La verdadera esencia del Santo Rosario, bien meditado, está constituída por un triple elemento.
Primero, la contemplación de cada misterio, es decir, de aquella verdades que nos hablan de la misión redentora de Jesús.
Contemplando nos encontramos en una comunicación íntima de pensamiento y de sentimiento con la doctrina y la vida de Jesús, Hijo de Dios y de María, que vino a la tierra a redimir, a instruir, a santificar.
Segundo, la reflexión o meditación. En cada misterio hay una enseñanza para sí mismo, en orden a la propia santificación y a las condiciones en las cuales se vive.
Bajo la continua iluminación del Espíritu Santo, cada uno confronta su vida con las enseñanzas que brotan de cada misterio.
El tercero, es la intención, es decir, la indicación o necesidades de orden personal o social, que para un católico verdaderamente activo representa entrar en el ejercicio de la caridad hacia sus hermanos, que se difunde en los corazones como una expresión viviente de pertenecer al cuerpo místico de Cristo. (DCM,III,756)
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