nietos, después. Gracias a ellas, estamos hoy aquí. Dice el refrán que Dios aprieta, pero no ahoga. Parece que es así. Cuando hay alguna catástrofe, terremoto, maremoto o algún otro “oto”, es increíble la generosidad con que la gente responde. La sensibilidad ante la desgracia ajena sigue activada.
Tenemos también hoy la posibilidad de mirar nuestra fe. Pasarla por el filtro de la Palabra de Dios y comprobar si nos hace falta algún cambio. Comprobando nuestras motivaciones y revisando nuestra fe, podemos seguir avanzando por el camino de la vida espiritual. No hay motivo para enorgullecerse, si estamos muy avanzados, y no se puede perder la esperanza, si sentimos que estamos muy atrasados. En todo caso, la fe y la vida espiritual son regalos de Dios. Y a veces, a Dios le gusta esconderse, para luego mostrarse de nuevo, y mostrándose, despierta en nosotros el deseo de seguir buscando. Como lo hace en los santos.
A lo largo de la semana hemos tenido el recuerdo de muchos santos, y terminamos con otro, San Josafat. El Papa ha declarado a San Josafat patrono de los que trabajan por la unión de los cristianos. La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos (Tertuliano). Para los que vivimos en el este, en países de minoría católica, es un buen ejemplo a seguir. Lo del martirio, no sé, lo de trabajar por la unión de los cristianos, sí. Porque por la unión de los cristianos hay que rezar no sólo del 18 al 25 de enero, sino todos los días del año. Que lo valiente no quita lo cortés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario