domingo, 23 de septiembre de 2012

DE LOS QUE SE HACEN COMO NIÑOS, ES EL REINO DE DIOS


 Evangelio según San Marcos 9, 30-37


Segundo Anuncio de la Pasión
Salieron de allí y se fueron caminando por Galilea. Él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: "El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; lo matarán, más a los tres días de haber muerto resucitará". Pero ellos, que no entendían sus palabras, tenían miedo de preguntarle.
¿Quién es el mayor?
Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó: "¿De que discutías por el camino?". Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce y les dijo: "si uno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo estrechó entre sus brazos y les dijo: "El que acoja a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoja a mí, no me acoge a mí, sino a Aquel que me ha enviado."
Palabra del Señor



Compartiendo la Palabra


¿POR QUÉ LO OLVIDAMOS?
Camino de Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos sobre el final que le espera. Insiste una vez más en que será entregado a los hombres y estos lo matarán, pero Dios lo resucitará.
Marcos dice que "no le entendieron y les daba miedo preguntarle". En estas palabras se adivina la pobreza de los cristianos de todos los tiempos. No entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en su mensaje. Al llegar a Cafarnaún, Jesús les pregunta: "¿De qué discutíais por el camino?". Los discípulos se callan. Están avergonzados. Marcos nos dice que, por el camino, habían discutido quién era el más importante. Ciertamente, es vergonzoso ver al Crucificado acompañado de cerca por un grupo de discípulos llenos de estúpidas ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús? Una vez en casa, Jesús se dispone a darles una enseñanza. La necesitan. Estas son sus primeras palabras: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". En el grupo que sigue a Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás, se ha de poner el último, detrás de todos; así podrá ver qué es lo que necesitan y podrá ser servidor de todos. La verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, el primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas sino esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino. No lo hemos de olvidar. Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad donde estamos atentos a quien nos puede necesitar. No es sueño de Jesús. Para él es tan importante que les va a poner un ejemplo gráfico. Antes que nada, acerca un niño y lo pone en medio de todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y desvalidas, los necesitados de apoyo, defensa y acogida. No han de estar fuera, junto a la puerta. Han de ocupar el centro de nuestra atención. Luego, Jesús abraza al niño. Quiere que los discípulos le recuerden siempre así. Identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí...acoge al que me ha enviado". La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos. ¿Por qué lo olvidamos tanto?Difunde la enseñanza de Jesús. 

domingo, 9 de septiembre de 2012

Reflexionamos el Evangelio!







Reflexión: Isaías 35, 4-7a.

El profeta Isaías, en los primeros capítulos de su libro, refleja la situación en la que se encontraba el pueblo de Israel, allá por la segunda mitad del s. VIII antes de Cristo (aunque algunos sitúan estos capítulos 34 y 35 por los años 500 a. de Cristo, en la época posterior al exilio).

En la lectura de hoy se resalta la llamada a la alegría y al júbilo porque Dios interviene en favor de su pueblo.
El profeta hace una llamada a la esperanza porque la presencia de Dios se hará manifiesta en medio de su pueblo.

La venida del Salvador transformará el desierto en Paraíso, la maldición de Adán en bendición salvadora de Dios. Isaías propone lo "insospechado" como realidad para el futuro y como fuerza dinámica para el presente.
Si la esperanza es firme nadie puede recortar su fuerza liberadora. Cuando el Dios de la Biblia se manifiesta como un Dios liberador, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos, que libera a los cautivos, el hombre creyente comprende cuál debe ser el objeto de su esperanza y el cometido de su actuación.

En muchas ocasiones nos encontramos abrumados por problemas personales, familiares o desalentados por preocupaciones de diversa índole.

Hay acontecimientos que nos hacen sufrir: enfermedad, paro, accidentes... Estamos, como el "pueblo de Dios", bajo la tiranía de ciertos males.

No es fácil encontrar consuelo y, mucho menos, soluciones.

Sin embargo, la la lectura de hoy nos dice que no nos acobardemos, que levantemos nuestro ánimo porque Dios es capaz de "hacer oír al sordo y hablar al mudo"; el Señor hace brotar agua en el desierto y, sobre todo, salvará a quien confíe en él.






Reflexión: Santiago 2, 1-5

El domingo pasado el apóstol Santiago nos decía que no nos conformásemos con escuchar la Palabra de Dios sino que la practicásemos.

Hoy nos llama la atención sobre alguna de las formas por las que quebrantamos el respeto a la Palabra de Dios.

Dios mira el corazón del hombre y no su posición social o su situación económica.

Nosotros hacemos distinción entre los hombres; tratamos de distinto modo a los ricos que a los pobres, a los poderosos que a los humildes.

Pero la repulsa al favoritismo es tajante en la carta de Santiago, que es "Palabra de Dios".

Nuestras predilecciones han de ser, por tanto, las de Dios.

Si alguno ha de ser nuestro predilecto, debemos fijarnos en los humildes, en los necesitados, en los que carecen de todo.

Dios juzga según los valores de la sencillez, de la fidelidad y acogida a su mensaje salvador.

Por este motivo, tampoco pueden causarnos impresión ni sorpresa las declaraciones que a veces hacen gentes de alta posición económica, de gobierno, de popularidad artística, etc., sobre su falta de fe, su actitud indiferente u hostil a Dios, o su conducta poco respetable.

Para el creyente, estas palabras y estos comportamientos no pueden tener valor alguno de ejemplaridad.
En materia de fe, el corazón de un pordiosero puede ser más rico que el presidente del gobierno.




Reflexión: San Marcos 7, 31-37

En Jesús se cumple lo anunciado por los profetas: Jesús actúa como salvador, liberador del hombre.

En tiempos de Jesús, la sordera, la ceguera y otras enfermedades, se consideraban como castigo de Dios al pecado de los hombres. Por eso, la curación de la sordera, ceguera u otras enfermedades es signo de salvación y liberación.

La gente que ve los signos que hace el Señor, se queda admirada y exclama con entusiasmo: ¡todo lo ha hecho bien!

A través de ese signo milagroso nos está manifestando que él nos libera del pecado que nos ata y esclaviza.

Por otra parte, es el salvador de todos los hombres, pues el sordomudo de hoy es uno de los llamados "extranjeros" por el pueblo judío.

La curación de un sordomudo está proclamando que nosotros debemos:

* abrir los oídos a la Palabra de Dios, al Señor,

* abrir los labios para proclamarla con decisión y firmeza.

Decimos que la fe cura la sordera. Un creyente no podrá ser sordo a la Palabra que nos viene de la Escritura. No hará "oídos de mercader" cuando esa Palabra amenace su burguesía o ponga interrogantes a sus seguridades.

No será "sordo de conveniencia" seleccionando páginas del Evangelio en las que apoyar su egoísmo y marginando las que vienen a "desinstalarle".

Son millones quienes se acercan a Jesús y no se les oye; y son minoría quienes están alejados de él y su griterío se hace manifiesto en las calles, en los medios comunicación, etc.

En este campo recordamos lo que pasa con la gallina que pone un huevo y alborota a todo el gallinero y la tortuga que pone millones de huevos y no se entera nadie del acontecimiento.

Pero un acontecimiento salvador como el de Jesús, es preciso no silenciarlo.

El debilitamiento de la fe ha de ser contrarrestado por el descubrimiento de Cristo perdonador y salvador.

En el día de la Creación, Dios proclamó que "todo era bueno"; en el día de la Redención, "todo lo hace nuevo"; y hoy se dice de Jesús "todo lo ha hecho bien". Y es que, abrir a un hombre su boca y sus oídos, es hacer una "criatura nueva" que pueda degustar las palabras y los sabores del Reino de Dios.




Comentario: Mc 7,31-37

7,24-37 Curaciones en territorio pagano. La discusión sobre minucias legalistas y prescripciones rituales hace que Jesús sienta la necesidad urgente de cambiar de aires. En esas disputas se escuchan siempre los mismos discursos y él quiere oír, en territorio pagano, una palabra nueva. En esta ocasión será la palabra de una mujer sirofenicia que, en contraste con los fariseos –preocupados por tener bien lavadas las manos antes de gustar el pan– se apresura a pedir para su hija enferma las sobras del banquete celebrado en el desierto. Su fe es tan fuerte que no se rinde hasta conseguir lo que desea. Es una fe auténtica, sencilla y conmovedora, que se convierte en modélica para los destinatarios del evangelio –cristianos procedentes del paganismo– y que les garantiza a la vez que en la mesa salvífica de Jesús hay también pan para ellos.

El relato de la curación del sordomudo resalta todavía más la participación de los paganos al banquete de la salvación que Jesús ofrece. El sordomudo es el mejor representante del paganismo: sordo respecto a Dios e incapaz de alabarlo. No obstante, también sobre él recae el poder liberador de la palabra de Jesús, que rompe la sordera espiritual y suelta la lengua para la alabanza divina.

La exclamación conclusiva de la multitud, en la que se percibe el eco de Gn 1,31 e Is 35,4-6, expresa el reconocimiento de Jesús como aquel que, luchando contra el mal y el sufrimiento, devuelve a la creación su esplendor original e inaugura el tiempo de salvación anunciado por los profetas. Ello constituye para los lectores cristianos un motivo seguro de esperanza. Dios llevará a término la obra que en Jesús ha comenzado.



Reflexión personal


«Todo lo hizo bien», o «Hizo todo el bien que pudo». Sea cual sea el sentido original de la expresión que Marcos pone en boca de la gente que observaba a Jesús, en todo caso es un buen lema, una expresión que puede simbolizar adecuadamente nuestro mejor ideal. ¿Estoy a su altura?


- -Antes del Concilio Vaticano II en no pocos lugares la Iglesia tenía bodas, misas y entierros de primera, de segunda y de tercera, con más o menos ornamentación del templo, incluso más o menos oficiantes... según los honorarios que por tales ceremonias se abonaba. También, en los países de nacionalcatolicismo, las autoridades tenían un lugar destacado reservado para ellas. Hoy todo ello se suprimió, afortunadamente. ¿Se superó en la Iglesia la acepción de personas, la preferencia por los ricos y el desprecio a los pobres de las que nos habla la carta de Santiago? ¿En qué formas nuevas, o antiguas, puede hoy la Iglesia tener "acepción de personas en favor de los ricos?


- El profeta Isaías presenta a Dios como el que viene a despegar los ojos del ciego y abrir los oídos del sordo, el que hará saltar de alegría al cojo y cantar al mudo. Y con la asociación de la primera lectura de hoy con la tercera, la liturgia nos quiere decir que Jesús cumple y plenifica lo que los profetas del AT soñaron como enviado de Dios. Veinte siglos después, con una medicina totalmente diferente y tecnificada, la mayor parte de nosotros no cree en "curaciones" físicas milagrosas (sin desconocer una gran parte de cristianos, carismáticos sobre todo, que sí aciertan a creer en curaciones físicas por obra religiosa). Pero para los que tenemos una mente más "realista", o secularizada o científica... ¿qué relectura podemos hacer del anuncio del profeta y de la taumaturgia de Jesús? ¿Qué significa HOY para nosotros que Jesús desata la boca de un mudo?



«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos». (Mc 7, 37)

Preguntas y cuestiones

En Jesús encontramos un modelo de conducta. “Todo lo ha hecho bien”. Este eudemonismo hace que tratemos de imitar su conducta. ¿Seguimos a Jesús porque es un modelo moral atractivo o porque es el Hijo de Dios? Son dos aspectos relacionados e inseparables. ¿Nos olvidamos de alguno de ellos en algún momento? ¿Relegamos su divinidad por su moralidad? o ¿Su moralidad por su divinidad?

Abres mis oídos desde dentro!




Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7, 31-37

Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua; Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete». Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Palabra del Señor.

Compartiendo la Palabra


CURAR LA SORDERA

La curación de un sordomudo en la región pagana de Sidón está narrada por Marcos con una intención claramente pedagógica. Es un enfermo muy especial. Ni oye ni habla. Vive encerrado en sí mismo, sin comunicarse con nadie. No se entera de que Jesús está pasando cerca de él. Son otros los que lo llevan hasta el Profeta.

También la actuación de Jesús es especial. No impone sus manos sobre él como le han pedido, sino que lo toma aparte y lo lleva a un lugar retirado de la gente. Allí trabaja intensamente, primero sus oídos y luego su lengua. Quiere que el enfermo sienta su contacto curador. Solo un encuentro profundo con Jesús podrá curarlo de una sordera tan tenaz.

Al parecer, no es suficiente todo aquel esfuerzo. La sordera se resiste. Entonces Jesús acude al Padre, fuente de toda salvación: mirando al cielo, suspira y grita al enfermo una sola palabra: "Effetá", es decir, "Abrete". Esta es la única palabra que pronuncia Jesús en todo el relato. No está dirigida a los oídos del sordo sino a su corazón.

Sin duda, Marcos quiere que esta palabra de Jesús resuene con fuerza en las comunidades cristianas que leerán su relato. Conoce a más de uno que vive sordo a la Palabra de Dios. Cristianos que no se abren a la Buena Noticia de Jesús ni hablan a nadie de su fe. Comunidades sordomudas que escuchan poco el Evangelio y lo comunican mal.

Tal vez uno de los pecados más graves de los cristianos es esta sordera. No nos detenemos a escuchar el Evangelio de Jesús. No vivimos con el corazón abierto para acoger sus palabras. Por eso, no sabemos escuchar con paciencia y compasión a tantos que sufren sin recibir apenas el cariño ni la atención de nadie.

A veces se diría que la Iglesia, nacida de Jesús para anunciar la Buena Noticia de Jesús, va haciendo su propio camino, lejos de la vida concreta de preocupaciones, miedos, trabajos y esperanzas de la gente. Si no escuchamos bien las llamadas de Jesús, no pondremos palabras de esperanza en la vida de los que sufren.

Hay algo paradójico en algunos discursos de la Iglesia. Se dicen grandes verdades y se proclaman mensajes muy positivos, pero no tocan el corazón de las personas. Algo de esto está sucediendo en estos tiempos de crisis. La sociedad no está esperando "doctrina social" de los especialistas, pero escucha con atención una palabra clarividente, inspirada en el Evangelio y pronunciada por una Iglesia sensible al sufrimiento de las víctimas, que sale instintivamente en su defensa invitando a todos a estar cerca de quienes más ayuda necesitan para vivir con dignidad.

jueves, 6 de septiembre de 2012

La Oración!


¡Cuida tu corazón!
"¡Cuida tu corazón!". Porque el corazón, en sentido bíblico, constituye las alas del espíritu.



Cuida tus alas!", decía san Agustín a los jóvenes. En obvia alusión a sus deseos de volar alto, de volar lejos, de volar con prisa. Hoy Jesús parece decirnos: "¡Cuida tu corazón!". Porque el corazón, en sentido bíblico, constituye las alas del espíritu.

Ahí, en tu corazón, decides si levantas el vuelo o te quedas en tierra; si vuelas con rumbo o vas a la deriva del viento; si vuelas alto o bajo; si vuelas lejos o te quedas revolando sobre restos putrefactos. Por eso, más allá de la polémica de Jesús con los fariseos y su tradicional hipocresía, me parece que el evangelio de hoy nos grita a todos ¡cuida tu corazón!

Qué es el corazón

El pensamiento griego -particularmente Aristóteles- separa como esferas distintas de la persona, aunque íntimamente relacionadas, sensibilidad, emotividad, afectividad, inteligencia y voluntad.

El pensamiento hebreo, en cambio, mucho más sintético y vivencial, concentra todas estas dimensiones en el corazón de la persona.

Así, para la Biblia, el corazón es la sede no sólo de los sentimientos y afectos, de los sueños y proyectos, sino también de las grandes decisiones morales. Todo "se cocina" ahí dentro.

Corazón y moralidad

En el Evangelio de hoy, Jesús insiste, particularmente, en el corazón como centro de la moralidad del ser humano. Ahí donde decidimos nuestra calidad, estatura y valor como personas. Porque la esencia de la persona humana, a diferencia de la de los animales y las cosas, es una esencia abierta.

El ser humano permanece siempre abierto al crecimiento interior, al perfeccionamiento como persona. Más aún, dicho crecimiento es una ley interior, un mandato inscrito en su propia esencia. Por eso en nuestro corazón resuena siempre una voz que nos dice: "¡Sé más!". So pena de ser menos.

El ser humano no puede seguir siendo el mismo con el paso del tiempo: o crece y mejora, o empeora; o se humaniza más o se deshumaniza. Lo explicaba el filósofo español José Ortega y Gasset: «Mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede "destigrarse", el hombre vive en riesgo permanente de deshumanizarse». La dignidad moral del ser humano radica, en definitiva, en esa posibilidad de ser más o ser menos persona.

Y para Jesús, el ser más o ser menos persona se juega en el corazón. «No es lo de fuera lo que mancha al hombre; es lo que sale del hombre lo que mancha al hombre». Ahí, en el sagrario íntimo de tu corazón, es donde tú decides quién realmente quieres ser.

La maldad del corazón

El corazón humano puede llegar a ser muy bueno. El pecado original introdujo la malicia en el corazón humano. Sin por ello eliminar la aspiración congénita del corazón a la verdad, a la bondad, a la belleza. Por eso, en el corazón humano tantas veces se dan cita lo mejor y lo peor de cada persona. Tristemente, con frecuencia ha prevalecido la maldad.

El profeta Jeremías dejó constancia de esta realidad: «El corazón es lo más retorcido; no tiene arreglo: ¿quién lo conoce?» (Jer. 17, 9). Y Jesús, en el Evangelio de hoy, apunta en la misma dirección: «Porque de dentro, del corazón, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre»

Corazón y libertad

Como vimos, en realidad cada uno decide qué cocina en su corazón: Si intenciones buenas, nobles, generosas, altruistas, bondadosas. O intenciones malas, mezquinas, egoístas, amargas. Y, en particular, tú decides, en cada momento, qué haces con lo que te llega de fuera o con lo que te brota de dentro.

De fuera pueden venir tentaciones, ofensas, agresiones, olvidos. De dentro pueden venir malas inclinaciones, pasiones desordenadas, emociones descontroladas. Tú decides qué haces con todo ello. Puedes sentir la fuerza de las tentaciones o de las malas inclinaciones, pero tu corazón tiene siempre la suprema libertad de consentir o no.

Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco, célebre por su experiencia en los campos de concentración nazis, solía fortalecer su corazón durante el cautiverio con lo que él llamaba ejercicios de suprema libertad. El régimen nazi, para debilitar, desmoralizar y hasta "animalizar" a los presos, les proporcionaba una ración claramente insuficiente de pan al día. Frankl tomaba su minúsculo trozo, lo partía a la mitad, y se comía la cantidad que él decidía tomar. El resto lo compartía. Así mantenía su libertad intacta, por muy "preso" que estuviera. Así seguía siendo "dueño de sí mismo".

La decisión de ser más o ser menos persona no depende de las circunstancias; está en tu corazón.

Y tú, ¿cuidas tu corazón?

Tu corazón es un jardín. De él brotan tus pensamientos, deseos y acciones. Si de tu corazón brotan buenos pensamientos, deseos nobles, acciones honestas, volarás y serás más y más persona.
Si de tu corazón brotan malos pensamientos, deseos perversos, acciones viles, no volarás, y serás menos persona. ¡Cuida tu corazón! Claro está, cuidar el corazón supone trabajar el corazón.

El corazón se cultiva igual que un jardín: hay que escoger bien lo que se siembra, arrancar abrojos, eliminar plagas, regar frecuentemente y podar cuando hace falta. Los corazones buenos no se improvisan.

María

María, como buena Madre, conoce como nadie el corazón humano. Pon el tuyo en sus manos. Dile que quieres cuidarlo. Pídele que te ayude a sembrar y cultivar en él sólo buenos pensamientos, buenos deseos y buenas acciones.

domingo, 2 de septiembre de 2012

LAVA TUS MANOS EN MI AMOR




Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.
Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras, de la vajilla de bronce y de las camas.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?»
Él les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice:
"Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto:
las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos".
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres».
Y Jesús, llamando a la gente, les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre».

Compartiendo la Palabra
LA QUEJA DE DIOS


Un grupo de fariseos de Galilea se acerca a Jesús en actitud crítica. No vienen solos. Los acompañan algunos escribas, venidos de Jerusalén, preocupados sin duda por defender la ortodoxia de los sencillos campesinos de las aldeas. La actuación de Jesús es peligrosa. Conviene corregirla.

Han observado que, en algunos aspectos, sus discípulos no siguen la tradición de los mayores. Aunque hablan del comportamiento de los discípulos, su pregunta se dirige a Jesús, pues saben que es él quien les ha enseñado a vivir con aquella libertad sorprendente. ¿Por qué?

Jesús les responde con unas palabras del profeta Isaías que iluminan muy bien su mensaje y su actuación. Estas palabras con las que Jesús se identifica totalmente hemos de escucharlas con atención, pues tocan algo muy fundamental de nuestra religión. Según el profeta, esta es la queja Dios.

"Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí". Este es siempre el riesgo de toda religión: dar culto a Dios con los labios, repitiendo fórmulas, recitando salmos, pronunciando palabras hermosas, mientras nuestro corazón "está lejos de él". Sin embargo, el culto que agrada a Dios nace del corazón, de la adhesión interior, de ese centro íntimo de la persona de donde nacen nuestras decisiones y proyectos.

"El culto que me dan está vacío". Cuando nuestro corazón está lejos de Dios, nuestro culto queda sin contenido. Le falta la vida, la escucha sincera de la Palabra de Dios, el amor al hermano. La religión se convierte en algo exterior que se practica por costumbre, pero donde faltan los frutos de una vida fiel a Dios.

"La doctrina que enseñan son preceptos humanos". En toda religión hay tradiciones que son "humanas". Normas, costumbres, devociones que han nacido para vivir la religiosidad en una determinada cultura. Pueden hacer mucho bien. Pero hacen mucho daño cuando nos distraen y alejan de la Palabra de Dios. Nunca han de tener la primacía.

Al terminar la cita del profeta Isaías, Jesús resume su pensamiento con unas palabras muy graves: "Dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres". Cuando nos aferramos ciegamente a tradiciones humanas, corremos el riesgo de olvidar el mandato del amor y desviarnos del seguimiento a Jesús, Palabra encarnada de Dios. En la religión cristiana lo primero es siempre Jesús y su llamada al amor. Solo después vienen nuestras tradiciones humanas por muy importantes que nos puedan parecer. No hemos de olvidar nunca lo esencial.

Anima a dar culto a Dios con el corazón y la vida.