jueves, 21 de junio de 2012
HOMILIA EN LA ASAMBLEA DIOCESANA DE LAICOS
Florencio Varela (Colegio Santa Lucía). 20 de junio de 2012
Hermanas y hermanos:
Es la primera vez que participo como Obispo de ustedes en la Asamblea Diocesana de Laicos.
Lo hago con profunda alegría. Quiero agradecer a los organizadores de la Asamblea todo su
cariño y trabajo puesto al servicio de todos y del Señor. Sea Él que bien les recompense.
Estamos viviendo un verdadero encuentro como Pueblo de Dios con Jesucristo, coronándolo
ahora con la celebración de la Eucaristía.
Es la Eucaristía uno de los modos como podemos encontrar a Jesús en nuestro camino
creyente, como sus discípulos misioneros. Así se los comenté a todos en mi carta de Cuaresma
de este año, cuando les decía que el encuentro con el Señor Jesús se realiza:
En la fe recibida y vivida en la Iglesia, gracias al Espíritu Santo. (DA 246).
- Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia. Hemos de
fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la
Palabra de Dios (DA 247).
Encontramos a Jesús en la Sagrada Liturgia. La Eucaristía, fuente inagotable de la
vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente inextinguible del impulso misionero (DA
251)
- En el Sacramento de la reconciliación. El encuentro con Jesucristo, quien se
compadece de nosotros y nos da el don de su perdón misericordioso, nos hace sentir
que el amor es más fuerte que el pecado cometido, nos libera de cuanto nos impide
permanecer en su amor, y nos devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los
demás con corazón abierto y generoso (DA 254)
En la oración personal y comunitaria. (DA 255).
Encontramos a Jesús en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno.
Está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y por el bien común,
algunas veces llegando a entregar la propia vida… que nos invitan a buscar un mundo
más justo y más fraterno, en toda realidad humana, cuyos límites a veces nos duelen y
agobian (DA 256)
- También encontramos a Jesús de un modo especial en los pobres, afligidos y
enfermos (cf. Mt. 25, 37-40), El encuentro con Jesucristo en los pobres es una
dimensión constitutiva de nuestra fe en Jesucristo (DA 257)
- También encontramos a Jesús en esa piedad que muchos de nosotros hemos
aprendido en el ejemplo de nuestros padres y abuelos. (DA 258 - 265)
1
En la liturgia de esta tarde, contemplamos a Jesús en el Sermón de la montaña, predicando a
aquellos primeros discípulos misioneros. El texto leído de san Mateo, nos habla de la práctica
religiosa, concentrada en tres acciones: la limosna, la oración y el ayuno. Jesús invita a sus
seguidores, a nosotros, a llevarla a cabo de una forma totalmente discreta: ¡que nadie se
entere! La verdadera religión nada tiene que ver con el exhibicionismo, que es siempre, en
última instancia, una forma de hipocresía. El Señor nos habla de discreción, el secreto: “Tu
Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. Nos enseña a ser profundamente religiosos sin
exhibición. A esas personas el Padre les dará su recompensa. Es lo que agrada a Dios.
El texto bíblico citado en la convocatoria a esta Asamblea ha sido tomado de la carta de
san Pablo a los Romanos que escuchamos recién. Es el camino de la verdadera salvación. El
anuncio fundamental de la predicación y de la profesión de fe cristianas: “Si confiesas con la
boca que Jesús es el Señor, si crees de corazón que Dios lo resucitó de la muerte, te salvarás”
(Rm. 10, 9). Esto en alusión y contraposición a lo que decía el profeta: “Este pueblo se me
acerca con la boca y me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí, y su
culto es precepto humano y rutina” (Is. 29, 13). Pablo hace esta invitación a todos los pueblos,
sin distinción, citando al profeta Joel: “todo el que invoque el nombre del Señor se salvará”
(Jl. 3, 5). Si seguimos leyendo los versículos siguientes (Rm. 10, 14ss), Pablo dice que para
esto se necesitan misioneros y anunciadores de la Palabra de Dios, que pongan en marcha el
dinamismo del Evangelio, en un bellísimo resumen: “Pero ¿cómo lo invocarán si no han creído
en él? ¿ cómo creerán si no han oído hablar de él? ¿ cómo oirán si nadie les anuncia? ¿ cómo
anunciarán si no los envían? Y Pablo concluye citando a profeta Isaías (cfr. Is. 52, 7): “¡Qué
hermosos son los pasos de los mensajeros de buenas noticias!”
¿Qué cosa nos enseña Jesús, en esta Asamblea de Laicos?
Nos enseña que, como Pueblo de Dios, somos sus discípulos misioneros. Todos somos Pueblo
de Dios, que por el Bautismo participamos de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey.
Los fieles laicos, en particular, realizan la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el
mundo. Los fieles laicos son “los hombres y mujeres de la Iglesia en el corazón del mundo, y los
hombres y mujeres en el corazón de la Iglesia” (DA 209). La misión de ustedes se realiza en el
mundo, de tal modo que, con su testimonio y actividad, contribuyen a la transformación de las
realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del evangelio (DA 210)
Hoy, toda la Iglesia quiere ponerse en estado de misión. Juan Pablo II decía que la
evangelización del Continente no puede realizarse sin la colaboración de los fieles laicos (EAm.
44).
El lema de esta Asamblea Diocesana de Laicos 2012 es: “Defensores de la vida, testigos de
la fe”. El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre. Por eso, pide a sus discípulos:
“¡Proclamen que está llegando el Reino de los cielos!” (Mt. 10, 7). Se trata del reino de la vida.
El nos ofrece la vida plena. Por eso, la doctrina, las normas, las orientaciones éticas, debe
dejar transparentar esta atractiva oferta de una vida más digna, en Cristo, para cada hombre
y mujer de nuestro suelo (DA 361). Necesitamos desarrollar la dimensión misionera de la vida
en Cristo. La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad,
el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente.
2
Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación
de la vida en Cristo. Esperamos un Pentecostés que los libre de la fatiga, de la desilusión,
la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra
esperanza. Por eso se vuelve imperioso asegurar cálidos espacios de oración comunitaria
que alimenten el fuego de un ardor incontenible y hagan posible un atractivo testimonial de
unidad “para que el mundo crea” (Jn. 17, 21) (DA. 362)
Nuestro Papa Benedicto XVI, ha convocado a toda la Iglesia a celebrar un ANO DE LA FE, con
motivo de conmemorarse el 50° Aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y los 20
años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica.
Nuestra fe debe renovarse constantemente. El Concilio fue convocado para generar un
aggiornamento de la Iglesia en su misión de anunciar a Jesucristo, luz de la gentes (Lumen
Gentium). A cincuenta años del Concilio, y a cinco años de la V Conferencia del Episcopado
de Latinoamérica y del Caribe realizada en Aparecida (Brasil), la Iglesia requiere testigos
de la fe. Lo dice el lema de nuestra Asamblea Diocesana de Laicos: “Defensores de la vida,
testigos de la fe”. Admirablemente lo decía Pablo VI, en la Evangelii Nuntiandi: “Para la
Iglesia el primer medio de evangelización consiste en el testimonio de vida auténticamente
cristiana, entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir y a la vez consagrada
igualmente al prójimo con un celo sin límites. ‘El hombre contemporáneo escucha más a gusto
a los que dan testimonio que a los que enseñan… o si escuchan a los que enseñan es porque
dan testimonio´… Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia
evangelizará al mundo, es decir, mediante el testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de
pobreza y despego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una
palabra: de santidad” (EN 41)
Este anuncio que todos debemos brindar a nuestra sociedad será fecundo si lo hacemos con
un estilo adecuado, con las actitudes de nuestro único Maestro. En esta Iglesia de Quilmes, en
continuidad con su rica historia, todos juntos tenemos que dar un testimonio de proximidad,
testimonio que se refleje en actitudes y gestos bien concretos de cercanía afectuosa, escucha,
humildad, solidaridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso con la justicia social
y capacidad de compartir, como lo hizo Jesús. Él sigue convocando, sigue invitando, sigue
ofreciendo incesantemente una vida digna y plena para todos. Nosotros somos ahora, sus
discípulos misioneros, como lo han sido tantas hermanas y hermanos que nos precedieron con
su ejemplo y vida cristiana, entre ellos también las religiosas, religiosos, sacerdotes y obispos.
Ahora somos nosotros sus discípulas y discípulos misioneros, llamados a navegar mar adentro
para una pesca abundante. Se trata de salir de nuestra conciencia aislada y de lanzarnos, con
valentía y confianza, a la misión de toda la Iglesia. (DA 363)
Pongamos la mirada en la Inmaculada Concepción, patrona de nuestra Diócesis de Quilmes.
Ella nos invita a hacer lo que Jesús nos diga, para que Él pueda derramar su vida sobre todos
nosotros, sobre todo su Pueblo. Que ella nos ayude a escuchar en lo hondo del corazón las
palabras de su hijo: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt. 28, 19)
Florencio Varela (Colegio Santa Lucía). 20 de junio de 2012
Hermanas y hermanos:
Es la primera vez que participo como Obispo de ustedes en la Asamblea Diocesana de Laicos.
Lo hago con profunda alegría. Quiero agradecer a los organizadores de la Asamblea todo su
cariño y trabajo puesto al servicio de todos y del Señor. Sea Él que bien les recompense.
Estamos viviendo un verdadero encuentro como Pueblo de Dios con Jesucristo, coronándolo
ahora con la celebración de la Eucaristía.
Es la Eucaristía uno de los modos como podemos encontrar a Jesús en nuestro camino
creyente, como sus discípulos misioneros. Así se los comenté a todos en mi carta de Cuaresma
de este año, cuando les decía que el encuentro con el Señor Jesús se realiza:
En la fe recibida y vivida en la Iglesia, gracias al Espíritu Santo. (DA 246).
- Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia. Hemos de
fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la
Palabra de Dios (DA 247).
Encontramos a Jesús en la Sagrada Liturgia. La Eucaristía, fuente inagotable de la
vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente inextinguible del impulso misionero (DA
251)
- En el Sacramento de la reconciliación. El encuentro con Jesucristo, quien se
compadece de nosotros y nos da el don de su perdón misericordioso, nos hace sentir
que el amor es más fuerte que el pecado cometido, nos libera de cuanto nos impide
permanecer en su amor, y nos devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los
demás con corazón abierto y generoso (DA 254)
En la oración personal y comunitaria. (DA 255).
Encontramos a Jesús en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno.
Está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y por el bien común,
algunas veces llegando a entregar la propia vida… que nos invitan a buscar un mundo
más justo y más fraterno, en toda realidad humana, cuyos límites a veces nos duelen y
agobian (DA 256)
- También encontramos a Jesús de un modo especial en los pobres, afligidos y
enfermos (cf. Mt. 25, 37-40), El encuentro con Jesucristo en los pobres es una
dimensión constitutiva de nuestra fe en Jesucristo (DA 257)
- También encontramos a Jesús en esa piedad que muchos de nosotros hemos
aprendido en el ejemplo de nuestros padres y abuelos. (DA 258 - 265)
1
En la liturgia de esta tarde, contemplamos a Jesús en el Sermón de la montaña, predicando a
aquellos primeros discípulos misioneros. El texto leído de san Mateo, nos habla de la práctica
religiosa, concentrada en tres acciones: la limosna, la oración y el ayuno. Jesús invita a sus
seguidores, a nosotros, a llevarla a cabo de una forma totalmente discreta: ¡que nadie se
entere! La verdadera religión nada tiene que ver con el exhibicionismo, que es siempre, en
última instancia, una forma de hipocresía. El Señor nos habla de discreción, el secreto: “Tu
Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. Nos enseña a ser profundamente religiosos sin
exhibición. A esas personas el Padre les dará su recompensa. Es lo que agrada a Dios.
El texto bíblico citado en la convocatoria a esta Asamblea ha sido tomado de la carta de
san Pablo a los Romanos que escuchamos recién. Es el camino de la verdadera salvación. El
anuncio fundamental de la predicación y de la profesión de fe cristianas: “Si confiesas con la
boca que Jesús es el Señor, si crees de corazón que Dios lo resucitó de la muerte, te salvarás”
(Rm. 10, 9). Esto en alusión y contraposición a lo que decía el profeta: “Este pueblo se me
acerca con la boca y me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí, y su
culto es precepto humano y rutina” (Is. 29, 13). Pablo hace esta invitación a todos los pueblos,
sin distinción, citando al profeta Joel: “todo el que invoque el nombre del Señor se salvará”
(Jl. 3, 5). Si seguimos leyendo los versículos siguientes (Rm. 10, 14ss), Pablo dice que para
esto se necesitan misioneros y anunciadores de la Palabra de Dios, que pongan en marcha el
dinamismo del Evangelio, en un bellísimo resumen: “Pero ¿cómo lo invocarán si no han creído
en él? ¿ cómo creerán si no han oído hablar de él? ¿ cómo oirán si nadie les anuncia? ¿ cómo
anunciarán si no los envían? Y Pablo concluye citando a profeta Isaías (cfr. Is. 52, 7): “¡Qué
hermosos son los pasos de los mensajeros de buenas noticias!”
¿Qué cosa nos enseña Jesús, en esta Asamblea de Laicos?
Nos enseña que, como Pueblo de Dios, somos sus discípulos misioneros. Todos somos Pueblo
de Dios, que por el Bautismo participamos de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey.
Los fieles laicos, en particular, realizan la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el
mundo. Los fieles laicos son “los hombres y mujeres de la Iglesia en el corazón del mundo, y los
hombres y mujeres en el corazón de la Iglesia” (DA 209). La misión de ustedes se realiza en el
mundo, de tal modo que, con su testimonio y actividad, contribuyen a la transformación de las
realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del evangelio (DA 210)
Hoy, toda la Iglesia quiere ponerse en estado de misión. Juan Pablo II decía que la
evangelización del Continente no puede realizarse sin la colaboración de los fieles laicos (EAm.
44).
El lema de esta Asamblea Diocesana de Laicos 2012 es: “Defensores de la vida, testigos de
la fe”. El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre. Por eso, pide a sus discípulos:
“¡Proclamen que está llegando el Reino de los cielos!” (Mt. 10, 7). Se trata del reino de la vida.
El nos ofrece la vida plena. Por eso, la doctrina, las normas, las orientaciones éticas, debe
dejar transparentar esta atractiva oferta de una vida más digna, en Cristo, para cada hombre
y mujer de nuestro suelo (DA 361). Necesitamos desarrollar la dimensión misionera de la vida
en Cristo. La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad,
el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente.
2
Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación
de la vida en Cristo. Esperamos un Pentecostés que los libre de la fatiga, de la desilusión,
la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra
esperanza. Por eso se vuelve imperioso asegurar cálidos espacios de oración comunitaria
que alimenten el fuego de un ardor incontenible y hagan posible un atractivo testimonial de
unidad “para que el mundo crea” (Jn. 17, 21) (DA. 362)
Nuestro Papa Benedicto XVI, ha convocado a toda la Iglesia a celebrar un ANO DE LA FE, con
motivo de conmemorarse el 50° Aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y los 20
años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica.
Nuestra fe debe renovarse constantemente. El Concilio fue convocado para generar un
aggiornamento de la Iglesia en su misión de anunciar a Jesucristo, luz de la gentes (Lumen
Gentium). A cincuenta años del Concilio, y a cinco años de la V Conferencia del Episcopado
de Latinoamérica y del Caribe realizada en Aparecida (Brasil), la Iglesia requiere testigos
de la fe. Lo dice el lema de nuestra Asamblea Diocesana de Laicos: “Defensores de la vida,
testigos de la fe”. Admirablemente lo decía Pablo VI, en la Evangelii Nuntiandi: “Para la
Iglesia el primer medio de evangelización consiste en el testimonio de vida auténticamente
cristiana, entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir y a la vez consagrada
igualmente al prójimo con un celo sin límites. ‘El hombre contemporáneo escucha más a gusto
a los que dan testimonio que a los que enseñan… o si escuchan a los que enseñan es porque
dan testimonio´… Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia
evangelizará al mundo, es decir, mediante el testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de
pobreza y despego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una
palabra: de santidad” (EN 41)
Este anuncio que todos debemos brindar a nuestra sociedad será fecundo si lo hacemos con
un estilo adecuado, con las actitudes de nuestro único Maestro. En esta Iglesia de Quilmes, en
continuidad con su rica historia, todos juntos tenemos que dar un testimonio de proximidad,
testimonio que se refleje en actitudes y gestos bien concretos de cercanía afectuosa, escucha,
humildad, solidaridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso con la justicia social
y capacidad de compartir, como lo hizo Jesús. Él sigue convocando, sigue invitando, sigue
ofreciendo incesantemente una vida digna y plena para todos. Nosotros somos ahora, sus
discípulos misioneros, como lo han sido tantas hermanas y hermanos que nos precedieron con
su ejemplo y vida cristiana, entre ellos también las religiosas, religiosos, sacerdotes y obispos.
Ahora somos nosotros sus discípulas y discípulos misioneros, llamados a navegar mar adentro
para una pesca abundante. Se trata de salir de nuestra conciencia aislada y de lanzarnos, con
valentía y confianza, a la misión de toda la Iglesia. (DA 363)
Pongamos la mirada en la Inmaculada Concepción, patrona de nuestra Diócesis de Quilmes.
Ella nos invita a hacer lo que Jesús nos diga, para que Él pueda derramar su vida sobre todos
nosotros, sobre todo su Pueblo. Que ella nos ayude a escuchar en lo hondo del corazón las
palabras de su hijo: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt. 28, 19)
domingo, 10 de junio de 2012
Jesús, pan que se parte y se reparte
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 12-16. 22-26
El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?»
Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: "¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?" Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario.»
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo.»
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
Todos los cristianos lo sabemos. La eucaristía dominical se puede convertir fácilmente en un "refugio religioso" que nos protege de la vida conflictiva en la que nos movemos a lo largo de la semana. Es tentador ir a misa para compartir una experiencia religiosa que nos permite descansar de los problemas, tensiones y malas noticias que nos presionan por todas partes.
A veces somos sensibles a lo que afecta a la dignidad de la celebración, pero nos preocupa menos olvidarnos de las exigencias que entraña celebrar la cena del Señor. Nos molesta que un sacerdote no se atenga estrictamente a la normativa ritual, pero podemos seguir celebrando rutinariamente la misa, sin escuchar las llamadas del Evangelio.
El riesgo siempre es el mismo: Comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón, sin preocuparnos de comulgar con los hermanos que sufren. Compartir el pan de la eucaristía e ignorar el hambre de millones de hermanos privados de pan, de justicia y de futuro.
En los próximos años se van a ir agravando los efectos de la crisis mucho más de lo que nos temíamos. La cascada de medidas que se nos dictan de manera inapelable e implacable irán haciendo crecer entre nosotros una desigualdad injusta. Iremos viendo cómo personas de nuestro entorno más o menos cercano se van empobreciendo hasta quedar a merced de un futuro incierto e imprevisible.
Conoceremos de cerca inmigrantes privados de asistencia sanitaria, enfermos sin saber cómo resolver sus problemas de salud o medicación, familias obligadas a vivir de la caridad, personas amenazadas por el desahucio, gente desasistida, jóvenes sin un futuro nada claro... No lo podremos evitar. O endurecemos nuestros hábitos egoístas de siempre o nos hacemos más solidarios.
La celebración de la eucaristía en medio de esta sociedad en crisis puede ser un lugar de concienciación. Necesitamos liberarnos de una cultura individualista que nos ha acostumbrado a vivir pensando solo en nuestros propios intereses, para aprender sencillamente a ser más humanos. Toda la eucaristía está orientada a crear fraternidad.
No es normal escuchar todos los domingos a lo largo del año el Evangelio de Jesús, sin reaccionar ante sus llamadas. No podemos pedir al Padre "el pan nuestro de cada día" sin pensar en aquellos que tienen dificultades para obtenerlo. No podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios. No podemos darnos la paz unos a otros sin estar dispuestos a tender una mano a quienes están más solos e indefensos ante la crisis.
Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: "¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?" Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario.»
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo.»
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
Compartiendo la Palabra
EUCARISTÍA Y CRISIS
EUCARISTÍA Y CRISIS
Todos los cristianos lo sabemos. La eucaristía dominical se puede convertir fácilmente en un "refugio religioso" que nos protege de la vida conflictiva en la que nos movemos a lo largo de la semana. Es tentador ir a misa para compartir una experiencia religiosa que nos permite descansar de los problemas, tensiones y malas noticias que nos presionan por todas partes.
A veces somos sensibles a lo que afecta a la dignidad de la celebración, pero nos preocupa menos olvidarnos de las exigencias que entraña celebrar la cena del Señor. Nos molesta que un sacerdote no se atenga estrictamente a la normativa ritual, pero podemos seguir celebrando rutinariamente la misa, sin escuchar las llamadas del Evangelio.
El riesgo siempre es el mismo: Comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón, sin preocuparnos de comulgar con los hermanos que sufren. Compartir el pan de la eucaristía e ignorar el hambre de millones de hermanos privados de pan, de justicia y de futuro.
En los próximos años se van a ir agravando los efectos de la crisis mucho más de lo que nos temíamos. La cascada de medidas que se nos dictan de manera inapelable e implacable irán haciendo crecer entre nosotros una desigualdad injusta. Iremos viendo cómo personas de nuestro entorno más o menos cercano se van empobreciendo hasta quedar a merced de un futuro incierto e imprevisible.
Conoceremos de cerca inmigrantes privados de asistencia sanitaria, enfermos sin saber cómo resolver sus problemas de salud o medicación, familias obligadas a vivir de la caridad, personas amenazadas por el desahucio, gente desasistida, jóvenes sin un futuro nada claro... No lo podremos evitar. O endurecemos nuestros hábitos egoístas de siempre o nos hacemos más solidarios.
La celebración de la eucaristía en medio de esta sociedad en crisis puede ser un lugar de concienciación. Necesitamos liberarnos de una cultura individualista que nos ha acostumbrado a vivir pensando solo en nuestros propios intereses, para aprender sencillamente a ser más humanos. Toda la eucaristía está orientada a crear fraternidad.
No es normal escuchar todos los domingos a lo largo del año el Evangelio de Jesús, sin reaccionar ante sus llamadas. No podemos pedir al Padre "el pan nuestro de cada día" sin pensar en aquellos que tienen dificultades para obtenerlo. No podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios. No podemos darnos la paz unos a otros sin estar dispuestos a tender una mano a quienes están más solos e indefensos ante la crisis.
jueves, 7 de junio de 2012
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 28-34
Un escriba que oyó discutir a Jesús con los saduceos, al ver que les había respondido bien. se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?»
Jesús respondió: «El primero es: "Escucha. Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios. con todo tu corazón y con toda tu alma. con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas". El segundo es: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay otro mandamiento más grande que éstos».
El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios».
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
El Evangelio, como los de los días pasados, recoge un diálogo entre Jesús y un letrado. Pero, todo hay que decirlo, por una vez no se centran en temas accidentales, legales y secundarios sino que el diálogo va a lo fundamental. ¿Cuál es el mandamiento principal? En su respuesta Jesús no se anda con rodeos –como en los días pasados– sino que va al núcleo de la relación con Dios –“amarás al Señor tu Dios con todo el corazón”– y con los demás –“amarás a tu prójimo como a ti mismo”–. Hay que señalar que a Jesús le habían preguntado por el mandamiento primero y que responde con dos mandamientos. Es importante tenerlo en cuenta porque debe ser que los dos tienen el mismo nivel.
Hay otra cuestión a subrayar. Está en la respuesta del letrado pero como ésta es aprobada por Jesús –“No estás lejos del Reino de Dios”– nos vale casi como si la hubiese pronunciado Jesús. El letrado alaba la respuesta de Jesús a su pregunta pero añade un interesante colofón: cumplir esos mandamientos de que habla Jesús “vale más que todos los holocaustos y sacrificios.”
Es importante este añadido. Nos dice que la vida cristiana no se juega en la liturgia ni dentro de las iglesias. No se juega en las horas de oración ni en los sacrificios y penitencias personales. La clave está en la relación con Dios y ésta se manifiesta en la relación con el hermano. Lo dice muy claro la primera carta de Juan: “Si alguno dice: ‘Amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4, 20-21).
Es importante tener en cuenta esta realidad sobre todo en una época en que a veces se nos va toda la fuerza en grandes espectáculos litúrgicos amplificados por el poder de los medios de comunicación. El humilde servicio al vecino enfermo vale más que todos los inciensos echados en los altares de las iglesias del mundo. Y manifiesta más el amor a Dios que todos los cánticos solemnes de las ceremonias de cualquier basílica.
La cuestión está en amar, a Dios y a los demás. Lo demás es puro accidente, pura transitoriedad que puede cambiar con los tiempos y las circunstancias. Que Dios nos dé a todos capacidad para distinguir lo fundamental de lo accidental en nuestra vida cristiana.
Jesús respondió: «El primero es: "Escucha. Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios. con todo tu corazón y con toda tu alma. con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas". El segundo es: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay otro mandamiento más grande que éstos».
El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios».
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Compartiendo la Palabra
El Evangelio, como los de los días pasados, recoge un diálogo entre Jesús y un letrado. Pero, todo hay que decirlo, por una vez no se centran en temas accidentales, legales y secundarios sino que el diálogo va a lo fundamental. ¿Cuál es el mandamiento principal? En su respuesta Jesús no se anda con rodeos –como en los días pasados– sino que va al núcleo de la relación con Dios –“amarás al Señor tu Dios con todo el corazón”– y con los demás –“amarás a tu prójimo como a ti mismo”–. Hay que señalar que a Jesús le habían preguntado por el mandamiento primero y que responde con dos mandamientos. Es importante tenerlo en cuenta porque debe ser que los dos tienen el mismo nivel.
Hay otra cuestión a subrayar. Está en la respuesta del letrado pero como ésta es aprobada por Jesús –“No estás lejos del Reino de Dios”– nos vale casi como si la hubiese pronunciado Jesús. El letrado alaba la respuesta de Jesús a su pregunta pero añade un interesante colofón: cumplir esos mandamientos de que habla Jesús “vale más que todos los holocaustos y sacrificios.”
Es importante este añadido. Nos dice que la vida cristiana no se juega en la liturgia ni dentro de las iglesias. No se juega en las horas de oración ni en los sacrificios y penitencias personales. La clave está en la relación con Dios y ésta se manifiesta en la relación con el hermano. Lo dice muy claro la primera carta de Juan: “Si alguno dice: ‘Amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4, 20-21).
Es importante tener en cuenta esta realidad sobre todo en una época en que a veces se nos va toda la fuerza en grandes espectáculos litúrgicos amplificados por el poder de los medios de comunicación. El humilde servicio al vecino enfermo vale más que todos los inciensos echados en los altares de las iglesias del mundo. Y manifiesta más el amor a Dios que todos los cánticos solemnes de las ceremonias de cualquier basílica.
La cuestión está en amar, a Dios y a los demás. Lo demás es puro accidente, pura transitoriedad que puede cambiar con los tiempos y las circunstancias. Que Dios nos dé a todos capacidad para distinguir lo fundamental de lo accidental en nuestra vida cristiana.
miércoles, 6 de junio de 2012
Mensaje para la comunidad!!!!
Queridos hermanas y hermanos:
¡Que el Señor esté con cada una y cada uno de ustedes! Se acerca la realización de la ADL de este año, en este sexenio camino al Bicentenario de la Independencia de nuestra Patria, que realizaremos en el INSTITUTO SANTA LUCÍA, Eva Perón y Quintana, de la ciudad de Florencio Varela.
Los invitamos a participar entre las 14 y las 20 horas de esta Asamblea que, este año, lleva por lema “DEFENSORES DE LA VIDA, TESTIGOS DE LA FE” donde encontrarán stands en los cuales diferentes colectivos compartirán sus acciones, proyectos e iniciativas (su ser y su hacer). Además, diferentes especialistas abordarán los siguientes temas:
1. Real-virtual, los nuevos mundos en la comunicación de los jóvenes. Nuevas tecnologías"" y nuevo paradigma de la comunicación. La responsabilidad adulta frente a estos cambios que cada vez los aleja más de las nuevas generaciones."
2. La Naturaleza: herencia gratuita y responsabilidad para el bien de todos.
3. La familia: primera experiencia del amor y de la Fe, primera comunidad.
4. ¿Dónde está tu hermana? ¿Dónde tu hermano? Hacia una solidaridad transformadora.
5. La Fe: El encuentro y la comunión con Cristo, finalidad de la transmisión de la fe.
Los esperamos, con nuestras manos extendidas y un corazón dispuesto a servirlos.
Departamento de Laicos
Diócesis de Quilmes
martes, 5 de junio de 2012
Santo Evangelio del dìa!
Marcos 12, 13-17
En aquel tiempo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos le enviaron a Jesús unos fariseos y unos partidarios de Herodes, para hacerle una pregunta capciosa. Se acercaron, pues, a él y le dijeron: "Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa lo que diga la gente, porque no tratas de adular a los hombres, sino que enseñas con toda verdad, el camino de Dios. ¿Está permitido o no, pagarle el tributo al César? ¿Se lo damos o no se lo damos?". Jesús, notando su hipocresía, les dijo: "¿Por qué me ponen una trampa? Tráiganme una moneda para que yo la vea". Se la trajeron y él les preguntó: "¿De quién es la imagen y el nombre que lleva escrito?" Le contestaron: "Del César". Entonces les respondió Jesús: "Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios". Y los dejó admirados.
Reflexión
A veces podemos caer en la tentación de pensar que el Evangelio y la vida cristiana se reducen a la mera vida espiritual. El evangelio de hoy nos muestra que esto no es así. La vida del Evangelio toca todas las áreas de la vida y entre ellas la económica y la de la justicia. Hemos escuchado a Jesús decir: "Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Este es el principio de la justicia equitativa, que todavía estará lejos de la justicia Cristiana ya que ésta va más allá. Pagar nuestros impuestos, entregar las utilidades, pagar lo que se debe, son deberes ELEMENTALES de justicia. El retener los sueldos, no pagar COMPLETAMENTE las utilidades, buscar la manera de engañar "al César" no son o no deben ser prácticas cristianas. La injusticia no tiene cabida en la vida del cristiano. Demos a cada uno lo que le es propio (sea material, afectiva, social o espiritualmente) y nuestra vida se llenará de paz y de alegría.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
lunes, 4 de junio de 2012
Del santo Evangelio según san Marcos 12, 1-12
En aquel tiempo Jesús se puso a hablarles en parábolas a los sumos sacerdotes: Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó. Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: "A mi hijo le respetarán". Pero aquellos labradores dijeron entre sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia." Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Trataban de detenerle - pero tuvieron miedo a la gente - porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.
Oración introductoria
Padre Bueno, gracias por darme y cuidar con tanto esmero mi vida. Hoy me acerco humildemente a esta oración, porque sé que te he fallado al desviarme del camino de la gracia que me puede llevar a la santidad.
Petición
Jesús, transforma mi vida, para que produzca los frutos para los cuales fue creada.
Meditación del Papa
Los viñadores matan al hijo precisamente por ser el heredero; de esta manera, pretenden adueñarse definitivamente de la viña. En la parábola, Jesús continúa: «¿Qué hará el dueño de la viña? Acabará con los labradores y arrendará la viña a otros». En este punto la parábola, como ocurre también en el canto de Isaías, pasa de ser un aparente relato de acontecimientos pasados a referirse a la situación de los oyentes. La historia se convierte de repente en actualidad. Los oyentes lo saben: Él habla de nosotros. Al igual que los profetas fueron maltratados y asesinados, así vosotros me queréis matar: hablo de vosotros y de mí. La exégesis moderna acaba aquí, trasladando así de nuevo la parábola al pasado. Aparentemente habla sólo de lo que sucedió entonces, del rechazo del mensaje de Jesús por parte de sus contemporáneos; de su muerte en la cruz. Pero el Señor habla siempre en el presente y en vista del futuro. Habla precisamente también con nosotros y de nosotros. Si abrimos los ojos, todo lo que se dice ¿no es de hecho una descripción de nuestro presente? ¿No es ésta la lógica de los tiempos modernos, de nuestra época? Declaramos que Dios ha muerto y, de esta manera, ¡nosotros mismos seremos dios!. Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, p. 104.
Reflexión
Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos.recibe la misión de su Señor. Pongámonos en su lugar. ¿Qué pensaría?, ¿con qué actitud emprende el camino? Es una misión difícil, es más, sabe que llevarla a cabo le exigirá que lo maltraten y que lo despidan con las manos vacías. Así es nuestra misión. Desproporcionada a nuestras posibilidades.
El solo verla ya nos hace dudar: no sirvo para este empleo, el estudio no es lo mío, esto de ser madre... cada uno ponga aquí su misión. ¿No es cierto que su peso nos aplasta? Ahora veamos a este siervo, ¿de dónde saca el valor, el coraje, la constancia para llevar a cabo su misión? Sale sin duda alguna de la confianza y humildad en su Señor. Confianza que nace del saber que su Señor lo conoce y por ello le encomienda una misión dura tanto así que lo llevará a la muerte y una muerte humillante.
En nuestra vida de cristianos por tanto aceptemos con confianza y humildad la misión personal que Cristo nos pide. Misión de predicar y vivir la caridad, defender la vida, promover la oración entre nuestros familiares y amigos etc. Pidamos a Dios nuestro Señor que nos conceda esta confianza y humildad.
Propósito
En una visita al Santísimo, rezar un sincero acto de contrición y un propósito de enmienda.
Diálogo con Cristo
Señor, ¿cómo pudieron llegaron a pensar los viñadores que matando al hijo, iban a heredar la viña? El mismo sin sentido tendría el pretender vivir sin tu gracia, el hacer las cosas solamente para fines terrenos, pasajeros. Ayúdame a vivir de acuerdo a mi fe, a mi dignidad de hijo de Dios, llamado a la santidad.
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